Amor a Destiempo

Capítulo 11. Una mujer

Alaska

Siento que hay algo más. Quisiera preguntarle la razón de porque me compró. Pero soy tan cobarde. Nunca tuve el valor de enfrentar a Ágata y preguntarle todo lo que sucedía conmigo, ahora ya no puedo hacerlo, es tarde, ahora me encuentro en la misma situación. Christian me tiene aquí por algún motivo y aún no sé cuál sea. Pero su actitud hoy frente a esas mujeres me decía que algo había.

La forma en la que una de ellas me miraba me hacía sentir incómoda y luego ese acercamiento de Christian.

Sacudo mi cabeza para dejar de pensar en tantas cosas, mi mente es un completo caos.

De pronto escucho la puerta de mi habitación, abrirse y por alguna extraña razón, mi corazón se agita al verlo entrar.

—Hola —saluda con esa voz ronca.

—Hola Christian —saludo regalándole una sonrisa, dejo mi libro a un costado del sofá.

—¿Qué tal tu día? —pregunta, pero sus ojos se posan en las bolsas de ropas que se encontraban en la cama, en el mueble y unos cuantos en el piso. Me sonrojo completamente, creo que me excedí al comprar tanto. Pero luego ensancha su sonrisa, lo cual logra que expulse el aire que tenía retenido.

—Necesito que te arregles, iremos a casa de mis padres, mis abuelos han llegado de Alemania —declara y me levanto con prisa, abriendo grande los ojos.

—¿A tu casa? —pregunto nerviosa mientras hago pasar el nudo que se me forma en la garganta. Él asiente levemente.

—Sí, Alaska, a mi casa —responde con la voz pausada, me gusta y me resulta fascinante la forma en la que habla tan calmado y me asusta también la manera en la que cambia tan drásticamente su voz, de pronto es suave y de un momento a otro es ronca, como si estuviera molesto por algo y también como arruga el ceño o sonríe despreocupado, en menos de nada he descubierto algunas cosas, pequeños detalles en él.

—¿Y como debo vestirme?

—Algo casual, solo es una cena, nada importante —contesta y juego con mis manos, un poco asustada. En cuestión de segundos sale de mi habitación sin volver a decir nada.

Decido ver los vestidos que había comprado para elegir el que más se adecue. En el instituto teníamos clases de etiqueta, como debíamos vestirnos para ciertas ocasiones. Aunque nunca tuvimos ningún vestido elegante, debíamos saber cómo vestirnos.

Opto por algo sencillo, pero elegante.

Luego de ducharme, peinarme y maquillarme ligeramente me coloco el vestido adherido a mi cuerpo y los zapatos.

Me observo en el espejo para luego sonreír a mi propia imagen. Me gusta lo que veo y espero que sea también del agrado de Christian.

Bajo las escaleras esperando encontrarlo abajo, y lo compruebo cuando mis ojos hacen contacto con los suyos. Siento algo caliente recorrer mi cuerpo cuando sus ojos me detallan desde la punta de mis pies hasta mi cabello.

Se apresura en tomar mi mano antes de bajar el último escalón de la escalera.

—No sé si es el atuendo correcto.

—Estás perfecta, Alaska —lo dice mirándome a los ojos y no sé cómo sentirme. —Debemos irnos —se apresura en decir alejándose de mí como si tuviera alguna enfermedad contagiosa.

Minutos después vamos llegando a una lujosa e inmensa casa. Mis manos no se quedan quietos, tiemblo, estoy muy nerviosa.

—Estoy nerviosa.

—No lo estés, déjamelo a mí. Tú solo sonríe y contesta algunas cosas. ¿Bien?

Sus palabras me provocan incomodidad, me pide que no actúe como robot, pero ahora quiere que me comporte como uno.

Me toma de la mano para bajar del auto y guiarme hacia la entrada de la casa. Varios guardias resguardan la casa, puedo notar la gran seguridad que hay aquí. ¿Quiénes son estás personas?

Al entrar escucho voces y mis ojos detallan la mansión.

Mis ojos se posan en un grupo de personas sentadas en la sala.

—Mi niño —exclama una mujer con una gran sonrisa. Y luego sus ojos se posan en mí y la veo caer desmayada en los brazos de un hombre parado a su lado.

— ¡Abuela! —exclama soltándose de mi mano y corre hacia la mujer. Yo me quedo parada sin saber qué hacer.

Ella reacciona luego de unos minutos, todos estaban preocupados por la situación de la señora ya mayor.

Y luego otra mujer me observa curiosa, yo no puedo dejar de mirarla también porque su rostro me resulta familiar, como si yo ya la conociera de algún lado.

— ¿Abuela, te sientes bien? —pregunta Christian y el señor mayor también me observa y arruga el ceño.

—Mi niño, mi niño —repite tocándole el rostro a su nieto. Y él le besa la mano repetidas veces. Pero me llama poderosamente la atención. Christian no tiene los rasgos de sus padres, mucho menos de sus abuelos. ¿Entonces qué sucede aquí?

—Mamá, papá, abuela, abuelo quiero presentarle a alguien —Christian me indica que me acerque a él. Temblorosa me acerco tomando su mano.

—Ella es Alaska, mi novia —su madre abre sus labios quedando tal vez perpleja.

— ¿Tu novia, Christian? —pregunta su madre levantándose.

—Si mamá. ¿Algún problema con eso?

—No, claro que no, ¿pero qué sucedió con Alice? —y ahí recuerdo el nombre que mencionó Cristian en la tienda.

—Alice ya es pasado mamá. Ella decidió terminar lo nuestro, ella continúa con su vida y yo con la mía.

La madre de Christian baja la mirada sin decir nada.

—¿Cómo te llamas jovencita? —pregunta la señora mayor ya recuperada de su desmayo.

—Alaska, señora.

—¿De dónde eres jovencita? —sigue con su interrogatorio.

—Es de Atlanta, Georgia, abuela —se apresura en contestar Christian por mí.

— ¿Cómo se conocieron, hijo? No me habías mencionado nada de ella —vuelve a reclamar su madre.

—Es amiga de Emet. Nos conocimos hace tiempo en una reunión y pues se dio entre nosotros, no hay mucho que decir mamá. Solo quiero que la acepten como lo hicieron con Alice.




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