Alaska
¿Por qué tantas preguntas? No entiendo nada. Gracias a Dios apareció de nuevo Christian a salvarme de su madre y abuela.
—Tranquilo hijo, solo estamos conversando con tu… bueno, novia, esto es realmente extraño Christian —menciona su madre mientras se rasca ligeramente la frente, no parece mala persona, solo esta un poco intrigada al igual que yo, y por más que intento no puedo dejar de mirarla, juro que yo la conozco de algún lado. O es que me estoy volviendo loca. ¿De dónde podría conocerla yo? Si nunca he salido de ese lugar dónde vivía.
—¿Cuánto tiempo se quedan abuela? —pregunta Christian y la señora sigue mirándome.
—Un par de semanas.
—¿Y el tío Lucían? —vuelve a preguntar Christian mientras se sirve un vaso de alguna costosa bebida.
—En su mundo —contesta la mujer sin dar muchos detalles. Cómo si no quisiera hablar de ese hombre. En verdad esta familia me resulta algo extraña. Tengo tantas preguntas que hacerle a Christian, sin embargo sé que no puedo hacerlo, yo solo debo seguir sus órdenes y nada más.
—Con permiso, vuelvo en un momento —dice finalmente la abuela levantádose y caminar alejándose de la sala.
—Creo que ya nos marcharemos madre, es tarde, volveré mañana a pasar tiempo con mis abuelos.
Gracias a Dios porque en verdad ya quería marcharme.
—¿Podría hablar contigo antes de que te marches hijo? —pregunta su madre mirándome por breves segundos.
Él asiente. —¿Podría pasar al baño un momento? —pido sintiendome realmente incómoda.
—Claro querida, aquí gira a la izquierda, hay un pasillo, en el fondo —me indica amable.
—¿Podrás llegar sola? —inquiere Christian hablándome con suavidad, pestañeo con prisa y luego muevo mi cabeza.
Mi corazón late muy rápido y mis manos pican por mis nervios. Camino con las piernas temblorosas buscando el baño cuando de pronto escucho el susurro de voces y de nuevo estoy haciendo mal, lo sé, pero me es inevitable quedarme a oír.
—Es su rostro, es como si la estuviera viendo a ella.
—Calmate Clarise, la vas a asustar con tantas preguntas, ni sabes quién es. Ya te dijo que tiene familia, tiene padres.
—Pero no me vas a negar que tú sentiste algo cuando la viste también.
—Basta, Clarise, basta, te estás volviendo loca mujer. Es la novia de tu nieto, nada más. No traigas el pasado al presente.
—¿Y si es ella, Cristóbal?
—Ella murió, murió Clarise, junto a su madre, murió, tú misma lo viste así que deja de ver fantasmas.
Apoyo mis manos en la pared sintiendo que voy a desmayar, con prisa me alejo antes de que me vean y camino hacia el baño.
Cierro al entrar y me recuesto en la puerta, observo mis manos las cuales tiemblan desesperados.
—¿Están hablando de mí? ¿Que tengo que ver yo con ellos? No, no hablan de mí, no puede ser, Alaska, mierda, ¿Por qué debes oír conversación de las personas?
Respiro una y otra vez para calmar mi ansiedad.
Vuelvo a salir del baño y camino con prisa hacia la sala, ya quiero irme de aquí, esta noche ha sido muy extraña.
—¡Estás discriminando!
La voz de Christian me paraliza. Me quedo de piedra detrás de la puerta.
—No, sabes que no, pero te mereces algo mejor.
—¿Cómo quién? ¿cómo Alice? Cómo la mujer que me dejó como un bufón frente a todos.
—Solo estás usando a esa pobre chica para darle celos a Alice, ¿Eso estás haciendo Christian? Porque no creo que apenas unas semanas y ya estés en otra relación con otra mujer.
—Madre, no quiero faltarte el respeto, pero eso es mi asunto, yo sé lo que hago con mi vida y Alice ya no tiene nada que ver en esto, así que te agradecería que no digas cosas que no sabes.
—Estas actuando mal, este no eres tú, yo crié un hijo sensato, que piensa y razona, no alguien que se deja llevar por los sentimientos y sus impulsos.
—Estas equivocada madre, Alice ya quedó en el pasado y ahora Alaska es mi presente, te guste o no. Y vas a tener que aceptarla.
Se hizo un silencio y solo incliné mi cabeza viendo mis manos.
Esto es algo que nunca va a acabar, siempre me van a descriminar por mi color de piel.
Sacudo mi cabeza, no dejaré que esto me afecte, ya no. Salgo de mi escondite y doy dos pasos para dejarme ver. La madre de Christian clava sus ojos en mí en tanto él gira a mirarme llegando con prisa a tomarme de las manos.
—Debemos irnos, nena —susurra y lo miro a los ojos, mi pulso se acelera cada vez que se acerca mucho, me provoca cosas que no puedo explicar.
—Como tú digas —contesto bajito.
—Fue un gusto, Alaska —declara su madre.
—El gusto es mío señora Cook.
Cuando giramos aparecen los abuelos y el padre de Christian, mi corazón se agita al recordar lo que escuché hace un momento.
—¿Ya se van? —pregunta la señora.
—Sí abuela, vendré mañana.
—Está bien cariño, es tarde, deben descansar, ¿La traes de vuelta mañana?
¿Vendrás de nuevo, Alaska? Tenemos tanto de que hablar —se acerca a tomarme la mano dejándome helada. ¿De que tendríamos que hablar?
—Abuela, ella tiene sus cosas, no puede acompañarme todo el tiempo.
—Clarise, nuestro nieto tiene razón —su esposo apoya una de sus manos sobre el hombro de la mujer y ella solo asiente levemente soltándome la mano, no muy convencida y yo estoy más confundida que nunca.
—Solo me gustaria conocerla más, ¿Hay delito en eso?
—No, abuela, claro que no, pero ya tendremos oportunidad de que ella vuelva a acompañarme antes de que ustedes se marchen de nuevo para Alemania.
—Esta bien, que tengan buena noche.
—Mamá, papá, buenas noches, gracias por la cena —expresa Christian.
Yo también me despido de todos y tomados de la mano salimos de la casa.
Ambos permaneciamos en silencio, yo no era capaz de decir nada, aunque moría por hacerlo y el nudo apresaba mi garganta. Quería llorar, eso no puedo negarlo.