Amor a Destiempo

Capítulo 7. Me perteneces

Alaska

Mis manos, mis piernas y todo mi cuerpo tiembla mientras camino de nuevo en dirección a mi habitación. Ese hombre, ¡Dios! Fue como si lo hubiera visto a él, a Han, a ese niño del orfanato. No podría saberlo, pues es un hombre adulto, tiene una voz distinta, una mirada distinta, pero sus rasgos son parecidos a él.

Sacudo mi cabeza para dejar de pensar en tonterías. Han jamás vendría a estos lugares, él era un niño diferente a todos, estoy segura que se ha convertido en un gran hombre, con un corazón enorme, sé que posiblemente nunca se olvidó de mí, aunque tiene una nueva vida, sé desde lo más profundo de mi corazón que él, mi mejor amigo, nunca me olvidó. Y si algún día lo vuelvo a ver le diré que lo extrañé toda mi vida. ¿Pero quién es este hombre? ¿Por qué me sentí así al hacer contacto con él? Fue una sensación rara, jamás lo había sentido.

Ingreso a mi habitación recostándome en la puerta luego de cerrarla, echo mi cabeza hacia atrás y miro el techo.

Ágata me impondrá un duro castigo, lo sé, esto tenemos prohibido hacerlo, oír detrás de las puertas, sin embargo una gran curiosidad me embargó y no pude evitarlo.

Unos minutos después tocan mi puerta sobresaltándome al instante.

Mi corazón late muy a prisa y sin dudar giro la perilla para abrirla. Pestañeo varias veces viendo a Ágata parada frente a mí.

—Señora, no quise hacerlo, en verdad, yo… —intento excusarme con prisa para enmendar mi imprudencia.—Tonta, tonta Alaska, no debiste hacer eso que hiciste —ingresa molesta caminando hacia la ventana de mi pequeña habitación.

—Perdóneme señora, no volverá a ocurrir se lo prometo.

—Tú no entiendes, no se trata de que no volverá a ocurrir —gira sobresaltada mirándome a los ojos.

—Ese hombre… —corta sus palabras—, ese hombre te quiere a ti, Alaska, quiere comprarte a ti.

Pestañeo tan rápido que temo saldrán mis pestañas. Jamás imaginé lo que me estaba diciendo. 

—¿A mí? —pregunto sorprendida.

Ella afirma y vuelve a caminar nerviosa dentro de mi habitación mientras aprieta sus manos entre sí.

—¿Qué es lo que sucede, señora Ágata? ¿Quién es él?

Detiene sus pasos. Levanta la cabeza y me observa.

—Temo que tú misma algún día lo sabrás, Alaska, ahora quiero que me prometas una cosa.

—¿Qué…qué cosa, señora?

—Nunca, nunca jamás Alaska, le dirás tu verdadera identidad a ese hombre, ni a los que le rodean. Tú sabes lo que tienes que decir siempre, tu nombre es Alaska, ese otro nombre no existe —camina acercándose, apoyando sus manos a cada lado de mis brazos.

—Y por nada del mundo te quites tus lentillas. Prométeme Alaska —me sacude ligeramente de ambos brazos y yo estaba perpleja, ¿Por que tanto misterio? No sé nada, sin embargo muevo mi cabeza afirmando. —Lo prometo Ágata. Pero no entiendo muchas cosas.

—No es necesario, Alaska, es mejor así. Algunas veces ser ignorante de algunas cosas nos protege de otras.

Escúchame bien. Ese hombre te dirá muchas cosas, te dirá que le perteneces. Eso no es cierto Alaska, tú no le perteneces a nadie. No dejes que él sepa tu pasado. Ni nadie puede saber de dónde vienes.

—¿Del orfanato? —mueve la cabeza. —Nadie —repite.

—¿Qué quieres decir con eso? 

Suspira hondo. —Irás con él. No tengo otra opción. Debo dejarte ir

Christian

—Ella no tiene precio —declara la mujer mientras me quedo estático ante su respuesta.

—Pues la quiero a ella —me mantengo firme en mi postura. Quiero conocerla un poco más. Su nombre es bastante peculiar, me gustaría saber que tiene para ofrecerme. La dueña de este lugar gira dándome la espalda. Se le nota nerviosa por algún motivo. Pero no me iré de aquí sin esa muchachita.

—Le repito, ella no tiene precio. Puede elegir entre muchas otras, o puede retirarse, señor —dice tajante.

Camino hasta acercarme a su escritorio, apoyo mis dos manos en la madera e inclino mi cuerpo mientras ella me mira un poco asustada, tal vez, no puedo interpretar sus gestos, no la conozco para saber la respuesta de su reacción.

—Sabe lo que va a suceder con usted y con este lugar si yo dijera algo. Si yo quisiera, usted estaría en la cárcel. ¿Cree que es legal esto?

Ella endurece sus facciones. Sé que detrás de esto hay una gran mafia. Pero tengo que demostrar que yo también tengo poder sobre ella y por algún motivo sé que mis palabras le provocaron algo. Miedo, preocupación. No lo sé con exactitud.

—Le puedo ofrecer otra a buen precio, señor Cook, pero Alaska, ella no.

—No quiero a otra, es a ella o salgo de aquí y usted tendrá muchos problemas. Usted y supongo que su jefe. ¿O me equivoco?

Puedo ver cómo su pecho sube y baja por su respiración acelerada. Puedo darme cuenta como tiembla. 

—Su precio es muy alto —dice finalmente levantando el mentón.

—No me importa, ponga un precio, el dinero nunca fue un problema —declaro y tal vez no esperaba está respuesta. Tal vez pensaba que con eso me iba a hacer retroceder en mi decisión, pero no lo hará, al menos el dinero para mí no importa cuando yo quiero algo.

Pestañea con prisa, nerviosa, agitada. 

—Ella no le servirá de mucho, ella no está instruida como las demás señoritas. Perderá su tiempo, además no es tan bonita.

—¿Y quién es usted para decir si es bonita o no? ¿Cuál es el estándar de belleza para usted? Piernas largas, cabellera larga, ojos azules, piel blanca. ¿Cuál es su estándar? Porque yo no opino lo mismo que usted. Lo que yo ví era otra cosa. Ella es muy bella. 

Niega con movimientos leves. —Mejor ahórrese sus excusas e intento de persuadirme y dígame por qué no quiere ponerle un precio.

—No hay un motivo, ya se lo dije, señor. Ella no está instruida, no creo que le sirva de mucho.

—Eso lo decidiré yo —quito mi chequera de mi chaqueta con una pluma para escribir el monto. 




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