Recuerdo cuando era niña, mamá me acompañaba a todos los actos escolares. Me gustaba sobresalir, era esa niña friki que le gusta quedar bien siempre con las maestras y tener las mejores calificaciones. Mamá me incentivaba mucho, pese a que en la familia no teníamos los recursos económicos para mejorar cada día, ella me permitía ir a la biblioteca estatal donde pedíamos material, teníamos acceso a internet y vivíamos juntas cada aventura de lectura como si fuese tan emocionante como los videojuegos con realidad virtual a los que jugaban los niños de mi edad cuando comenzaban a ponerse de moda las gafas y los visores de algunas marcas líderes en el sector.
Solíamos ir al cine y tener oportunidad de jugar videojuegos gracias a que ella siempre solía conseguir tickets municipales para acceder, pese a que nuestros recursos no eran los mejores.
A medida que fui creciendo, no me desempeñaba bien en los deportes, pero sí encontré algo que me hacía sentir bien y era el estudio obstinado hasta conseguir la beca universitaria que me llevó a estudiar, pero una vez que llegué a la carrera de grado, descubrí que el mérito no es suficiente para descubrir las mejores oportunidades. Las bancas más altas siempre están ocupados, o al menos, la mayoría de las veces. Detestaba las decepciones hasta que empecé a acostumbrarme a que, si quería lograr lo que pretendía en mi vida, tendría que esforzarme aún más de lo que ya me venía esforzando porque no me la iba a tener tan fácil como parecía.
Conseguí mi beca.
Conseguí estar al borde de mi doctorado.
Pero en el proceso perdí a mi madre, su enfermedad no la sostuvo en pie por mucho tiempo. Ella era madre soltera, sólo éramos las dos y su vida dedicada a mí con una pensión por enfermedad y el seguro de mi padre a raíz de su fallecimiento que lo dejó a nombre de mi madre (pese a que no tuve oportunidad de conocerlo), compensó que tengamos un pasar con lo suficiente, pero la vida de ella estuvo dedicada a mí y a mi cuidado, incentivo cultural e intelectual inclusive.
Ella me enseñó a arriesgarlo todo como si no hubiese un mañana.
Ella me enseñó a vivir cada día de manera tal que valga la pena, consciente de que no estarás acá para siempre.
—Doctora, por acá.
—Sí. Está bien.
Procedo a avanzar hasta el helicóptero que me asignan y en el camino me dan uniforme militar el cual me resulta demasiado extravagante e incómodo.
La comandante que está acá ahora es quien me indica que es necesario.
—No…—murmuro—, esto no me dejará moverme.
—Reduce ampliamente las posibilidades de daños letales ante un ataque.
Aún recuerdo el chorro de sangre del tipo al que ejecutaron cuando estuvimos en videoconferencia.
Al sobrevolar las calles de Francia observo que es un caos la situación, pero todos siguen sus vidas en la noción de que las figuras en el cielo no significarán el fin del mundo.
Es cuestión de tiempo hasta que finalmente salga todo a la luz.
Hay neumáticos prendidos fuego en tachos de lata que dan calor a manifestantes que acampan en los alrededores de la Torre Eiffel, incluso en el Palacio de Eliseo.
Observo atentamente a un grupo de personas que están aferradas de manos orando al cielo mientras sobrevolamos.
La miro a la comandante quien intercambia un gesto de “lo sé, es un caos, pero tenemos que fingir que todo está bien” en su rostro, el cual me convence de que seguir adelante con mi decisión de salvar la vida de Cruz.
Si lo ejecutan también, no me lo perdonaría jamás.
Una vez que llegamos al aeródromo, un avión aguarda para sacarme de acá, me llevará hacia Bagdad.
—¡Doctora!—me dice la comandante antes de subir.
Me vuelvo a ella.
—Debe colocarse bien el chaleco.
Se acerca y finge que me lo acomoda por atrás, pero su voz me alcanza como si fuese un secreto que me transmite en código:
—Grupo Armado Tesla. Mantenga silencio y no lo mencione en voz alta. ¡Listo!
Me esperan.
Me aparto de ella.
La miro esperando una explicación que sé que no llegará.
“Grupo Armado Tesla”. ¿De qué se trata?
Ella y todos los soldados quedan en posición mientras subo avión y este se eleva camino al momento más importante de mi vida, hasta ahora. Tengo poderosos secretos en mis manos, mi vida y la de millones corre peligro además de estar al borde de desatar una temible guerra mundial, sumando el sentimiento que me corroe mientras imagino la desesperación de Cruz y lo valioso de cada segundo mientras su vida depende de mí.
Él me protegió. A mi y a mi embarazo.
Ahora me toca a mí salvarle la vida a él…