—¡Estoy embarazada! —declaré
Adriano estaba parado frente a mí, quedó inerte al escuchar mis palabras. Cuando le pedí que nos viéramos, no se imaginaba que iba a darle esta noticia. Él era un gran chef y desde que lo conocí una chispa surgió en mí, su atractivo, su carácter, todo era perfecto en él.
Iniciamos siendo amigos y cuando pensé que lo había logrado, que Adriano había puesto sus ojos, en mí apareció Allegra, una chica que venía de América pero con raíces italianas.
—¿Embarazada? —cuestionó —No entiendo por qué me lo dices.
—¿Estás de broma? ¡Es tu hijo!
—¡No, no, no! No me vas a incluir en tus problemas.
Quedé pasmada por lo que escuchaba. Adriano se estaba negando a su paternidad.
—¡Es tu hijo! —exclamé.
—Solo una vez nos acostamos, además tienes novio, ¿no?
Adriano se refería a Stefano, el jefe de Allegra. Él estaba muy interesado en ella, así que ambos nos unimos para poder separar a Adriano y Allegra.
Sé que suena cruel, no estaba muy orgullosa de hacerlo, por unos meses me convertí en esa mujer que hablan los libros: arpías insoportables, que se interponen al amor de los protagonistas.
—¡Es tu hijo! —repetí
—No me interesa Cecil, sea o no el padre, no tengo interés, tengo otros planes en mi vida y un hijo no está en mi lista.
En ese instante la imagen perfecta que tenía sobre Adriano se desvaneció como un diente de león frente al viento.
—No me interesa si quieres estar a mi lado, pero es tu hijo, quiero que tenga una relación con su padre.
—No me interesa, Cecil. —insistió. Sus palabras eran duras y frías. Tal y como se lo había dicho, no me interesaba que estuviera a mi lado, pero para mí era importante que conociera a su hijo. Pero escucharlo hablar de esa manera, me hacía ver que lo mejor era alejarlo de mi bebé.
—¡Vete de aquí! —exclamé.
—Lo mejor que puedes hacer es deshacerte de ese problema. Tu familia no va a estar muy contenta de recibirte de nuevo en Francia y mucho menos si saben que estás embarazada.
Tenía una familia muy tradicional, a mi madre siempre le importó la familia y soñó en que sus hijas se casaran y formarán una familia. Yo era el orgullo de mi familia, ya que a diferencia de mi hermana, terminé la preparatoria, culminé la universidad y viajé a Italia para mejorar mis habilidades en repostería, se suponía que iba a regresar con honores para poner mi propio negocio. Pero ahora, con un bebé, ese sueño iba a hacer mucho más difícil de lograr.
—No eres nadie para darme consejos —hablé—. Solo vete Adriano.
Él asintió y salió de mi apartamento. Cerré la puerta después de que este cruzara por el umbral. Me quedé parada por unos minutos, esperando que Adriano regresara y me dijera que había cambiado de opinión, pero era mucho más tonta por creer que eso pasaría.
Me derrumbé y caí en el suelo. Sentía tan decepcionada de mí misma, el amor hacia Adriano me cegó por completo y llegué a cometer terribles errores, ahora me encontraba sola y con un bebé en mi vientre.
Ni siquiera tenía en mente acabar con la vida de mi hijo, era mío y la única opción que tenía era regresar a Francia. Solo de imaginar la cara de decepción en mi madre, quería desaparecer de este mundo, pero no podría con esto, no podía hacerlo sola.
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Ahora tenemos la historia de Cecil.
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Editado: 03.07.2023