Amor a Destiempo

Capítulo 9. Encuentros fortuitos

 Alaska

Lo veo pasearse a lo largo y ancho de su cocina, mientras yo lo miro embelesada. Nunca había tenido a un hombre tan cerca de mí de esta manera. Decir que no siento nervios es mentira, agito mis pies debajo del mesón mientras me muerdo las uñas, no debería hacer eso, no es propio de una dama, si Ágata me viera ya me daría con la regla. <Pero, basta Alaska, ya no estás con Ágata, ella ya no tiene poder sobre ti>

Ahora lo tiene este hombre que aunque quisiera o debería sentir miedo de él por ser un extraño y no sé de lo que sería capaz, no lo siento, más bien me mata la curiosidad.

—¿Comes carne? —voltea de pronto escudriñándome con la mirada mientras mis ojos se perdían en su ancha espalda.

—Sí, sí —contesto relamiéndome los labios con prisa, mientras mi pecho latía muy rápido.

—¿Todo bien? —inquiere ladrando levemente la cabeza.

—Si —vuelvo a contestar con monosílabos.

—¿Es todo lo que sabes decir? Creo que debemos mejorar en eso, Alaska. Ya te dije que necesito una mujer, no un robots.

—Lo siento —él niega solamente y vuelve a girar. El olor de la comida inunda mi nariz y coloca un plato frente a mí. Se veía delicioso, no sabía en qué consistía, pero se veía y se olía delicioso.

—Vamos a cenar —toma asiento frente a mí luego de quitarse el delantal. 

—¿Te resulta fascinante lo que ves? —pregunta ladeando una sonrisa. Yo siento mis mejillas arder por ser tan obvia.

—Anda, prueba —indica y yo tomo el tenedor para probar un bocado y mi paladar degusta un exquisito platillo.

Cierro mis ojos y mi lengua se pasea por mis labios sintiendo como se derrite dentro de mí boca. Es lo más exquisito que comí en mi vida.

Abro los ojos unos segundos después para mirarlo directo a su rostro. Tenía la boca ligeramente abierta, el tenedor a medio camino. Tal vez no me di cuenta lo que hice.

Con vergüenza bajo el tenedor e inclino la cabeza.

—Veo que te gustó.

—Está delicioso.

Sonríe y asiente para luego seguir comiendo. Al terminar me levanto con prisa para llevar los platos al fregadero, tomó el suyo también y cuando me disponía a lavarlos siento su mano tomar mi muñeca.

Levanto la mirada y su altura me abruma, es bastante alto.

—No estás aquí para esto, déjalo, ya mañana el personal de limpieza lo lavará.

Intento replicar, pero mejor no lo hago, aquí las órdenes las da él.

—Vamos a descansar, Alaska.

Suaviza de nuevo su voz, creo que cambia de humor en un dos por dos. ¿Quién es en realidad este hombre? Me provoca mucha intriga y me recuerda tanto a Han. Aunque en carácter no se parecen en nada. Han era risueño, amable, cariñoso. Este hombre parece ser frío, algo arrogante, serio.

—Que descanses, Alaska —lo dice de forma suave y no puedo evitar sentir un leve cosquilleo en mi estómago.

—Tú también Christian —digo sin despegar mi vista de él. Finalmente es él quien gira y se aleja de mí por el largo pasillo.

Ingreso a mi nueva habitación y sonrío al ver lo bonita que era. La cama es tan suave y grande, la alfombra es delicada y la vista es preciosa desde la amplia ventana.

Observo mi pequeña maleta sobre la cama, no sé ni en qué momento llegó eso ahí. Reviso y lo primero que saco es mi peluche que lo traje conmigo. Tomo un pijama y mis cosas de aseo para tomar una ducha. Al ingresar al baño me quedo absorta, anonadada, el baño era del tamaño de otra habitación, tenía todo, hasta una jacuzzi. Toallas limpias, cepillos , crema dental, chanclas. Aquí podría vivir si quisiera. Esto es lujo en su máxima expresión. Me quito la ropa para disponerme a duchar sin perder tiempo. Lavo mi horroroso cabello aspirando el exquisito aroma del shampoo, el jabón también me encanta y me siento como si estuviera en un cuento, nada de esto parece real. ¿Será que esto les pasa a todas las chicas que son compradas? 

Me cubro el cuerpo con una toalla y salgo del baño quedándome estática en mi lugar al ver a Christian parado en mi habitación.

Sus ojos me detallan sin perder de vista nada, desde mis pies hasta mis ojos. Aprieto fuerte una parte de la toalla a mi cuerpo para que no se le ocurra caerse y mis ojos van a parar a la pijama sobre la cama. Sus ojos se desvían para posarla en el mismo lugar.

—Solo… —se acerca unos pasos, sus piernas son largas y solo da unos cuantos para posarse frente a mí.

Ladea su rostro y yo comienzo a temblar.

—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunto temblorosa.

Pero él no dice nada, solo alarga uno de sus brazos y comienza a acariciar mi piel aún algo mojada.

Eleva la mirada a mi rostro y luego se aleja como si tuviera algo contagioso.

—Solo venía a decirte que mañana temprano iremos de compras, buenas noches —declara saliendo de mi habitación como si alguien le persiguiera.

Inhaló y exhalo profundo, no me había dado cuenta que dejé de respirar. 

Cierro la puerta con llave y al día siguiente muy temprano escucho golpes en el. 

—Alaska, te espero abajo en veinte minutos —dice una voz ronca al otro lado.

Me despabilo saliendo de la cama con prisa y lo primero que hago es ponerme mis lentillas. Recuerdo cada una de las palabras de Ágata y aunque no tuve tiempo de preguntarle más nada, prefiero hacer lo que me dijo porque no sé lo que pasaría si no.

Me meto a la ducha y salgo en cinco minutos, busco entre mi ropa uno de mis vestidos y me los pongo. Me calzo con mi mismo zapato, ya que es lo único que traje. 

Mientras salgo con prisa de la habitación me alzo el pelo en una cola alta y bajo las escaleras. Él ya me esperaba con un café listo. Y me daba vergüenza porque debería ser yo quien le prepare un café o el desayuno en todo caso.

No hablaba y yo también me mantuve en silencio. Tal vez no le gusta hablar por las mañanas.




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