Christian
Pestañeo, una y otra vez tratando de asimilar lo que acaba de pasar ahora mismo, quisiera que fuera una broma de mal gusto, pero no veo ninguna sonrisa en su rostro, más bien desconcierto y vergüenza.
—¿Alice? ¿Es en serio? —vuelvo a preguntar incrédulo. Esperando esa carcajada como ella siempre acostumbra luego de una broma, la cual nunca llega.
—Escucha Christian —me toma de las manos levantándome, me olvidé que seguía de rodillas, estaba haciendo el ridículo y las personas me estaban mirando.
—De eso quería hablar contigo, lo siento, pero creo que no estoy lista para una relación ahora mismo, y ahora esto —señala con la mano—, me pides matrimonio y yo ni siquiera quería seguir con este noviazgo.
—No puedes decirme esto. Tiene que ser una broma Alice, ¿Estás terminando conmigo?
Ella inclina la cabeza guardando silencio, mientras yo intento procesar todo esto. Imaginé un escenario totalmente distinto en mi mente. No esta catástrofe. Ella, ella simplemente está terminando conmigo.
—¿Esto era lo que tenías para decirme? —pregunto sentándome de nuevo en la silla frente a ella. Más bien desplomándome, girando levemente el rostro para ver a las personas mirarme con un poco de pena. Sí, pena al ver que he sido rechazado en una pedida de matrimonio. Observo el anillo que tengo en la mano y cierro la cajita negra de terciopelo.
—Christian, somos muy jóvenes, tú tienes 25, yo apenas tengo 22, aún estoy en la universidad, ¡Dios! Tengo tantos planes. Viajar, aún quiero salir a bailar con mis amigas, aún quiero sentirme libre. Soy prácticamente una niña que aún quiere vivir.
—¿Conmigo te sentías atada?, ¿Es eso?
—¡Dios! No, no es así Christian, nunca insinué eso. Lo que quiero decir es que casarme ahora mismo no está en mis planes, no me veo cocinando para ti, o esperándote cada noche para cenar o estar con una sonrisa esperándote solo por obligación ¿Me entiendes?
—No, realmente no, Alice, porque yo sí quiero todo eso contigo, yo sí te amo y no lo haría jamás por obligación.
Ella suspira hondo y se levanta de su silla, coge su pequeño bolso y… —No, no te preocupes, pediré un taxi —declara al ver que con prisa también me pongo de pie.
—¿Te vas? ¿Así nada más Alice?
—Lo siento mucho Chris, en verdad te quiero, eres un hombre excepcional, cualquier mujer querría estar contigo. ¡Dios! Eres maravilloso Christian, pero no es mi tiempo para amar. Y estoy segura de que tú te mereces un bonito amor, no a mí.
—Pero no la mujer que yo quiero —respondo devastado. Jamás imaginé esto. Ni en mil años imaginé que ella me terminaría en el mismo día en que yo le propuse matrimonio.
—Está bien, entiendo perfectamente —digo indignado.
—Por favor Chris, no quiero que esto termine mal, podemos ser amigos.
Sonrío de forma irónica. ¿Amigos?
—¿Crees que podría ser amigo de la mujer que amo?
Llamo a la camarera para pedirle la cuenta
—Vamos, te llevo a tu casa.
—No es necesario, yo puedo pedir un taxi, no te molestes.
—Soy un caballero ante todo. Te llevo a tu casa Alice. Yo te traje, yo te llevo a tu casa. Y ya no te vuelvo a molestar.
Ella niega agitando su cabeza y camina presurosa para salir del restaurante, mientras yo la sigo sintiéndome realmente patético. Le he pedido matrimonio y jamás imaginé que sería rechazado y para variar me terminó. Terminó esta relación de tres años.
Con prisa, Garret le abre la puerta.
—Lleva a la señorita a su casa —digo manteniendo la puerta abierta, con las manos puestas en él. Ella parpadea mirándome con sorpresa.
—¿No vienes?
No digo nada y cierro la puerta un poco más fuerte que de costumbre.
—¿No vendrá, señor? —pregunta mi chófer.
—No, caminaré. Los muchachos me llevarán luego —informo y él asiente sabiendo que me refiero a mis guardias, quienes no me dejan solo ni por un momento.
Me quito la chaqueta porque comienza a asfixiarme de pronto, revuelvo mi cabello mientras camino sin rumbo fijo. Siento una opresión en mi pecho. Imaginé otro escenario, imaginé la inmensa felicidad de Alice al recibir mi propuesta. Imaginé estar casado en unos meses. Ella vestida de blanco y yo esperándola en el altar. Pero ella tenía otros planes. Al parecer nunca me amó como yo a ella, eso está claro.
Pero no la culpo, tal vez era yo quien no quería ver qué ella no era feliz a mi lado. O no quería estar atada a una relación. Era yo el único que quería formar una familia y una vida a su lado. Pero eso se acabó, no más. No más Alice en mi vida, no más amor en mi vida. ¡Maldita sea! ¿Por qué carajos tuve que enamorarme de la mujer equivocada? Porque era la equivocada ¿Verdad?
Llego a mi departamento lanzando mi chaqueta en mi cama, camino hasta mi ventana donde apoyo ambas manos inclinando mi cabeza. No puedo creer que mi noche terminara de esta manera.
Al día siguiente mi humor no era el mejor. Todo me molestaba, absolutamente todo, buscaba cualquier excusa para levantar la voz a cualquiera que ingresaba a mi oficina.
Cuando mi teléfono suena y hastiado respondo de mala gana. Es mi secretaria, ella no tiene la culpa de nada, lo sé, de hecho nadie la tiene, pero no pudo evitar sentirme de esta manera.
—Señor, su madre se encuentra aquí y quiere verlo.
Suspiro y exhalo profundo recostándome en mi silla.
—Hazla pasar —digo apretando mis dedos en mi sien. La puerta se abre, escucho los tacones de mi madre resonar en el suelo mientras mantengo los ojos cerrados. El dolor de cabeza me va a matar y por algún motivo, por mi lado masoquista, no he tomado ningún analgésico para calmarlo.
—Mi amor, ¿Qué sucede? —mi madre camina rauda llegando hasta mí, baja su bolso sobre uno de los sillones frente a mi escritorio. Abro los ojos y ella toma mi mano.