Amor a la francesa

CAPÍTULO 01

3 años después

—Esto está delicioso…

—Aimé, no hagas eso. —regañé a mi hermana. 

—Es que me encanta el fondant. 

—Pero es para mi pastel. —alejé el fondant de mi hermana. 

Estaba preparando un pastel especial para un cumpleaños. Era un modelo único de unicornio. Lo hacía de manera específica, ya que tenía semanas que no preparaba un pastel. Hacía postres desde mi casa, pero el negocio estaba cada vez más lento. 

Al inicio me iba muy bien, pero había meses como este en el que los pedidos eran tan escasos. 

—Deberías agradecerme, gracias a mí es que tienes este pedido especial. 

—Lo sé hermanita, no tienes que recordármelo a cada momento. 

Este era un pedido especial, el amigovio de mi hermana y esta era la primera vez que ella hacía algo bueno por mí. Pero cada vez que tenía una oportunidad me lo echaba en cara. Este pedido se trataba de un enorme pastel, con docenas de bombones. 

—Me encanta tener una repostera en casa —dijo mi hermana, mientras metía un bombón en su boca—. Es una lástima que seas una artista anónima. —salió de la cocina, sin antes tomar un segundo bombón. 

Es lo que siempre me decía, y lo lamentable es que era así. Estudié por muchos años para que todo el mundo me reconociera y ahora solo hacía pasteles y postres desde mi casa. 

—¡Ya regresamos! —gritó mi madre desde la puerta. 

—¡Estoy en la cocina! —exclamé. Mi madre, Caroline, llevaba en brazos a mi pequeña hija Anne. Salieron a dar un pasero, ya que tenía mucho trabajo por hacer—. ¿Qué tal les fue en el parque? —pregunté

—Anne se divirtió mucho en la resbaladilla, hasta hizo una nueva amiga.  

Mi hija tenía dos años y meses, era la adoración de la abuela, aunque no siempre fue así. Al regresar a Francia, ella fue la más feliz de verme, pero su cara cambió por completo cuando le conté la verdad. Estaba decepcionada de mí, y podía verlo en su rostro, ni siquiera me quede esa noche en casa, busqué un hotel y pasé unos días en ese sitio hasta que encontré una habitación, que podía pagar. Después de unos meses mi madre llegó a buscarme y brindarme su apoyo. Cuando Anne nació fue su adoración, ahora era imposible separarlas. 

—Me alegro de que la hayan pasado muy bien —mencioné. Bese la mejilla de mi hija, ya que no podía abrazarla.

—¿Dónde está Aime? —preguntó mi madre. 

—Creo que se fue a arreglar. 

—No me gusta la relación que tiene tu hermana con ese hombre, me preocupo por ella. 

—No deberías preocuparte por ella, sino por el pobre hombre, mi hermana lo está utilizando. 

Mi hermana, Aime, era una mujer sin escrúpulos, fría, calculadora, que solo buscaba a un buen postor para casarse, su intención era atrapar un pez gordo que le brindara las comodidades que siempre soñó, algo que para mí siempre pareció un acto inhumano, y sí podía sonar hipócrita después de todo lo que pasó con Adriano, pero en verdad yo lo amé. 

A diferencia de Aimé, que solo buscaba un beneficio propio, sin incluir sentimientos. 

—No hables de esa manera de tu hermana. 

—Sabes que estoy diciendo la verdad, que no quieras reconocerlo es tu problema. 

Para mi mamá era difícil aceptarlo, pero Aime era una mujer codiciosa. 

—Mamáááá —bostezó Anne—. Quiero dormir. 

—La abuela te llevará a dar una siesta, ya que mami está ocupada con unos bombones. —Besé la frente de mi hija y mi madre la llevó a su habitación. 

Era un gran esfuerzo para mí, sobre todo siendo madre soltera. Tenía el apoyo de mi madre, pero no era suficiente, básicamente mantenía la casa, mi hermana aportaba muy poco, podría decir que casi nada. Ella solo mantenía sus propios gustos y necesidades. Trabajaba en un salón de belleza, pero tenía gustos caros y su sueldo era básicamente para eso. 

—Dejaré a Anne en su habitación y vengo a ayudarte. —habló mi mamá y se encaminó a la habitación de mi hija. Vivíamos en una casa sencilla, era para lo que alcanzaba. Teníamos casa propia, pero nunca supimos que nuestro padre la embargó, así que pocos meses de estar de regreso en Francia, el banco nos quitó la casa, ahora rentamos.

Mi madre regresó a los pocos minutos para ayudarme a terminar. Una hora después el pedido estaba listo. 

—Pensé que no terminaría a tiempo. —resoplé. El pastel y los bombones estaban empacados, listos para llevarlos a la fiesta. Pero yo estaba llena de harina hasta las orejas. Fui de prisa al baño para tomar un baño de agua caliente. —¡Aaaaa! Aime, no dejaste nada de agua caliente —grité desde la ducha. 

Mi hermana era una desconsiderada, siempre hacía lo mismo.

Halé aire y me sumergí al agua fría. Titilaba de lo helada que el agua se encontraba. Fue un baño de menos de cinco minutos, no solo por la temperatura del agua, sino porque se me hacía tarde para llevar el pedido a la fiesta. 

Me puse un vestido de color blanco con flores de colores, me quedaba un poco arriba de la rodilla, ajustado a la cintura con una cinta de color rojo. Pues una pequeña boina en mi cabeza y la ajuste con un par de broches. 

Salí de mi habitación y me topé con mi hermana, quien también ya estaba lista para la fiesta.

—Me dijiste que se trataba de una fiesta infantil —mencioné. 

—Sí, es el cumpleaños de la sobrina de Bruno, una niña de seis años. 

—¿Y por qué vas vestida así? —inquirí. Aime llevaba un vestido largo, color aqua, con un corte a un lado de su pierna izquierda, tacones superaltos, joyería elegante en sus orejas, cuello y manos. En lugar de ir a una fiesta infantil, parecía que mi hermana iba a la entrega de los premios Oscar o Grammy. 

—Hermana; quien no muestra, no vende. Hoy tiene que ser el día en que Bruno me presente a su familia, lo que significa que nuestra relación pasará de informal a algo mucho más serio. 

Escuchar hablar a mi hermana era como oír a un robot sin sentimientos. Solo esperaba que estuviera tomando la sensación correcta. 




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