Pip.
Una máquina suena a mi alrededor.
Pip.
Intento abrir los ojos y acomodar mi mirada a la luz alrededor.
Pip.
Algo me tira del brazo como si fuese un pinchazo.
Pip.
¡Carajo!
Me espabilo de pronto e intento soltar mi brazo de la aguja que tengo clavada en mi brazo, sin embargo, una mano en mi hombro me detiene y el rostro de la doctora que me está atendiendo intenta mostrarse cuando me habla:
—Tranquila, doctora. Está bien. Ahora sí está bien.
Es Alice.
Miro a mi alrededor y distingo que estamos en una habitación de hospital. es uno muy humilde de bajos recursos lo cual no me extrañado comparado a la situación en la que este grupo de rebeldes se encuentra haciendo frente a su propia condición de tangenciales con respecto a la ley.
Debo ajustar mi mirada aún más cuando descubro que tiene el cabello rapado.
¿Qué le ha pasado?
Está cortado a máquina, como si se hubiese pasado la uno o dos a lo sumo.
—¿Estás…bien?—le pregunto.
Ella mira el suelo que me está pasando algo de alimento para animarte, es probable que eso sea lo que me ha despertado.
—Eso mismo le pregunto yo a usted. ¿Cómo es posible que una mujer embarazada que quiere proteger a su bebé se encuentre al borde de la desnutrición y la deshidratación?
—¿Cómo lo su…?
—Estuve infiltrada en la organización de los Laboratorios de Grinberg, pero también escuchando detrás de algunos muros.
—Tienen hackers e intervinieron líneas.
—También, claro.
Suspiro y observo por la ventana, tratando de discernir dónde estamos. Sólo veo un sol radiante y la sombra de la copa de un árbol, lo cual me hace pensar que estamos en un primer piso. Sospecho que es el límite de este lugar en altura.
—Te rapaste porque ya saben que perteneces a otro bando que no es el del gobierno, precisamente—le digo, intuyendo la opción, sin mirarla directamente—. Y quizá ya saben que participaste de mi rapto. Fuiste la espía desde adentro que me localizó.
—De hecho, no, pero no tardarán en averiguarlo en cuanto sean conscientes del escape de mi apartamento particular.
—Y de tus líneas telefónicas.
—Así es, doc.
—¡Auch!
Un tirón me obliga a volver la mirada para saber que me está sacando la aguja y observo que la bolsa del suero ha quedado consumida.
—Creo que ya tiene suficiente para estar fornida como una físicoculturista. Su hija se lo va a agradecer.
—¿Mi…hija?
—...
—¿Me estudiaron mientras estaba inconsciente?
—Lo siento mucho, pero fue necesario. Teníamos que saber su estado. Apuesto a que ni usted misma lo sabía por mantener la situación en secreto.
—Yo…—mi cabeza hace un chispazo y consigue conmover mi interior. Levanto la cabeza y la miro con cierto deje de ahogo en mi voz—. ¿Cómo está ella?
—Bien, por suerte. Muy saludable. Esperemos que siga así.
—Esperemos—repito, con un alivio profundo al saber que estamos las dos a salvo.
Acto seguido una cabeza se arrima por la puerta y luego la empuja para aparecerse. De inmediato reconozco que se trata del cabecilla que me interceptó cuando me despertaron de camino ¿acá?
—¿Qué tal va todo por acá?—pregunta el francés.
—Tiene buenos signos, sobrevivirá—contesta Alice con una sonrisa de victoria.
—¿Esta es la parte que me desconectan e intento escapar?—les pregunto, mirando que ambos vienen armados y con uniformes listos para la guerra. Si es que sus atuendos pueden llamarse “uniformes”.
—Claro que no lo harás—contesta él, acercándose a mí—. Porque sabes que estando con nosotros te encuentras más cerca de la verdad que estando con ellos.
—Van a encontrarlos y les van a matar, ¿por qué hacen esto?
—Porque si en algo coincidimos contigo es en nuestra pasión por lo que hacemos y por nuestra investigación. No dejamos que se nos rían en la cara y estamos hartos de las mentiras del gobierno, tenemos señales enormes resplandeciendo en nuestras cabezas y nos hacen mirar una pantalla en un techo y hacernos creer que seremos felices por siempre, ¿no estás tan indignada como nosotros?
Carraspeo.
Sí.
Saben que sí.
Alice es quien toma la palabra esta vez:
—Doctora, tenemos pruebas de una base militar en el lado “oculto” de la luna y una estación espacial lista para el despegue. Pero, primero, necesitamos saber de manera concisa a qué nos enfrentamos.
—Otra vez eso de la base militar lunar.
—Es real.
—¿Cómo dieron con ella?
—Podrá saber todo mientras colabore, pero primero, debemos ponerla en contacto con uno de… De ellos.
—¿Qué?
Se miran entre sí.
La piel se me eriza.
Alice toma mi mano y me mira a los ojos haciéndome saber que está siendo cien por ciento honesta:
—Necesito que crea. Más allá de la ciencia o las matemáticas, necesito que esté dispuesta a abrir su mente para lo que estamos dispuestos a enseñarle y nos ayude porque solos no podremos con lo que tenemos entre manos. Y si seguimos dejando que esa gente lo tome a cargo en el nombre de “proteger a la humanidad”, será el propio gobierno el que nos destruya a todos.