Amor a la francesa

CAPÍTULO 02

—Otro…

—Otro…

Varios niños se acercaban a la mesa, juntos con sus padres, para tomar los distintos postres en la mesa. Me sentía satisfecha con mi trabajo, los postres se estaban terminando y la fiesta iba por la mitad, eso solo significaba una cosa: mis postres les encantaban.

Esta fiesta se trataba de personas adineradas y podía deducirlo por su vestimenta tan elegante, ahora comprendía que mi hermana quisiera estar a la altura de ellos. Las chicas y las señoras más adultas, llevaban puestos, vestidos y bolsas de marca, los caballeros elegantes trajes. 

Esto era una fiesta infantil, pero parecía una cena con los reyes. 

—¿Puedo probar uno? —preguntó una mujer que se acercó a la mesa. 

—¡Claro que sí! —afirmé. Tomo uno de los macarons que aún quedaban en la mesa y dio una mordida. 

—Está muy rico, sabía que el hecho de que los niños estuvieran como agua en el desierto, significaba que estos dulces estaban deliciosos.

—Muchas gracias. —agradecí. 

—Soy Anais, la chef encargada de la comida. —La mujer venía vestida de manera elegante, y si mis cálculos no fallaban tenía más de treinta años. 

—Mucho gusto, mi nombre es Cecil. 

—Ya decía yo, tenías que ser francesa, no hay como los franceses para preparar estas delicias. 

Me sentía alagada ante sus palabras, muy pocas personas reconocían mi talento. Solo tomaban los pastelillos y los comían sin siquiera admirar un verdadero sabor. 

—Me alegra que le hayan gustado. 

—Un gusto conocerte Cecil, espero probar pronto tus postres. 

La mujer era muy amable y agradable, sobre todo con buenos gustos. 

—Mi paladar no podía mentir y eso se refleja en que los postres ya están por terminarse. —mencionó Bruno, quien llegó minutos después a la mesa de los postres—. No me arrepiento de haber obedecido a Aime, aunque a ella no es muy fanática de la repostería.

—¿Quién, Aime? —inquirí—. Ella adora comer postres, cada vez que preparo en la casa es la primera en comérselos. 

—¿Está segura de que hablamos de la misma mujer? Porque la Aime que conozco apenas e ingiere azúcar. —mencionó. Al parecer mi hermana sabía mentir y fingir muy bien—. Pero, espera, tú y Aime ¿comparten apartamento?. 

—Compartimos una casa y una misma madre. 

—Espera, espera, espera ¿Eres hermana de Aime? —preguntó—. Ella no te ha mencionado. 

—Supongo que mi hermana ha omitido muchas cosas más. 

—¡Bruno! Otra vez aquí —De repente mi hermana apareció. 

—No me dijiste que tu hermana era repostera. —mencionó Bruno. De inmediato mi hermana me dio una mala cara, como gesto de reclamo, pero después sonrió. 

—Es que a Cecil no le gusta que sepan que somos hermanas, no entiendo por qué. —Aime mintió delante de toda mi cara. 

—Pero, ¿por qué? 

—Bruno, tu amigo está aquí. —Intervino Aime— Dijiste que Bastian no vendría. 

—Eso fue lo que me dijo, tenía previsto regresar dentro de dos meses, pero al parecer se le ablandó el corazón. Voy a darle la bienvenida. 

Bruno caminó en dirección a la entrada del salón y olvidó el tema. Entre tanto, mi hermana se quedó conmigo. 

—No tenías por qué contarle sobre nosotras —mencionó Aime.

—Y yo no pensé que te avergonzáramos —Repliqué 

—No se trata de eso, pero… olvídalo. —Mi hermana se dio media vuelta y se dirigió en dirección de Bruno.

Conocía a mi hermana y era más que obvio que omitió su verdadera vida. Olvidé a mi hermana por un momento y me concentré en mis postres. Observé de nuevo la fiesta, los niños seguían jugando y comiendo de mis postres, pero los adultos actuaban raro. Vi varios grupos por todo el salón. Murmuraban y miraban en una sola dirección. Tal vez se trataba del amigo que mencionó Aime.

Después de una hora el momento de partir el pastel llegó. La cumpleañera estaba más que contenta con su pastel en forma de unicornio.

Desde lejos vi como todos cantaban y aplaudían. Mi trabajo aquí estaba llegando a su fin.

De repente vi como Bruno y mi hermana se acercaban. Ellos lucían como una pareja de modelos. Sus brazos entrelazados mientras caminaban al mismo compás. 

—Felicidades, todos tus postres estuvieron espectaculares —mencionó Bruno—. Incluso el grinch de mi amigo dio un halago a tus postres. 

—Puse todo mi empeño para que fueran especiales —respondí. 

—Bruno, ella es mi hermana Cecil —habló Aime—. Cecil él es Bruno, un amigo. —Nos presentó, pensé que nunca lo haría. 

—Mucho gusto. —fui la primera en hablar, extendí mi mano y Bruno la tomó, creí que iba a estrecharla, pero la acomodó y besó su dorso. Vi a mi hermana, estaba enojada, muy enojada. 

—Mi hermana es muy buena para hacer postres, a pesar de ser una madre soltera no se ha detenido para dedicarse a lo que más le gusta. —habló mi hermana. 

—¡Oh, ya veo! —expresó Bruno.

Mi hermana no iba a quedarse callada, iba a utilizar lo de mi hija en mi contra, para hacerme quedar mal. 

—Un hijo nunca debe ser un impedimento para lograr tus propios sueños. —hablé 

—¿Estás trabajando en algún restaurante? —preguntó de pronto Bruno. 

—No, todos los pedidos los trabajo desde mi casa. 

—Increíble, debes tener un equipo especial para preparar estos postres tan deliciosos. 

—Para nada, un horno casero y las herramientas básicas. 

—Es más increíble. Sabes, hace dos días despedí a mi repostero porque era un inepto si no te importa… Tenemos entrevistas el día de mañana, si te interesa te espero a las cuatro en el restaurante. 

Me asombré por la propuesta de Bruno. Antes de responder vi a mi hermana quien negaba con su cabeza, ella quería que me negara a la propuesta de trabajo. Incluso no tenía idea de que fuera dueño de un restaurante. 

—Bueno es que…

—No es necesario que me des tu respuesta en estos instantes, pero en verdad me gustaría que trabajaras conmigo, claro si te interesa, tienes muchos puntos a favor para ganar. 




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