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Extra 2. Maldivas.
Riley.
Sonrió mirándolo a través de mis gafas de sol, alza su vista un momento de volviéndome la sonrisa muy pendiente de no ir a derramar ni una sola gota de mi jugo de fresa.
—Un jugo con muchas fresas para mi bella esposa— extiende la copa hacia mí.
Lo acepto sonriente.
—Gracias amor, ya moría de sed.
Se deja caer a mi lado sobre la tumbona. Deja un beso en mis labios posicionándose detrás de mí, recuesto mi espalda contra su cuerpo disfrutando del delicioso jugo que busco para mí y la bella vista que nos regala el atardecer en isla maldiva.
Hace un día que llegamos aquí y no hemos salido de la villa privada en la que estamos. Isla maldiva es nuestra primera parada de luna de miel y aunque solo llevamos un día aquí lo he disfrutado bastante. Solo estamos Colin y yo aquí, él pidió que nadie viniera a nada y que nos dieran total privacidad a ambos para disfrutar de esto.
Los dos hemos sido un desastre, desde que llegamos ayer en la mañana aquí.
Colin y yo no hemos dejado de estar junto desde que nos declararon marido y mujer. Me avergüenza admitirlo, pero con cada segundo que pasa solo quiero algo de mi esposo y él no se niega en dármelo cada vez que se lo pido y yo igual.
Como ahora.
Hace unas horas salimos de la habitación estamos en medio del mal solo nosotros dos. Lo único que nos rodea es agua y un bello atardecer que disfrutamos ver los dos juntos ahora o al menos yo, porque sus manos están más atentas a tocar todo lo que él quiera debajo de mi bata de baño. No me he molesta en colocarme uno de los cientos de trajes de baños que compré hace unas semanas con Camil y Mónica.
¿La Razón? Colin.
No hay prenda de ropa que no me haya puesto y él se haya encargado en quitármela al segundo, la mayoría han terminado rotas o perdidas por su culpa y temo que tenga que ir de compras otra vez antes de salir de aquí.
—Vamos a la habitación— propone rozando la punta de su nariz por mi mejilla.
Rio bajo por las cosquillas que producen el roce de esos movimientos.
—¿No quieres ver el atardecer amor?— digo girando mi rostro para verlo. El niega a mi petición. —. Es hermoso.
Insisto sin éxito.
—En la habitación veríamos algo más hermoso y más entretenido que solo ver el sol ser sustituido por la luna, pequeña.
—¿Te gusta esa habitación?— trato de distraerlo.
—Me gusta tú en la habitación— corrige.
No contesto bebiendo un pequeño sorbo de mi jugo y ofreciéndole a él para que tome. No hemos comido nada más que no sea el desayuno de esta mañana. No nos hemos preocupado por los alimentos, cenaremos más tarde en uno de los restaurantes de la isla.
Si nuestro cuerpo y deseo del uno al otro no lo permite claro.
Terminamos de beber el jugo entre ambos, las manos de Colín siguen tocado mi cuerpo a su gusto y yo sigo observando el cielo mirando el sol ocultándose de apoco entre las nubes anaranjadas.
Es hermoso, nunca me había detenido a ver un atardecer hasta ahora.
—¡Amor¡— chillo cuando sus manos se la ingenian para llegar hasta mi canal sin ninguna barrera que le impida entrar.
—Te amo— quita la bata dejándome desnuda.
Trato de cubrirme con la bata y el no me deja lanzándola lejos de nosotros.
—Colín cualquier persona puede verme desnuda por Dios santo— intentó hacerlo reaccionar y es en vano porque ya me tiene sentada sobre él.
—Estamos solo aquí capricho, nadie va a verte y si alguien lo hiciera lo único que pasaría por su cabeza sería ser yo y tenerte así.
Me besa sin dejarme hablar, con él no hay forma. Dos días siendo su esposa y enterada de ese detalle.
Suspiro deteniendo el beso, recibo las caricias en mi espalda y cabello esponjado.
—Que dice señora Prescott. ¿Quiere acompañar a su esposo a la habitación?
Niego sacándole un puchero.
—Lo quiero aquí amor, junto al atardecer— musitó besando sus labios.
—Lo que quiera mi esposa.
…
—Déjame ayudarte— se detiene detrás de mi ayudándome a comisar mi cabello mejor. Acabo de alisarlo un poco para nuestra cena. —. Listo.
—Gracias amor— deja un beso sobre él.
Mi cabello ha crecido mucho más en estos últimos cuatro años. Luego de que volviera a Italia con el chico de las carreras me dediqué a cuidarlo mejor. Colin también ha estado involucrado en eso y él mismo se ha dedicado a cortarlo cada vez que lo necesito.
Puede que parezca exagerado de su parte, pero yo dejo que lo haga. No hay centro de belleza que pisara en Italia que su único deseo era cortar más de lo que le podía permitir, así que agradecí al el hombre que ahora es mi esposo por tomarse su tiempo para cortarlo cada vez que lo requiere.
—Me gusta como luce hoy— pasa su mano.
—¿Enserio?
—Si, se ha encogido un poco por tus rizos naturales, pero aún así me gusta como se ve amor.
Me empino besándolo. Ya lo dije, solo tenemos un día en maldivas y no me he molestado en secar mi cabello y peinarlo como acostumbro. Lo he dejado secarse al aire libre y así será por esta semana.
—¿No se ve mal?— inquiero.
—A usted nada se le ve mal señora Prescott— me beso. —. Absolutamente nada.
