Capítulo 37.
Riley.
Hago todas las muecas posibles para no hacerle saber a mi padre lo horrible que le quedaron su intento de pancakes. Hace media hora que lo sirvió para mí y solo he podido comer dos bocados, con mucho esfuerzo.
No quiero decirlo en voz alta para no hacerlo sentir mal y no arruinar su ilusión de padre al hacérmelos, pero están horrible y puede que mi padre Roberto Smith sea un tiburón en los negocios y nadie se iguale con él, pero la cocina no es su mejor cualidad que digamos.
Los pancakes mucho menos.
Con toda mi fuerza de voluntad trago el pedazo de pancake en mi boca, su sabor es igual a de un carbón. Bebo casi todo el jugo de fresa a mi lado para quitar el sabor de mi lengua y siento que estoy a punto de vomitar.
El jugo está peor aún.
—¿Está delicioso?— pregunta esperanzado de una buena respuesta de mi parte.
Odio mentirle, pero no quiero romper su ilusión de padre.
—Bastante.
Respira con alivio y mira un momento frente a nosotros, sigo su mirada y veo al chico de las carreras y mi madre conversar animadamente sobre algo, ambos decidieron darme un espacio con mi padre para desayunar a solas, este es su último día en Italia.
Encorva una media sonrisa en sus labios.
—Debí aceptar la ayuda de tu madre Riley— dice. —. Así tendrías que disgustar unos pancakes deliciosos ahora y no esa cosa, lo siento amor.
—Enserio están delicioso pa— sigo mintiendo y llevo otro pedazo a mi boca. —, vez, lo estoy disfrutando.
Niega con diversión y aleja el planto de mi alcance. Suelto el aire contenido al ver que no le seguiré mintiendo y torturándome el estomago.
—Te enfermarás si lo continuas comiendo y mintiendo— su tono es calmado y compresivo.
Me sirve un vaso de agua fresca y me pasa una servilleta.
—Gracias.
—Perdón, quise hacértelos yo— su mano acaricia mi cabello ondulado. —, no quise dejarme humillar de una simple pasta italiana, mi orgullo no me lo permite o eso dijo tu madre.
Tomó su mano entre la mía dejándola descansar en mis piernas. Le sostengo la mirada con cariño, esta mañana al salir de mi habitación junto a Colin lo vi moverse con apuro por toda mi cocina, le pregunté curiosa a mi madre sobre eso y ella dijo todo lo que pasaba.
Mi padre despertó temprano como de costumbre, pero a diferencia de todos los días él no quiso saber sobre el mundo de los negocios, quiso hacer mi desayunó favorito y sorprenderme con ello.
—Nadie te humillo papá, tú mismo lo dijiste fue una simple pasta.
—Es simple, pero te encanto.
Unas sonrisa se escapa de mis labios al escucharlo, ya no está celoso del chico de las carrera ahora está celoso de su gesto conmigo.
—Un poco— admito apenada.
—Odio reconocerlo— resopla antes de continuar. —, pero el italiano te está corrompiendo amor, ya hasta te gusta la pasta.
Rio de ese comentario, todo esto es por la pasta que Colón preparó para mi anoche.
—No me gusta la pasta— le confieso y no es una mentira. Solo mi novio sabe cómo hacerla a mi gusto. —solo me gusta la que él hace, a Colón les quedan deliciosas.
Me mira con un brillo genuino en su mirada.
—No te equivocas, tu madre hizo que probara un poco cuando ambos se fueron a tu habitación y debo de admitir que el piloto sabe cocinar.
Vuelve su mirada al frente encontrándose con la imagen de de Colin y mi madre que ríen. Ambos supieron cómo conectar con el otro en poco tiempo.
Ayer mientras cenaba la pasta que el cuco de las carrera preparó para mí en compañía de mi madre, ella me habló un poco de cómo era Emilio en su juventud. Mi novio no se lleva mucho con su padre al tratar a una mujer y lleguen a pensar que por eso es odio de mi padre. Mi madre llegó a enamorarse de mi suegro, ambos saliendo por un tiempo no muy largo y no llegaron a más, mi madre me confesó que mi padre nunca lo permitió.
Por ello mi mamá no se inmuta al ver como su esposo trata a mi novio ahora, ella ya pasó por algo similar.
Entre Emilio y mi madre las casas cambiaron un día que mi suegro tuve un accidente en carrera, mamá no estuvo presente en el lugar en el instante y no se encontraba en Italia. Emilio fue trasladado a un hospital para ser atendido y ahí fue donde conoció a la madre de mi novio. Empanzaron a conocerse poco después y el resto es historia. Mamá estuvo feliz por ellos dos llegando hacer una buena amiga para Cosima.
