Amo de Todo

29. El poder auténtico

En cuanto Benoit llega, su hijo se retira. Estamos en algo que parece ser una cafetería, pero no mucha gente anda por el lugar lo cual me da cierta tranquilidad. Me gusta la cercanía de Benoit, me hace sentir segura en medio de un enorme caos al punto de que, en cierto modo, creo yo olvidarme de todo lo malo que sucedió en algún momento.

Es decir, que me secuestró.

Me siento cercana a sus motivos y creo que yo haría lo mismo de saber la experiencia que acabo de vivir gracias a la cápsula esa en la que me encerraron.

Benoit pone un cuenco con frutas picadas delante de mí.

—Come algo saludable, te va a hacer bien.

Lo acepto, no tanto por mí sino porque hay otra vida que depende de mí ahora mismo.

—Siento que…cualquier intento de describir lo que viví ahí dentro sería injusto, cualquier verbalización no llegaría a describir ni un ápice de lo que fue eso.

—Y sabes muy bien por qué.

—Sí. Lo sé.

—El ADN.

—Nuestro ADN está codificado de tal modo que es imposible entender lo que está más allá de esa codificación.

—Y este tipo de experiencias atravesadas por la frecuencia vibracional que emiten las figuras y está representada en esa cabina al igual que la oscuridad y el encuentro contigo misma va mucho más allá de lo que podrías suponer por la vía de la razón. 

—Qué inmenso es el mundo y qué acotados nuestros recursos para poder entenderlo…

—Nos han hecho creer que no podemos, pero sí que tenemos esa capacidad.

—¿Quiénes?

—Los mismos que intentaron ponerte un disco rayado en la boca a cambio de que seas parte de su espectáculo.

—Y seguir entregando al pueblo de su bendito opio que les mantiene completamente anestesiados.

Pruebo la fruta.

Intento cerrar la boca comiendo a raíz de lo que la realidad me acaba de entregar, provocando en mí un impacto desastroso para mi entendimiento.

Benoit se acerca a mí y sus ojos son tan profundos que siento que me juzgan y se compadecen de mis decisiones al mismo tiempo.

—No voy a conseguir hacerte cambiar respecto de las decisiones que ya tomaste en tu vida, sobre todo con esa gente que consigue ser mucho más que manipuladora, a veces.

Trago con dificultad la frutas, repasando en mi cabeza desde el primer minuto en que me acerqué al Palacio de Elíseo creyendo que mis hallazgos por la vía científica sería factibles de ayudar a la humanidad.

Por supuesto que yo no sería la primera en descubrirlo, por supuesto que ellos ya lo sabían, por supuesto que ya mantendrían sujetas todas las opciones que hicieran despertar a la humanidad del sueño en el que la tienen sumergida.

Por supuesto que si yo llegase a conocer mi propia capacidad de entender el mundo, sería un arma de defensa a un arma letal y nociva para mí misma en aquella situación.

—Claro que no lo vas a conseguir porque ellos te entrenaron para ello—afirma—, para que mantengas el status de quiénes son y que todo lo que puedas aprender o incorporar nuevo, les sume.

—¿Por qué crees que lo hicieron, Benoit?—mi voz suena tímida y casi quebrada—. ¿Por qué…piensas que sucedió de este modo? Es decir, me dañaron con vileza a cambio de algo que ya sabían. Me sometí a mí misma a salvar a Cruz a cambio de que luego lo destituyeran.

—Lo sabes, entonces.

—Por supuesto que lo sé.

—Bien… Entonces sabes quién es nuestra nueva presidenta.

—¿O presidente?

—El lenguaje es un terreno de disputa. Es un campo de guerra cuya letalidad es tan masiva en tanto tiene el poder de construir una realidad.

—Todo el tiempo estamos construyendo una realidad y destruyendo otras.

—Y eso se hace mediante las palabras.

—Quien gobierna el reino del lenguaje, construye realidades a su medida.

Tras esta percepción, nos quedamos un instante en silencio, hasta que él se incorpora un poco más en mi dirección y las frutas me tiemblan en las manos.

Benoit es atractivo, sé que no intenta ser seductor conmigo, pero me resulta imposible no notar su belleza cuando le tengo tan cerca y su pasión se ve compartida con la mía de manera indefectible.

—No tengas miedo—afirma—, eres una realidad magnífica con un potencial inmenso.

—Ellos no pueden derrumbarme.

—Solo pueden hacerte más grande.

—Hacernos más grandes. Para eso estamos nosotros. Esa es la función por la que los “rebeldes” nos agrupamos: porque no queremos que el poder de turno vuelva a tomar su turno precisamente para acotar nuestro inmenso potencial.

—Eres…brillante.

Suspiro.

Y la respiración se me entrecorta al dejar salir el aire.

La atmósfera entera se detiene, pero luego se rompe de un instante a otro como un cristal en el momento que una alarma se suelta y luces rojas se encienden por doquier.

¿Y ahora?

 




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