Continuamos nuestra pequeña sesión de besos y carias, sonrío a medio beso apartándome del mi esposo y sus manos inquietas que ha iniciado su búsqueda por todo mi cuerpo. Tardo unos minutos en convencerlo de salir y ver
La isla como él me lo prometió al llega.
Estoy por poner un pie fuera de la habitación cuando su mano se cierra al rededor de mis brazos jalándome dentro pegando mi cuerpo de la pared y colocando sus manos a los lados de mi cabeza dejándome sin escapatoria. Curvo una sonrisa captando su atención en mis labios unos minutos.
—Vamos a salir Riley.
—Si— susurró con seducción.
El cierra los ojos con fuerza unos segundos. Nuestra luna de miel apenas comienza y yo deseo que esto nunca acabe. Colin y yo tenemos mucha conexión, el me escucha mientras le hablo sobre cualquier cosa que quiera y yo igual. Estamos pendiente el uno del otro en todo momento y no hay nada que haga que no piense en él y como le afectará. Me gusta esto que tenemos y me gusta que él sea mío, que sea mi esposo y yo su mujer. Pero lo que más me gusta es como somos juntos, más allá de la compresión y conexión que tenemos entre ambos, es como funcionamos juntos.
Mi esposo es un hombre muy exigente a la hora de estar conmigo y a mí me fascina complacerlo en todo. Hemos tenido muchas conversación sobre el tema sexual antes, más impulsada por él. Él me deja en claro lo que quiere y yo le hago saber lo que necesito.
—No quiero salir de esta habitación capricho, solo lo hago porque te lo prometí al llegar aquí.
—¿Por qué no quieres salir amor? Va hacer divertido.
Se acerca acariciando mis labios con su aliento.
—Puede que nos topemos con uno que otro reportero fastidioso, un aficionado del mundo del motor y querer arruinar nuestra cita por un autógrafo…
Si eso es otro problema aquí.
En los últimos años Colin ha odiado que no nos den privacidad cuando salimos e intentamos pasar un momento agradable como una pareja normal. Entiendo su frustración en esto, tener reportero cada segundo de tu día no es divertido.
Yo también he comenzado a odiarlos. Desde que Colin hizo pública nuestra relación no he tenido paz. Ya ni siquiera sé lo que es pasar un día fuera del ojo de un lente que capture todos mis movimientos y mí día a día. Y más después de que no me dejaran ir a la academia de ballet.
Ese era el único lugar en toda Italia que tenía paz de todos ellos, hasta un día que supieron en cual academia iba y se dedicaron a esperarme fueran. Yo no le reste importancia pero Colin sí.
Un día normal llegué a la academia y los ignoré a todos como de costumbre, al terminal mis prácticas salí con Camil y mi cuñado para dirigirme a mi auto y llega al departamento de Colin. Ellos comenzaron hacer preguntas de mi propuesta de mano que había sido semanas antes, no contesté porque Mónica nos tenía prohibido hablar de eso al público, pero ello no lo entendieron y no respecto espacio personal.
Un error.
Uno de ellos me retuvo a la fuerza sin déjame entrar a mi auto y por más que luche no iba a poder con un hombre que me cuadriplicaba la edad y el tamaño. Enzo llegó para ayudarme y poco después Colin llegó para recogerme y volver a casa juntos. Se enteró de todo lo que estaba pasando y las cosas no terminaron muy bien para ello.
Emilio, Colin y mi padre hicieron que el estado de Italia pusiera una especie de protección sobre mí y mi cuidado. A mi padre no le agradó mucho saber que yo no tenía privacidad ni seguridad en las calles italianas pidiéndome volver a Estados Unidos y me negué. No quería alejarme de Colín. Dure un tiempo considerable con dos guardaespaldas que Colin puso a mi disposición mientras transcurría mi día y él estaba ocupado en las carreras. Mi padre se calmó con eso y la protección del estado dejando de insistir en sácame de Italia.
Colin no. Él aún teme que me hagan daño uno de los reporteros.
—Tú me proteges amor— le recuerdo con calma.
—No habrán autógrafos, no habrán palabras capricho. Este año es tuyo y mío. Nuestra luna de miel okey.
—Okey— le sonrió.
Pega su frente a la mí.
—Si te hacen daño no respondo.
Y no juega con ello, todo este tiempo ha odiado a los reporteros por solo quererme atácame a mí y lo entiendo.
—Estaremos bien amor, no tendrás que matar a nadie esta noche.
Ataca mi cuello sin responder.
—Quiero follar a mi mujer— dice en mi oído levantando cada vello de mi cuerpo. —. Esa sería una mejor cita y además tenemos que trabajar.
—¿Trabajar?— pregunto confundida.
Planta su rostro frente a mí reprimiendo una sonrisa.
—En nuestra hija. Ya quiero tenerla Riley y no se hará sola, Maya necesita de ambos, de ti y de mi.
—¿Sabes que me estoy planificando?— reveló lo que ambos sabemos y él parece ignorar.
—Si— suspira y se aleja extendiéndome una de sus manos. La aceptó dudosa. —. Sabes que soy rápido.
—¿Y estás viendo esto como una carrera?
—No, pero por algo soy campeón del mundo. Soy rápido y mis espermatozoides lo deben de ser igual, así que tu planificación sería como mi meta— escucho su clase de sexualidad ligada a las carreras. —. Mi hija alcanzará la meta y se formará aquí— toca mi vientre plano y libre de bebés. —, y luego yo la tendré en mis brazos y voy hacer un padre feliz, voy a darte cualquier cosa que me pidas luego de que me des a mi hija. ¿Qué me pedirás?