Bélgica – Región de Flandes Occidental
El día comienza y la agenda full, lo puede ver en su Tablet, junto a su cocinera prepararle el desayuno se encuentra nervioso, hoy se cerrará un excelente acuerdo entre dos empresa, que necesitan aliarse a con él, así que arreglando su reloj por tercera vez, antes de darle el ultimo sorbo a su bebida de naranja se pone de pie listo a buscar su portafolio, pero niega por el descuido de no encontrar sus pertenencias.
El ama de llaves, se acerca para tocar su hombro, dejando que giré y le entregue lo que estaba buscando lo que termina por agradecer.
— ¡Gracias! Créeme son los nervios. — Fue su excusa y la mujer de cabello negro niega, al verlo emprender la marcha.
—Cuídese joven. —dice, antes de verlo partir.
Ya estando fuera de la residencia familiar, un auto lo espera con su chofer siendo un hombre mayor, algo canoso, pasa a su lado cosa que le sonríe devuelta e ingresa, el carro arranca y el recorrido lo disfruta como todos los días, para nadie era un secreto que la provincia de Flandes es la mejor, por su gente y ser la principal tanto en cultura, religión y comercialización con las inmensas industrias que le dan vida a la región.
Curva una sonrisa, antes de volver al folder que debe memorizar, la compañía familiar ha llevado a cabo su labor en la industria del diamante, como piedras preciosas, por ello la Ciudad de Amberes es el epicentro; dónde los mejores artesanos fabrican sus piezas, ante un público estricto, para llegar a las manos del comprador.
La voz del chofer detiene su lectura y le presta atención:
— ¡Señor Pauwels! recuerde que al finalizar el día, tiene una cena importante con su abuela. — anuncia, por el retrovisor.
A lo que, el caballero de cabello cobrizo asiente.
—Es bueno saberlo, le puede dar un mensaje y es que haré, lo posible por llegar. —añade y el hombre mayor asiente, para continuar manejando.
En todo el recorrido siguió enfocado en su lectura, hasta que la corneta del auto le da el aviso de haber llegado a su destino, abre su puerta, antes que lo haga su chófer, para aproximarse a las grandes puertas de la empresa un recibidor amplio con pisos de granito pulido lo recibe, con su carnet que lleva en el bolsillo izquierdo el caballero pasa por el lector digital, dándole la bienvenida.
Llega al ascensor y cinco personas ingresan con él, pero concentrado en su labor no pasó desapercibido, el aroma de una fragancia femenina, lo que permite que observé del lado izquierdo a una dama con su vestimenta elegante, como mirada imponente amplía sus ojos, dejando que los nervios no lo arropen, ya que siempre falla, al acercarse a una mujer.
En los segundos que se tarda en verla, la misma se percata fulminándolo con la mirada, hace una mueca de asco; antes que las puertas del ascensor se abran en el piso dónde bajan tres, incluyéndola. Enseguida, toca su frente reconociendo que las mujeres, jamás se acercarían por su aspecto físico, siendo gordo no atraería a nadie del ámbito femenino y con ello se percata, que debe bajar porque ha llegado a su piso.
Sus pasos son agiles, antes de ver a su asistente ser una persona mayor, que siempre ha sido fiel a la familia, lo observa y deja caer un suspiro de alivio por llegar.
—Qué bueno, que llega señor Claudio. — dice la mujer con cabello pintado de rojo.
Sosteniendo su portafolio, le da las siguientes indicaciones:
—Necesito que la reunión con los socios nuevos, se de bien, van cerrar el contrato dentro de una hora, terminaré de chequear los documentos ¿qué me tienes hoy? —señala del lado derecho.
—Seguro señor. — responde, para tomar los mismos papeles.
Él al verla ajetreada, decide tomar la mitad pasando juntos a su oficina esa que parece tan solitaria, sin nada, solo un escritorio de roble al fondo, además de una silla grande para su cuerpo, el espacio tiene cuadros de pintores artísticos con colores vivos, es coleccionista del mejor arte. Antes de ver a la señora Ana retirarse le da una última orden.
—Por favor, un café negro con tres cucharas de azúcar.
—Enseguida se lo traigo Señor. —responde devuelta, al pasar por la puerta.
Ya solo en su oficina, deja el portafolio en la mesa sacando una carpeta con lo que mostrará en la reunión; luego la cierra, para dejarlo en su lugar apartado de su escritorio, para nadie era un secreto que era torpe, por no mirar lo que tuviera al frente, así que buscaba la mejor forma de retirar cualquier objeto que lo hiciera tropezar.
Dentro de los veinte minutos siguientes, chequeo la mitad de la pila de documentos que recibió era bueno en su trabajo, estudio para ello, en el ramo de minería y piedras desde que era pequeño, sus padres fueron los mayores pilares en el camino, pero un trágico accidente en avión, corto con la vida de sus progenitores y desde entonces su abuela Lidia, lo termino de criar junto a su abuelo que falleció hace dos años, dejando otro hueco en la familia, pero no por ello la empresa dejo de avanzar, sino todo lo contrario crecía cada vez más.
El salario era gratificante, para los empleados de cualquier área todos conocían que su organización le brindaba beneficios de salud, alimentación y maternidad este último, para las mujeres que trabajan siendo al menos cincuenta, pero la otra mitad eran hombres.