Among Us

3

Vehículos, casas, negocios, personas extrañas, pasaban a poca velocidad, indiferentes a mi dolor. Percibí mis ojos cargados de lágrimas pero me auto-convencí de que era por el viento. Aún así, no subí la ventanilla. Sentí que si me quedaba encerrado, no podría respirar.

El automóvil en el que íbamos paró en un semáforo y mi tía volvió a mirarme.

- Morgan nos está esperando. Me dijo que haría tu comida favorita. Aunque me pidió que no te dijera nada. Puedes decirle que ya comiste en el avión. Se lo creerá.

Su comentario me provocó una mueca, que quiso ser una sonrisa pero no llegó a serla. Mi tía intentaba hacerme sentir mejor y también me recordaba- aunque no hacía falta- que el desempeño de Morgan en la cocina era bastante desastroso. Pero por el solo hecho de saber que la pareja de mi tía se había estado esforzando para darme la bienvenida fue suficiente para mí. Decidí en secreto cenar aquella noche, simulando un apetito voraz. 

La verdad era que llevaba varios días sin comer bien. Tampoco me era fácil conciliar el sueño por las noches. Y el cansancio y la falta de energía ya se hacían sentir en mí. Aunque sabía que no había nada que pudiera hacer al respecto. Por las noches no dormía. Las dudas me carcomían: ¿y si era un error? ¿Y si no era su cuerpo el que tuve que reconocer aquella fatídica noche? ¿Si me equivoqué y mi madre realmente no se había muerto sino que estaba olvidada en una cama de hospital, sola y abandonada? Todos pensamientos que en penumbras parecían verdades absolutas pero que se derretían con la luz del amanecer y me hacían sentir además de culpable, estúpido. Era entonces cuando una sombra poderosa que parecía inmune al despertar del nuevo día me recordaba cuán arruinada estaba mi vida.

Parpadeé nervioso al pensar que en un par de horas me esperaba otra noche más en vela. Volvía a mirar a través de la ventanilla, buscando algo que me entretuviera brevemente. Era una técnica que hacía siempre para evitar que los pensamientos de miedo se apoderaran de mí. 

Y entonces los vi: unos ojos de un extraño color violeta, impactantes y poderosos, clavados en mí; pétreos, sin parpadear.

Quedé literalmente hipnotizado.

Y me olvidé del mundo, del dolor y hasta creo que, por un segundo, me olvidé de respirar.

 




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