Amo del Universo

1. Despedida

—Necesitamos a alguien que haga ciencia “de verdad”. ¿Entiendes?

Me quedo sentada, observando al gerente del laboratorio para el cual trabajo. El rubro de investigación es mi nicho de trabajo por excelencia, empiezo y termino el día estudiando ondas vibracionales y la simetría perfecta con los cuerpos. Eso a mi jefe parece no importarle.

—Señor—insisto—, estoy a punto de terminar mi tesis de doctorado a mis veinticuatro años tras haberme graduado de mi licenciatura de grado con honores, ¿en serio define que no hago “ciencia de verdad”?

La indignación me lastima la voz mientras sale de mi boca y sé que eso es dañino, yo más que nadie soy consciente de que hay vibraciones y sonidos que generan malestar en el cuerpo, por ejemplo el menosprecio que hacen a mi labor.

No es la primera vez, llevo tiempo soportando que me miren y me escuchen como si fuese una loca indagando en asuntos irrelevantes, pero que a mi parecer son mucho más importantes que cualquier otra cosa.

—Lo siento, Alba—. Me entrega una carpeta la cual contiene una copia impresa de mi tesis—. Tu trabajo es técnicamente brillante, pero no podrás seguir en este laboratorio una vez que termines, no podemos ir a pérdida.

—¿A…pérdida?

—Tus investigaciones no nos sirven, ¿entiendes? Acá investigamos ondas y frecuencias útiles a la ingeniería espacial, tú eres ingeniera de sonido. —Así es, en este lugar concesionan experimentos que luego venden a agencias aeroespaciales y gobiernos, pero de mis investigaciones jamás vendieron nada. Porque aún no concluí algo que puedan vender, apenas estoy con mi doctorado, algo bueno necesita tiempo.

—No… No puede ser… Concluyo mi tesis para el próximo mes, ya me dieron fecha de presentación de mi trabajo—me explico.

—No te preocupes, esta semana abrieron las postulaciones para becas de música en la Beaux Arts de París.

—Yo no me dedico al arte, soy científica, todo lo que indago es cuantificable—reafirmo cada letra al hablar.

—Tú misma lo expones aquí, Mozart, Beethoven, Chopin, cada uno de ellos importa por las vibraciones que generaban al oído humano. La armonía, antes que el sonido en su sentido romántico y etcétera. Podrías intentar componer una pieza propia, tocar el piano…

—Necesito el trabajo—insisto, con lágrimas en los ojos, pero me esfuerzo para que no caigan. Tomo mi carpeta y la escondo bajo mi brazo como si fuese un bien preciado que debo defender a cal y canto—. Ahora más que nunca lo necesito…

—¿Y si mejor elaboras un elemento que nos permita contactar con razas extraterrestres o entender en qué idioma envían sus señales?

—¡Mis investigaciones podrían llegar, en efecto, a ser útiles para…!

Me llamo al silencio.

Su gesto evidencia que se está riendo de mí. Se está burlando.

—Bien—convengo, con el corazón por los pies—. Entiendo.

—Gracias por todo, Alba. En serio. Tienes talento, no lo desperdicies con pasiones irracionales que no te llevarán a ninguna parte.

Trago grueso y asiento. Me aparto de él, me visto de piedra e intento no demostrar ninguna de las emociones que colapsan todas juntas dentro de mí.

No hay nadie más racional que yo.

Soy consciente y meticulosa en todo lo que hago, sé que esto es importante, aunque quizás el mundo no esté preparado.

—Ya puedes regresar a tu puesto o, si deseas y está a tu alcance, también puedes tomarte el resto del día, Alba.

—Gracias, señor Caesar.

Acto seguido, me marcho con mi proyecto, que sostiene en mi pecho a un herido corazón.

¿Y ahora? ¿Qué rayos voy a hacer con mi vida?

 




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