Amor a Destiempo

Capítulo 2. Christian

Christian

—Señor Cock, su padre, desea verlo —anuncia mi secretaria Grace. Sonrío al saber que mi padre ha vuelto de su viaje. Estamos próximos a inaugurar otra sede en España y viaja todo el tiempo.

—Hazlo pasar Grace, por favor.

Me levanto a recibirlo como corresponde.

—Papá —exclamo, apenas lo veo entrar.

—Christian —siempre me saluda con un beso en la cabeza y un afectuoso abrazo con palmadas en la espalda.

—¿Cuándo regresaste, qué tal te fue?

Camina tomando asiento en uno de los sillones frente a mi escritorio.

—Apenas hoy en la mañana. Estupendo. La inauguración de la sede en Barcelona es un hecho.

—Gracias por eso —agradezco siempre el apoyo de mi padre en los negocios. Dentro de poco se va a retirar y dejar todo en mis manos, siempre me lo repite. Espero no sea en un futuro próximo, ya que aún necesito de él. Me ha preparado desde que era prácticamente un adolescente, apenas con noción de lo que quería ser en mi vida. Pero le agradezco infinitamente, pues seguir sus pasos me enorgullece enormemente.

—Nada que agradecer, siempre te apoyaré, hijo. En todo lo que esté en mis manos.

—¿Y cuándo es la próxima reunión con los inversionistas? —Pregunto sirviéndole un vaso de agua. Lo cuido todo el tiempo, sufre de problemas de tensión y no quiere beber agua ni comer sano.

—En un mes. Te quieren allá, quieren conversar contigo. Quieren saber quién es mi hijo.

Sonrío afirmando. —Eso es un hecho.

—Oye papá, quisiera hablarte de algo —declaro serio. Tomando asiento en mi sillón de cuero negro. Lo cierto es que siempre estoy pidiéndole su opinión a la persona más importante en mi vida, y ese es mi padre. Este hombre que ha sido mi ejemplo, que me ha dado la mejor vida desde pequeño. Él y mi madre han sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Dios me bendijo al haberme puesto en la vida de ambos. Me dieron tanto amor y tanto cariño desde que salí del orfanato aquel día. En donde un pedazo de mi corazón había dejado en ese lugar.

Ese lugar que no pude olvidar a pesar de los años, del tiempo, no la pude olvidar a ella a pesar de todo. Y aunque había hecho mi promesa y esa promesa no la he olvidado, nunca pude encontrarla. La busqué prácticamente por todo el mundo. Sin importar los obstáculos que debía atravesar para encontrarla, no pude dar con ella jamás. Fue como si la tierra se la hubiera tragado.

Volví, claro que lo hice, unas semanas después mis bondadosos nuevos padres me volvieron a llevar para ver a mi amiga Nina, pero ella ya fue adoptada. Fue tanta mi alegría, al igual que mi tristeza. Alegría al saber que ella ya pudo al fin tener una familia y tristeza al saber que no pude volver a verla. Si algún día la vuelvo a ver solo espero verla feliz y cuidarla como siempre se lo prometí. Pero ahora tengo un amor, Alice, ella es mi presente y mi futuro.

—¿Hijo? ¿Estás bien? —escucho vagamente la voz de mi padre y vuelvo a mi realidad.

—Perdón, me había quedado pensando en algo. Padre, lo que quiero decirte es que, quiero casarme con Alice, quiero proponerle matrimonio.

Mi padre aprieta sus labios entre sí.

—¿Estás seguro Christian? ¿No quieres esperar un poco más? Digo, aún eres joven, estás terminando tu maestría, luego quieres hacer tu doctorado. ¿No te parece un poco apresurado?

Suspiro hondo negando. —No, creo que es el momento justo. La amo, Alice, es una buena chica, de buena familia, no encontraré otra mujer como ella. Es comprensiva y me apoya mucho. Casarme no será impedimento para nada.

—No hay discusión en eso, hijo, Alice es una buena chica, de buena familia, de buena posición social.

—Sabes que para mí eso no es importante.

—No, en efecto, hijo, pero para tu madre lo es. Y Alice es la indicada para ti, en ese sentido. Además, que su madre es muy amiga de la tuya.

—Por eso mismo padre. Creo que todo encaja a la perfección. Nos amamos ¿Y para qué esperar?

Mi padre afirma seguro. —Entonces, tienes mi bendición por supuesto hijo. Te apoyo en todo lo que tú creas, que está bien, sabes que estoy muy orgulloso de ti y que todo lo que haces lo haces bien, no hay nada que reprochar.

—Eres el mejor.

Mi padre sonríe, luego palmea sus piernas y se retira de la oficina. Suspiro hondo antes de hacer lo que ya tengo decido.

—¿Claudia estás disponible? —Pregunto al marcar el número de mi amiga.

—Iré en media hora —cuelgo la llamada, ajusto los botones de mi chaqueta al levantarme.

—Grace, saldré un momento —aviso pasando frente a mi secretaria, quien solo recita un sí señor.

Escribo un mensaje enviándoselo a Alice, mientras bajo hasta el estacionamiento.

Sonrío al recibir su mensaje al instante. Marco su número y ella me contesta al segundo tono.

—¿Cómo está la mujer más hermosa de Norteamérica?

Ella echa una carcajada. —¿Solo de Norteamérica, Christian?

Ahora soy yo quien ríe. —Del mundo mi amor.

—Espléndida, aquí tomando sol. Amo el verano.

—Y yo te amo a ti. Escucha Alice, quiero invitarte a cenar hoy.

—¿Hoy? —El elevador se abre y camino a pasos presurosos hacia mi auto, donde mi chófer me abre la puerta. Observando a mis guardias rodearlo resguardando mi seguridad. Siempre pensé que papá exageraba, pero cuando hace unos años sufrí un atentado, ya no tomo en broma mi seguridad ni la de mi familia. Siempre estoy rodeado de muchos guardias. Y son rigurosamente investigados antes de ser contratados.

—¿Por qué, tienes otros planes bebé? —pregunto subiéndome a mi nuevo Rolls Royce Phantom.

Soy un gran coleccionista de autos de lujo. Sí, me gusta hacerlo. Me gusta gastar grandes sumas de dinero en eso, es una obsesión que he desarrollado desde pequeño por los autos de colección.

—Tenía una noche de chicas con amigas.




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