Me hubiera encantado el poder conocerla, lo poco que ha contado Colin y mi madre de ella puedo deducir que era una persona increíble.
El pesado suspiro que libera mi padre me hace salir de mis pensamientos.
—No quiero que él te haga daña Riley— confiesa mi padre. Adoro su preocupación. —. Eres mi única hija y te he cuidado toda una vida, lo menos que desearía es que alguien te dañara.
Ahora soy yo la que respiro profundo mirada a mi novio a través del cristal que nos divide. Las palabras de mi padre me hacen sonreír.
—Lo amo papá.
—Sé que lo haces— responde con tranquilidad sorprendiéndome. —, mi preocupación es otra.
—¿Cuál?
Nuestras miradas vuelven a unirse y en ella veo todas las preguntas que no formula con sus palabras, cierra los ojos con fuerza un momento.
—Que él me quite el primer lugar— se detiene un segundo. —, que hagas que te olvides de tu padre.
—Eso no va a papá— digo y veo la tranquilidad posarse en su rostro. —. Aunque él no esté de acuerdo, tú siempre serás mi más grande amor.
No recibo palabra de su parte solo un beso en la coronilla de mi cabeza.
…………
Bebo de mi bebida refrescante sin borrar la sonrisa de mi rostro, Camil a mi frente está igual que yo, solo que sus ojos color miel son cubiertos por una gafas de sol Prada.
El clima frío de Roma nos abraza mientras descansamos en una pequeña cafetería, hemos caminado la mayor parte del tiempo desde que llegamos a la ciudad visitando cada tienda que se interponga en nuestro camino. Por eso es la mirada de todas a nuestro rededor, estamos rodeadas de bolsa de marcas de alto costo.
Nos sé como haremos Camil y yo para entrar todo esto en el Ferrari, no cuento con espacio para todo esto.
—Ya me imagino la cara de mi padre al ver la mínima suma que gasté de su extensión— expresa Camil con mucha diversión. —. Por primera vez temo que me regañe.
Muerdo mi labio reprimiendo una creciente sonrisa en ellos. Hoy si no excedimos con las compras, pero que se puede esperar de dos compradoras compulsivas como lo somos Camil y yo.
—Tienes la excusa de la apertura de la galería, tu papá no se enojará por ello y Bernardo te apoyaría.
—Sería una buena excusa para mí— acepta mi idea. —, pero ¿Tú que le dirás a tu novio?
Sonrió más amplio cuando lo menciona.
Colin está en Italia, mañana inicia sus prácticas para la segunda carrera de Italia y debido a ello cuenta con una agenda muy ocupada para estar aquí a mi lado. Dejo en claro su deseo de venir a la ciudad del amor conmigo y venir en modo de cita a la inauguración de la galería de Bernardo, Camil y yo lo acompañaremos esta noche al igual que sus padres.
Hice un trato con el chico de las carreras para que no dejara sus compromisos tirados por mí. Cuando le dije que vendría a Roma con Camil para la inauguración de su hermano, le comenté lo mucho que me gusta ir de compra al estar aquí, lo cual no es mentira, Roma siempre es especial. A Colin se le ocurriría la maravillosa idea de que me trajera conmigo una de sus trajeras de crédito y hacer uso de su dinero personal.
Al principio me negaba a esa idea porque es su dinero y se ha esforzado bastante por él con su carrera como piloto, además cuento con el mío personal y por parte de mis padres lo cual le he comentado en varias ocasiones, pero él no parece importarle que lo diga. Su parte del trato consiste en que gastará una cantidad absurda de su dinero para que él no apareciera en Roma y cumpliera con todas las entrevista para este día.
No sé con exactitud de cuantos dígitos sea la nada humilde cifra que gaste de su Black Card, solo sé que fui obediente con mi novio e hice lo que me pidió.
Acepte y cumplo mi parte del trato y él hasta ahora ha cumplido con la de él porque no ha venido. Compre en todas las tienda que fueron pisadas por mí. Hermès, Prada, Gucci, Louis vuitton y Chanel. También visité una que otra Joyería influenciada por mi amiga, compre algunas cosas que me encantaron al momento, pero en todas ellas hay una especial para él.
Y a diferencia de todo lo que compré hoy, el obsequio que tengo para él fue comprado con mi propio dinero y estoy muriendo por dárselo.
—El pedido de Colin fue claro Camil— le restó importancia. —, yo me encargaría de gasta una suma exagerada y el no vendría.
—Me gustaría que me hicieran ese mismo pedido— exclama una triste Camil.
Siento mi teléfono vibra en la mesa y lo enciendo sonriendo al ver su apodo en mi pantalla.
El chico de las carreras.