Amor a Ciegas

Prólogo.

"Conociendo un pedazo de ti"

— Sophia Daniels, ¿estas expulsada? —gritó mamá desde las escaleras muy molesta.

—Bien, no hay problema sabes... no es la primera vez

—Debería darte vergüenza tu hermano es un excelente persona y tú, Dios ¿cómo pude tener una hija como tú?

—Mamá, soy así y no puedes cambiarme con nada. Detesto ese sitio y si te hubieras tomado un poco de tiempo para conocerme sabrás porqué lo hago.

Tire de la puerta de golpe y salí enojada por la parte trasera de la casa, trepe una pared de bloques como mono que tapa la casa de mi vecina y caí en el césped de bruces.

Todo estaba igual desde que mi vecina murió era una señora mayor, ella vivía sola ya que no tenía hijos o eso creo, su patio cuando tenía vida era hermoso tenia rosas que siempre ganaban concursos pero al ella marcharse todo estaba deteriorado, este era mi sitio perfecto para escapar de mis problemas siempre.

Recorrí el sitio, era tan relajante y mi vista se topó con la casa de unos nuevos vecinos empecé a detallarla era azul celeste grande pero modesta por fuera, cuando llegue a la silla colgada del techo de esas que se mecen y están atadas a cadenas vi la figura de un chico, joven como de unos veinte años de piel clara, cabello oscuro y unas gafas negra y bastón. Caí en la cuenta de que era ciego es algo que solo con verlo uno lo nota, me gire a ver mi casa pero sabía que si volvía me seguirán insultando y comparando con mi hermano mayor así que me gire en mis talones salte la pequeña cerca que nos separaba y ya me encontraba aquí frente a él pensé en saludarlo cuando él fue quien me habló primero.

—Hola, ¿eres de por aquí?

—Si yo mm, me llamo Sophia vivo a dos casas detrás de tu casa.

— ¿Enserio? qué bueno, ¿qué te trae por aquí?

—Nada, solo estaba en casa de mi vecina Lara y te note así que me acerque y ya. Es todo.

Solía ser muy sincera pero no era porque yo quisiera sino porque mi cerebro y mi boca casi siempre estaban desconectados.

Una risa casi celestial, porque era hermosa y sincera brotó de sus labios. — Ya veo, es bueno tener alguien con quien conversar casi nunca trato con alguno de mis vecinos.

— ¿Ah sí? ¿Eso a que se debe?

Tome asiento a un lado de él, y empecé a mirar a todos lados en busca de alguno de sus parientes, pero no, nadie estaba cerca y la puerta se encontraba cerrada.

—Bueno, digamos que — dio un suspiro cansado que me hizo mirarlo con detenimiento— no a todo el mundo le gusta hablar con un ciego ¿sabes?

—Persona discapacitada. —Comenté sin vacilar y nuevamente la risa delicada volvió a tocar mis oídos

—Da igual es lo mismo Sophia.

—No, no da igual. Las personas con retraso mental dicen "ciegos, sordos, mudos" las personas con suficiente inteligencia y amor a su prójimo dice persona discapacitada o solamente no decimos nada y las tratamos como lo que son "personas con corazón igual a nosotros"

Pude notar una hermosa sonrisa posarse en su rostro, era cálida y desbordaba alegría, ¿a qué se debía?

— ¿A qué se debe esa sonrisa?

Su risa era algo que me estaba gustando de tanto que reía —lo siento, como te he dicho no a todos les gusta hablar conmigo, pero tú eres sincera y a la vez amable, eres alguien de buen corazón

— ¡Já! ojalá mi madre pensara eso en vez de siempre compararme con su hijo prodigio

—Tú también debes ser su hija prodigio

—Si claro, puff, yo no soy el señorito Logan boxeador profesional y señor inteligente.

—No, pero eres Sophia, la chica de buen corazón y seguro de hermoso físico

—Tienes suerte de no poder verme, no todos piensan igual a ti.

Se giró levantando sus manos y empezó a tocarme la cara con la yema de sus dedos, me deje llevar por que sabía que hacia me estaba reconociendo por medio del tacto, lo había visto en una o dos películas quizás.

—Listo, está dicho. ¡Eres hermosa!

Dejé escapar un risita nerviosa, puesto que no acostumbro a escuchar cosas lindas sobre mí —gracias, amm, disculpa ¿cuál es tu nombre?

—Ah, sí me llamo Christian Páez y bueno am soy de aquí —señaló con su dedo índice el suelo

—Un placer Chris, ¿te puedo decir así? digo, no quiero gastar saliva

Ríe un poco, hoy estaba de buen humor —vale está bien y yo te puedo llamar ¿Sophi?

—Claro, suena bien. Cuéntame de ti, ¿qué haces acá solo?

—Am, eso. Mi madre salió a hacer unas compras y mis hermanos están en clases te cuento que... Tengo dos hermanos uno mayor y otro menor amm tengo veinte años, nunca he cursado estudios en otro sitio que no sea mi casa ni he leído algo que no sea en braille, no sé qué más contarte —rió corto y pausado— cuéntame de ti.

—Yo, mm bueno yo soy Sophia tengo veinte años y no vivo muy lejos, tengo mi madre que debe estar en casa maldiciéndome y tengo un hermano mayor de veintitrés años que a pesar de que es dulce conmigo siempre que mamá habla de él lo detesto.

— ¿Por qué tú mamá está maldiciéndote?

—Digamos que me expulsaron por cuarta vez de un instituto

— ¿Enserio? ¿Por qué?

—pues, sin querer queriendo incendie el baño de chicas —me encogí de hombros restándole importancia

—Eres rebelde chica— comenta en un tono juguetón que me hace sonreír.

—Si... algo así, dime algo interesante.

—No sé, mm amo cada cosa que puedo por el simple hecho de vivir a pesar de mi problema y que tú eres her...

— ¡Christian, cariño ya llegue! —gritó una mujer desde adentro

—Adiós Christian —me despedí antes de que la mujer creyera que era una invasora de casas y marche —otro día me contaras más.




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