Among Us

9

Más risas discordantes llenaron el frío ambiente. Intenté zafarme pero la mano de Steve se cerraba cada vez con más fuerza. Y cuando vi, por el rabillo por el ojo, que los otros dos se acercaban peligrosamente hacia mí, algo desconcertante sucedió de pronto.

No puedo explicar qué fue exactamente. Sólo sé que vi una intensa luz blanca, cegadora y fría me subió por los pies hasta envolverme por completo y luego se extendió en todas direcciones, como si fuera un relámpago.

Lo que sucedió a continuación fue todavía más desconcertante: la intensa luz golpeó a mis tres compañeros, como si fuera un látigo, arrojándoles hacia atrás- varios metros en el aire. Aterrizaron, segundos después sobre el capó de un automóvil que estaba estacionado en la acera frente al pub. La alarma del vehículo se encendió, tapando el ruido seco que habían hecho al golpear sus cuerpos contra el  frío acero. Las ventanillas volaron en miles de minúsculos pedazos, llegando incluso hasta donde Mew y yo estábamos. Sólo atiné a cubrirme el rostro. Sentí entonces que era jalado hacia atrás por una fuerza sobrehumana y me percaté que mis pies se despegaban del suelo y mi cuerpo era impulsado hacia arriba como si no pesara nada. Me encontré, segundos después parado en lo alto de una vieja escalera de incendios de un edificio, a unos veinte metros arriba de donde habíamos estado parados antes.

Me volví hacia Mew y noté que me sujetaba por la cintura. Y no sé si fue por la explosión de las ventanillas o por el extraño vuelo que acababa de hacer pero las piernas comenzaron a fallarme. Sentí que podía desmayarme en cualquier momento. Me aferré instintivamente al pequeños Mew. Y antes de que mis ojos se cerraran pasaron dos cosas: la voz de mi mejor amiga me llamaba urgida desde abajo, y los ojos de Mew, clavados en los míos, brillaron de una extraña manera. Por unos segundos- cortos pero que me parecieron eternos- se volvieron de un color rojo sangre, para volver luego a su tonalidad normal...

No sé cómo, pero varios minutos después, me encontraba en el automóvil de mi mejor amiga, con Jurgen al volante. Me frotaba las manos, casi compulsivamente, las cuales todavía parecían brillar con aquella extraña y cegadora luz. Aunque intuía que sólo yo la veía. No dormí absolutamente nada esa noche. Tampoco he podido olvidarme de esos ojos rojos. Ni del pequeño Mew, a quien no volví a ver más. Un mes después, yo dejaba el pueblo, junto a mi madre; convencido de que ya nunca tendría que regresar, pero sabiendo que aquel extraño incidente no me resultaría fácil de olvidar.




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