Amor a la francesa

CAPÍTULO 04

—Lamento los inconvenientes —hablé. Me encontraba en el baño junto con Anais, quien me ayudaba a limpiar mi blusa con agua del grifo. 

—Los accidentes pasan, yo me disculpo por la actitud de mi amigo. 

—¿Él es tu amigo? —pregunté

Ya que era extraño que tuviera un amigo con esa clase de educación. 

—Somos amigos desde preparatoria, fuimos juntos a la universidad, pero en distintas facultades, en la universidad conocí a Bruno, quien también se convirtió en nuestro amigo. Y desde entonces mantenemos nuestra amistad los tres. 

—Pero no eres igual a él. 

—Que tenga una relación cercana, no significa que tengamos las mismas actitudes. Bastian es el hijo único de los Dampierre, nació en cuna de oro, a diferencia de Bruno y de mí. Es el heredero legítimo de todas las empresas de su familia, eso lo ha vuelto un poco arrogante, soberbio y engreído, como un Grinch como Bruno le hace llamar. —Un poco, ¿En verdad? 

—Lo sé, mucho. Casi no viene a la ciudad, es una sorpresa que este aqui, tardará unos días y tal vez vuelva en unos meses otra vez. Pero no es tan malo cuando te conviertes en su amigo. 

—No creo convertirme en su amigo, nunca. No me gusta tratar con personas con esas características. No me imagino lo que tiene que soportar su esposa. 

—¡Ja! Bastian no tiene esposa y nunca lo tendrá. Ese término no existe en su vocabulario. 

No quería ser una persona inhumana, pero al menos tenía conciencia de no tener a una mujer a su lado con tal carácter, nadie va a querer estar con él, sin importar que tenga millones en sus cuentas bancarias. 

»No podrás usar estar blusa —habló de pronto Anais—. Ponte el uniforme, nadie notará que no llevas nada puesto. —salió del baño y me dejó a solas. 

No tenía otra opción. Me coloqué la Filipina y el gorro, fue una gran decisión traer estas prendas. 

Al salir del baño, Anais se encontraba con Bruno. 

—Sabía que vendrías y me alegra que lo hayas hecho. —mencionó Bruno. 

—Gracias a ti por darme la oportunidad. 

—Me encantaron tus postres, pocas personas tienen la habilidad para sorprenderme y tu lo hiciste, además no me importa ayudar a la hermana de Aimé. 

No estaba orgullosa por eso.

—¿Eres hermana de Aime? —inquirió Anaís. 

—Sí, es mi hermana. —el gesto de Anais cambió por completo—. ¡Vaya! Los espero en el salón. 

Su actitud amable cambió por una más fría. Se dio media vuelta y salió por una de las puertas. 

—Mi amigo Bastian está entre el jurado, no estaba contemplado, pero, ya que se encuentra en la ciudad, quiso ser partícipe del reclutamiento. 

En mal momento se le ocurrió ser parte de esto. 

Me di unas palmadas mentales, el tipo era un egocéntrico y no era mi problema, mi enfoque tenía que ser la entrevista. Porque después de este día esperaba no volver a verlo. 

—La entrevista será distinta como las hacemos todos años, la primera prueba consistirá en la elaboración de un postre. 

Bruno me dio algunas pequeñas instrucciones, después nos dirigimos a la misma puerta por la que Anaís había salido minutos antes. 

Otras cuatro personas ya se encontraban en el salón, además de Anais y Bastian Dampierre. 

—Ya podemos iniciar. —indicó Bruno. Me coloqué a lado de uno de los reposteros. Bruno comenzó dando la bienvenida, junto con Anais. Entre tanto el señor Dampierre estaba muy entretenido en el teléfono, no entendía de porque se encontraba aquí si esto no le interesaba. 

—Todos tienen una hora para preparar un postre francés, no importa cuál, nos interesa saber su gusto culinario. —indicó Anais—. Seremos tres jueces en esa ocasión. Tienen todo lo necesario en la cocina y faltan cincuenta y nueve minutos para probar su postre. 

Los cinco caminamos a la cocina y empezamos. Por algunos segundos pensé el postre que debía hacer, elegí uno de mis favoritos; Mont Blanc. 

Miraba a los demás, se veían seguros de lo que hacían, mientras tanto mis manos temblaban. 

«Tú puedes Cecil» me animé. 

Puse mi empeño y evité mirar hacia los lados e incluso hacia el frente en donde se encontraban Bruno, Anais y Dampierre. 

Terminé el postre minutos antes y limpié mi área de trabajos a esperar que…

—¡Tiempo! —indicó Bruno. 

Terminé justo a tiempo. Los cinco llevamos nuestros postres al salón donde nos encontrábamos al principio. 

Los cinco nos colocamos detrás de la mesa y esperamos por los tres. Yo era la última. Dampierre iba por delante de Bruno y Anais. Pasaron con el primero y probaron el postre. No dijeron nada, continuaron de la misma manera hasta llegar con el cuarto repostero. 

Era mi turno, miré hacia el frente, evitando mirar hacia los a cada uno de los jueces. De reojo vi como Anais y Bruno acercaban su cubierto hacia mi postre. 

—Es todo —habló Dampierre—. Gracias por presentarse a la entrevista. 

Se alejó de mi postre y se puso al centro de la habitación. 

—Pero, no ha probado mi postre —intervine.

—Es suficiente para mí —exclamó—. Puede llevarse su postre a la cocina. 

Miré a Bruno y Anais, tratando de pedir ayuda. Pero ninguno de los dos dijo nada. Este tipo era un dictador, nadie se imponía a su voluntad. 

Tomé mi postre y me encaminé hacia la cocina. 

Me sentía humillada, ofendida y avergonzada, tanto así que sentí como mis ojos empezaban a nublarse. De inmediato me limpié los lagrimales. El día que Adriano me abandonó tomé la decisión de no llorar por la culpa de un hombre y esta ocasión no iba a hacer la excepción. 

Escuché la puerta de la cocina que se abría, me puse , me puse en una posición firme.

Bruno, Anaís y Bastian Dampierre ingresaron. 

Miré directo hacia Bastian.

—Ni siquiera se dio el trabajo de probar mi postre —reclamé—. Tenía la misma oportunidad que las otras cuatro personas allá afuera… 




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