“Están mintiendo, ¿cómo les permites hacer eso?”
“Defraudas a toda la comunidad científica y a la comunidad cuántica inclusive, teníamos la fe puesta en que esa gente tenía la asesoría de una científica con agallas.”
“Totalmente desagradable tu traición, has derrumbado todas nuestras esperanzas.”
Los mensajes que recibo en las redes son crueles, pero completamente reales. Yo soy responsable de lo que está sucediendo, intento hacer todo lo que está a mi alcance para encontrar un punto justo entre el gobierno y la verdad que estamos develando mediante nuestros laboratorios, pero la gente a lo largo y a lo ancho del mundo también está manteniendo sus propios experimentos y saben que se está mintiendo. Lo que no conocen es la disyuntiva detrás…que ni yo misma he terminado de entender aún, pero lo que menos quiero es poner en peligro a todos.
Y menos aún mi embarazo.
Hay otros mensajes y posteos con menciones hacia mis usuarios.
“La doctora Mercy parecía ser una esperanza dentro de nuestra comunidad para los corruptos del gobierno, probablemente ya se vendió.”
“Todo el mundo tiene un precio, los científicos también.”
“Es lo que sucede cuando te metes con esta gentuza del poder: o te vendes o te matan. Ahora nos corresponde a nosotros investigar qué esconden.”
“¿Cuál fue su precio, doctora Mercy? ¿Qué le ofrecieron? O con qué la amenazaron.”
Si algo me hace bien a final de cuentas es que están despiertos y están buscando respuestas, las presiones terminarán dando tarde o temprano con quienes sepan encontrar la verdad en última instancia.
Lo cual podría ponerme en problemas a mí y evidenciar que estuve legitimando la verdad de los poderosos.
No importa dondequiera que mire, estoy atrapada y me cuesta ver el camino correcto.
Concluyo que es mejor dejar las redes de lado por el momento y así dejar de contaminar mi paz mental. Me levanto del sillón en el que voy ahora mismo, en el jet privado del presidente Cruz y le veo en un escritorio en medio de una videoconferencia.
Su rostro parece el de haber visto a Dios en persona.
Está pálido.
¿Y ahora?
En cuanto capta que estoy aquí, me hace un gesto para que me ubique a su lado. Desconecta el auricular y advierte desde el micrófono:
—Comandante, voy a sumar a la doctora Mercy a la transmisión.
—Concedido, señor Presidente.
Me señala ubicarme a su lado y lo hago, en el sillón que me ha señalado a su derecha. Me ubico y contemplo lo que la pantalla frente a sus ojos está evidenciando.
Un grupo de reporteros y cámaras que se están conglomerando en los alrededores de un enorme monumento de piedra antiquísimo que identifico…
—Indonesia—declaro.
Él asiente.
El lente se mueve y muestra una enorme figura en el cielo.
Es exactamente como lo pensaba.
—El laboratorio ya lo está analizando y hemos obtenido la nota que nos faltaba en la muestra—declara la Comandante.
Cruz y yo intercambiamos una mirada.
—Comandante—accede Cruz—. Con la doctora ya sabemos el mensaje.
—¿Disculpe, señor Presidente?
Me aclaro la garganta y me adelanto sobre el escritorio.
—Tenemos un mensaje preparado para mantener la paz, uno que será útil para que este que hemos descubierto no desvirtúe los planes de la Agenda gubernamental global ni menos aún pueda acentuar los conflictos bélicos.
—Disculpe, doctora. Si entendí bien ¿van a manipular el mensaje de las siete figuras para mantener el orden?
—No es manipular—advierte Cruz—. No sería esa la palabra. La doctora pudo predecir la pieza faltante, con esta séptima figura hallada en Java Central no será necesario entrar en pánico, la hemos podido predecir anteriormente y ya tenemos un protocolo para proceder, Comandante. Necesito que usted y su equipo tomen nota de cada paso.
Ella asiente.
La comandante es muy rígida y recta en sus misiones y en su manera de proceder, lo cual me resulta admirable.
Corresponde a las órdenes de una manera asombrosa, aun cuando las órdenes no son del todo deontológicas, pero sí responden a una manera de gobernar que velará por la paz entre las Naciones y la Agenda.
No obstante, en cuanto la comunicación termina y la pantalla delante se apaga, intercambiamos con él una mirada cargada de tensión.
Luego, su mano busca la mía y coloca ambas encima de mi rodilla.
—¿Cómo haces para mantener el foco en medio de todo el caos?—le pregunto, admirando la manera en la que procede laboralmente, aún bajo extrema tensión y presiones que vienen desde todas partes.
—Tú sólo quédate cerca, Alba. Y enséñame cuál es el camino correcto: yo me encargaré de todo lo demás.
—Sí… Señor Presidente—convengo como si ese fuese su nombre y su otra mano se acerca a mi cuello junto a su boca para empujarme a él con suavidad y cerrar nuestras promesas en un beso cargado de apetito y ansia el uno por el otro.