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Extra 5. Nuestros hijos caninos/ noche en las vegas. Parte 1.
Riley.
Escucho atenta mis clases de italiano a través de la IPad. Mantengo la cámara y micrófono apagado hasta que sea el momento para hablar. Hace poco que inicié con aprender el idioma ya que voy a vivir definitivamente en Mónaco y deberé de dominarlo a la perfección para cualquier eventualidad. He aprendido un poco más en lo que llevo a de relación con el chico de las carreras.
Él dominarlo me es algo difícil aún, no lo hago de todo a la perfección pero sé que con el tiempo y la dedicación que le pongo lograré hablar a la perfección el idioma de mi esposo.
—¿Ya te sientes lista para tener una conversación profunda conmigo Riley?— mi tutor de italiano.
Siento el bufido de Colín detrás de mí, está recostado sobre la cama. Su pasatiempo favorito es mostrarme sus celos con mi tutor de italiano. Colin jura por todo lo sagrado de esta tierra que él es más amable y paciente conmigo porque le gustó.
—Aún me siento nerviosa, pero confío en que lo haré mucho mejor que la última vez.
Veo una sonrisa decorar sus labios.
—Bien. No tenemos ningún problema en comenzar ahora— dice y siento el aliento de Colín rozar el óvulo de mi oreja. — Iniciare con algo simple.
Me preparo mentalmente para responder cualquier oración o pregunta que la dé en italiano.
—Ciao, come stai Riley?— lanza la primera y sonrió al entenderlo perfectamente.
Hola. Como estas Riley
—Sto bene. Come stai?
Estoy bien. ¿Tu como estas?
Le saco una sonrisa.
—Excelente capricho— alaga mi esposo orgulloso. Recibo un beso en mi mejilla de su parte y trato de sonreírle sin mostrar mis nervios.
—¿Te gusto?
—Me encantó— corrigiendo.
—Aún no digo mucho— reverlo apenada.
El le resta importancia dejando otro beso en mi mejilla.
—Dirás lo suficiente en su momento— consuela mi esposo.
—Muy bien Riley. Ahora mantendremos una pequeña conversación más profunda tú y yo— dice mi tutor y asiento aunque él no pueda verme.
Tengo la cámara apagada aún.
Asiento y el comienza hablar el idioma tan fluido como si se tratase de que estuviera cantando su canción favorita y se supiera cada verso sin equivocación. Yo por mi parte trata de no perderle el ritmo para entender todo lo que me dice y lo logro por un largo tiempo, no es hasta que la mano de mi esposo comienza a explorar el muslo de mi pierna descubierta.
Inicio siendo una caricia suave que ha ido subiendo de intensidad hasta llegar a donde quiere con un leve pero claro apretón.
Lo ignoro centrándome en mis clases de italiano.
—¿Esto no duraba solo una hora?— pregunta. Noto los celos en su voz. —. Ya debería de haber terminado.
—Él me lo informó antes de inicial, esta sería una clase larga.
—Mmm…— emite mirando la pantalla. —. ¿Tiene autorizado hacer eso?
—Creo que si— le respondo. —. Me he saltado varias clases de todos modos y debo de ponerme al día.
Mi tutor habla y no le prestamos a tención alguna.
—¿No puedes escaparte por hoy?— pregunta con malicia. Es lo mismo siempre, desde que estamos de luna de miel he propuesto más de diez clases y la pocas que suelo tomar termino abandonándolas antes que terminen.
—Ya hablamos de esto Colín, respetarías mis horarios.
—yo te enseñaría mucho mejor hablar mi idioma y de una manera mas atractiva.
Intenta persuadirme y me mantengo firme. Ya no quiero seguir dependiendo de nadie para habla italiano.
—Colín, estoy haciendo conversación por primera vez en italiano con él. No puedo abandonar así por así— niego al entender su referencia.
—Puedes despedirlo en cualquier momento capricho y dejar que yo sea tu tutor.
Niego y sus labios son decorados con una sonrisa. Ese ha sido su plan desde que supo que mi tutor sería una persona de género masculino y una mujer como él quería. Las puntas de sus dedos comienzan a descender por mis brazos despacio. Mi piel se comienza a erizar al ser consciente de lo que él está iniciando.
—Esta es nuestra luna de miel y debemos de aprovecharla— susurra. — Ven a la cama.
Sus dedos siguen bajando lentamente haciendo de ello una tortura a su paso. Juega con el borde del vestido floral corto escabulléndose dentro y en medio de mis piernas sin perder el tiempo.
—Quiero quedarme aquí y seguir mis clases— carraspeo obligándome a contestar.
—¿No vas a moverte de aquí entonces?
—No
Sus nudillos acarician mis pliegues a través de la braga, me veo en la inmensa necesidad de abrir más mis piernas provocando que sonría.
—Tengo la solución para eso— contesta.
Mueve mis bragas colocándola a un lado. Los besos en mi cuello inician con el ritmo de su respiración.
—Ahora quieres decirme cuál es tu comida o postre favorito— caigo en cuenta de lo que me pide mi tutor unos segundos después.
No lo estaba escuchando para nada.
—De acuerdo— respondo. Mi esposo aún mantiene los movimientos de sus nudillos sobre mis entrepiernas. Tiro mi cabeza hacia tras mirándolo con la súplica plasmada en mi rostro cuando comienza a presionar un poco.
—Adelante capricho, quiero ver cómo lo haces— me insista a seguir, pero sin detenerse.
Respiro hondo agradecido con la vida que mi cámara esté apagada. Esto sería lo más vergonzoso que me pararía en la vida.
Trato de olvidarme de Colin y su mano traviesa sobre mi sexo y me centro el recordar cada uno de los platillos que mamá preparaba para mí cuando era pequeña. Pasteles, galletas y panqueques llegan a mi cabeza llenándome de nostalgia al segundo. Era todo Lo que ella hacía cuando sabía que lo necesitaba.
—Me encanta mucho el panqueque estilo americano— digo en italiano con asentó casi perfecto.
Mi tutor me felicita con entusiasmo tras terminar. Mi esposo por otro lado, en lugar de felicitarme rasga mi ropa interior dejándome boquiabierta por el acto.
—¡Oye! ¡¿Porque hiciste eso?!— le reclamó cuando alza la tela de encaje negro a la altura de mis ojos.
La deja caer a un lado en el suelo para volver a querer meter su mano en donde estaba antes. No se lo permito cerrando mis piernas molesta.
—Estoy en clases Colín— le repito una vez más.
—Lo sé— besa mi hombro libre de tiro y cabello. — y seré respetuoso con eso.
—¿Crees que esto es respetuoso?— digo refiriéndome a lo que acaba de hacer con mi braga.
Asiente sonriente. No se siente para nada culpable de lo que acaba de hacer.
—No tienes que preocuparte por nada ¿Si? Tu solo habré tus piernas— el mismo es quien la separa al tiempo en que lo dice. — Y solo concéntrate en decir cada palabra correctamente, yo me voy a encargar de lo que me pertenece y me apetece ahora.
Dos dedos de su mano derecha vuelven a retomar los mismos movimientos que hacía sobre mis bragas antes de romperlas. La sola idea de lo que estamos haciendo me hace desear más y tomar ese riesgo en este momento. Debo de estar loca por seguirle las ideas, pero tampoco puedo ocultar tan fácilmente lo que me emociona experimentar esto.