Amo mi Peso

II

Tres semanas después…

Las lapsos fueron evolucionando, en la empresa de la familia Pauwels sus entregas en las cuatro sucursales que tienen, han expandido sus ventas en cuanto al diamante como la piedra de topacio, una pieza extraña que es de un color casi lila y que ha cautivado a más de un cliente entre: políticos, empresarios, como altos mando de influencia en la sociedad. Por su parte, Claudio sigue registrando sus cuentas como haciendo llamadas con los cargamentos en la bahía, para que llegue todo en orden y sin ningún retraso, antes de colgar, la puerta se abre por su secretaria que le trae el tercer café del día, lo toma para calmar su ansiedad ante el estrés laboral.

— ¡Perfecto! Les haré otra llamada, al saber el avance del desembarque.

Es lo último que dice, al colgar la llamada del teléfono de la oficina y tomar un sorbo profundo de su café, ese que le permite relajarse un poco, antes de mirar a Ana que niega, por su actitud tan relajada en su silla.

— ¿Qué?

Menciona algo confundido.

—Sabe ¿qué hora es? — le responde, pero él sigue en su posición esperando.

—No…

—Señor Claudio, recuerde que su abuela lo está esperando desde hace una hora. —le informa nuevamente.

Esa simple información, hace que se alerte dejando el café en su escritorio y verificando su reloj, siendo las seis de la tarde; bufa por lo bajo recordando la queja le hará apenas aparezca delante de ella.

—Tienes razón, debo irme. —agrega resignado.

—Debe darse prisa, su chófer lo espera. —recalca, logrando que se ponga de pie y tome su portafolio.

—Te lo agradezco y por favor no me pases llamadas, hasta que te avise. —dejo por sentado la orden, para ella estar de acuerdo.

Con algo de prisa salió de la oficina, para tomar el ascensor que le permitió ingresar aún con dos personas más, que se le quedaron observando de forma seria, haciendo caso omiso de la situación, espero unos minutos, hasta llegar a la planta baja; en dónde con el carnet le permitió salir y llegar a la puertas exteriores, su chofer leía distraídamente un periódico con las ultimas noticias de la ciudad, así que Claudio lo interrumpe, al tocar su hombro en efecto dobla el papel, para ir directo al asiento de piloto y su jefe ingresar a la parte trasera como colocarse el cinturón como medida de prevención.

Ya todo en orden, el auto se pone en marcha; logrando que media hora después llegue a la residencia familiar esa que dejo en la mañana, pero hoy su abuela le pidió venir, para hablar un asunto importante, el pelirrojo dio otra respiración profunda antes de bajar del auto y despedirse de su chofer, por hoy no iría a la empresa, cuando tenía reunión familiar era poco probable que volviera, ya que siempre debía estar en casa, para solucionar lo que pudiera enfrentar la familia, fue algo que aprendió, después de la muerte de sus padres.

Apenas hubo ingresado, le dejo el portafolio a una de las sirvientas del hogar que tomaron su sacó de igual manera para colocarlo en el lugar correspondiente, entonces se dirigió al jardín, ese lugar tan amplio; en dónde le gustaba estar por sus flores siendo los claveles el favorito que la abuela cultivaba siendo una maravilla, detalló su cuerpo sentado en una de las mesas con comida lista, el estómago de Claudio rujío por no haber ingerido nada en el almuerzo, siguió caminando, hasta quedar frente a la mujer que lo detalló con profunda seriedad.

— ¡Llegas tarde! — dice, con tono frío.

—Lo lamento… mucho trabajo. — se excusó, pero ella elevo una ceja inquisitiva.

—Mejor siéntate.

Tomo una respiración profunda, mientras se sentaba y colocaba la servilleta en sus piernas, para comenzar a comer la cena que tenía en el plato consistía en carne de ternera a la ciruela, papas fritas al estilo de la ciudad y ensalada granjera, con un vino tinto tan exquisito que se sirvió con gusto, observando que ella hacía lo mismo degustando los alimentos, el pelirrojo conocía de antemano como era el carácter severo de su abuela, era la única familia que le quedaba. Ya que su madre fue huérfana a temprana edad y su adolescencia la llevó a trabajar duró como estudiar, pero al conocer a su padre hijo de su abuela, la gran familia que con el pasar de los años, tuvo renombre le permitió tener una relación estable al conocer el amor, su abuela siempre declaró que su amor fue único y murió tan triste, conociendo que eran muy jóvenes aún, para que tuvieran un final de esa forma.

Hoy por hoy, la señora Lidia no deja de tener las sospechas de que ese avión fue saboteado, porque no hubo rastro de evidencia ante la explosión, quedando con sus dudas que aún no le permiten tener confianza en la gente, suele ser dura con todas las personas y más aquellas que solo desean, el dinero de la familia.

«Dios que silencio.» expresó en su mente Claudio, antes de mirarla.

—Abuela…

—No digas nada, sé que trabajas duro eres igual a tu Padre. —lo interrumpe cortando la carne, antes de llevarlo a su boca.

El pelirrojo deja la comida por un momento y junta sus manos entre sí, fijando su vista en ella que lo ve y deja de comer, pero antes que discuta decide hacerlo él.

— ¡Me disculpo! Por hacerte esperar. — fue sincero y ella asiente.




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