Amor a Destiempo

Capítulo 6. Conexión

Alaska

Suspiro pesado mientras observo la lluvia caer por la pequeña ventana de mi habitación. Una vez más he sido dejada de lado. Las chicas se habían ido al gran salón donde serán elegidas por hombres adinerados para ser prácticamente “compradas por el mejor postor” sin embargo yo sigo aquí, mis días continúan sin ningún propósito, no entiendo cuál es el mío en este lugar, hago las mismas cosas que todas las muchachas, pero cuando llega el momento solo soy dejada a un lado. Tal vez solo deba resignarme a vivir aquí, después de todo vivo bien, no me tratan mal.

Abro mi pequeño libro y comienzo a leer, no puedo quejarme de la vida que llevo aquí, Ágata es una buena persona, pero necesito saber que será de mi vida. 

Una hora después las risas y las voces en el pasillo de las habitaciones me obligan a cerrar el pequeño libro, dejarlo a un costado y levantarme para caminar hacia la puerta, abrirla y ver a las chicas reír juntas y entrar a sus habitaciones, me muerdo el labio con curiosidad, queriendo saber que fue lo que sucedió. Pero esperé y esperé y por más que lo hice, mis amigas no volvieron, estoy acostumbrada ya, siempre es así. Siempre se van y me dejan solas y de nuevo unos días después aparecen nuevas chicas para mis compañeras de cuarto.

Sin embargo, esta vez me armé de valor, de todo el poco valor que tenía y caminé hacia el despacho de la señora Ágata. Me detuve, di la vuelta e iba a volver hacia mi habitación siendo una cobarde, pero dije que no, que era hora de saber que es lo que Ágata piensa hacer conmigo. 

—Hola —saluda de pronto una pequeña y hermosa jovencita, no tenía aún dieciocho años. No sé que hace en este sector.

—¿Qué haces aquí? ¿Estás perdida?

Ella juega con sus manos inclinando la cabeza.

—Me escapé, pensé que había salido del instituto pero veo que sigo aquí, solo que en otro pabellón.

Aprieto mis labios entre sí, me inclino tomando sus manos. —Tranquila, no te va a pasar nada malo —acaricio su cabeza.

—Me han dicho que aquí nos pasan cosas malas.

—¿Eres nueva? —inquiero. Ella mueve la cabeza afirmando. —Tengo miedo —declara.

—Tranquila, no tengas miedo, estarás aquí por mucho tiempo, aquí nadie te maltratará.

—¿Cómo viniste a parar aquí? —ella sigue sin levantar la cabeza.

—Mi tia me dejó aquí, y ya no volvió por mí.

Niego con reproche. Es lo que hacen la gran mayoría. Venden a sus propios hijos. Que pesar.

—Ven, te llevaré de nuevo a tu sector, no debes estar aquí, este sector es de señoritas.

La tomo del hombro y la llevo caminando mientras intento tranquilizarla diciendole que todo estará bien. Al menos por unos años en que permanezca aquí.

—No me dijiste como te llamas —declaro inclinandome a su altura.

—Me llamó Sophie —le acaricio suavemente la mejilla.

—Eres muy hermosa —me dice tocándome el rostro, yo pestañeo sin poder creerlo. Era la primera vez en toda mi vida que alguien me lo dice y se le siente sincera. Solo una persona me lo decía cuando era niña, tal vez solo para hacerme sentir bien.

—Gracias —respondo y ella me sonríe.

—Tú también eres muy hermosa —beso su cabeza antes de abrir la puerta que da hacia su sector.

—¿Puedes venir a visitarme para no sentirme tan sola? —pregunta con sus ojitos brillantes. Me recuerda tanto a cuando vivía en el orfanato y me sentía sola.

—Sí, encontraré la forma de visitarte —le regalo una sonrisa para reconfortarla.

—Adios —dice agitando una de sus manos.

Me quedo mirando por unos segundos y verla caminar por el pasillo. Suspiro hondo. Ojalá pudiera cambiar el destino de estás niñas y jovencitas. Quisiera tener mucho dinero para hacerlo.

Agito mi cabeza nuevamente negando y doy media vuelta para volver a caminar por dónde vine. Recuerdo para que iba caminando hacia esa dirección. Exhalo pesado y camino firme, decida. Hasta llegar a la puerta de la oficina de Ágata, levanto la mano para tocar, pero la puerta estaba entreabierta. Me permito escuchar dos voces, una es de ella y la otra es de un hombre con la voz gruesa.

Se me eriza la piel al instante y no tengo idea porqué. En lugar de abrir y pedir permiso para entrar, hago algo que está totalmente prohibido y si Ágata se entera me pondrá un duro castigo. Porque esto no es propio de una dama.

Pero la curiosidad puede más conmigo que pego mi oído a la puerta para seguir escuchando. No entiendo nada de lo que sucede. De pronto la voz cesa, la puerta se abre con brusquedad y mi cuerpo que estaba recostado en él cae precipitadamente al suelo y unos profundos ojos color miel se clavan en mí.

Christian 

 

—Buenas tardes señor Cook, me informaron que agendó una cita.

Ingreso a la oficina de la señora, madame Levine o como se llame, mientras detallo todo a mi alrededor para luego prestarle atención girando mi rostro y mirarla a la cara. 

—Buenas tardes —extiendo mi brazo para estrechar su mano en un saludo.

—Así es. 

—Bueno, tenemos los días de selección y venta, recién sería la semana siguiente, pero por usted haré una excepción.

Elevo una ceja intrigado. —¿Por mí? ¿Acaso me conoce? —ella solo sonríe. 

—A usted no, pero por el apellido sí, conozco a su padre, bueno, ¿Quién no? —guardo silencio observándola fijamente.

—Su amigo dijo que quería una dama de compañía y estaba interesado en escoger una, ¿Tendría algún gusto en particular? Así para agilizar el proceso, ¿O prefiere tomarse su tiempo y elegir?

Realmente fue una estupidez lo que Emet me sugirió. Esto es una locura, me siento como si estuviera comprando una mascota. 

Suspiro pesado antes de hablar. —Sinceramente no tengo idea de nada, ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí. Creo que por el momento no haré ninguna compra. No estoy interesado.




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