La llegada
Dione
Después de dormir casi todo el viaje, finalmente llegamos a Mar del Plata. Eran pasada ya las 13 hs del mediodía, pleno verano, y el calor parecía querer derretirlo todo. Solo quedaba hacer una cosa: ¡ir a la playa!
Mamá nos esperaba en casa, ese dulce y caluroso hogar de siempre. Apenas cruzamos la puerta, me llenó de preguntas… tantas, tan seguidas, que no tenía ganas ni energía para responder. Dejé el celular cargando y me fui directo a prepararme.
Malla, bronceador, unos lentes de sol y una colita alta en el pelo. Me puse una mini de jean, una musculosa coral que resaltaba con el bronceado y las clásicas ojotas. Solo faltaba una cosa:
—¡¡¡VAMOS A LA PLAYA!!!
Mientras terminaba de alistarme, escuché a Calu y Nila charlando con mamá. De pronto, Nila soltó la bomba:
—Sra. Rina… Dione conoció a un muchacho durante el viaje.
Horrorizada, comencé a hacerle señas para que se callara. Pero era como intentar explicarle a un ciego por dónde caminar. Inútil.
Me acerqué rápidamente, fingiendo naturalidad.
—No conocí a nadie —dije con firmeza—. Solo tuve la torpeza de chocar con un chico en el restaurante donde cenamos, nada más.
Pero Calu no tardó en sumarse al ataque:
—¡Estabas colorada cuando volviste! Por más que haya sido un choque casual, te gustó ese chico. ¡Si se partía al medio! —dijo entre risas.
Me puse peor. Sabía lo que venía: una lluvia de preguntas por parte de mamá. Y sinceramente, no tenía ganas de contar nada… porque no había nada que contar. ¿O sí?
Salimos finalmente de la casa. Calu y Nila me miraban con cara de perrito arrepentido, pidiendo perdón con los ojos. Y claro… ¿cómo enojarme con estas dos locas?
Después de todo… ¿qué sería de mi vida sin ellas?
—¡¡¡VAMOS A LA PLAYA!!!