Amor a la francesa

CAPÍTULO 06

Mi primer día de trabajo estaba terminando. Faltaban pocos minutos para irme a casa. Me sentía ya cansada y ansiaba regresar a casa para dormir junto a mi hija. Toda la cocina estaba limpia y cada uno de los empleados empezaba a cambiarse el uniforme para irse a sus hogares. 

—Paula, aquí están las llaves —Anais le entrego algunas llaves a Paula. 

—Si está bien señorita. 

—Feliz noche a ambas. —sacudió la mano y se fue. 

Paula resopló. —Tendré que quedarme otros minutos —habló. 

—¿Por qué? —pregunté

—Cada noche a una sección de la cocina le corresponde quedarse con las llaves y esperar a que el guardia ingrese para poder irnos, pero esta noche el guardia anunció que vendría media hora tarde, así que tengo que esperar. 

—Si quieres puedo acompañarte. —mencioné.

—Gracias Cecil, eso es grandioso, me da un poco de miedo quedarme sola. Eres la mejor. 

Media hora no le hacía daño a nadie. Mientras se terminaba de limpiar aproveché para llamarle a mi mamá y avisarle que llegaría un poco tarde.

—Hola Cecil. Ya me dieron la buena noticia, la señorita Claude te felicitó por el postre. —mencionó Bruno, quien apareció en el área de repostería. 

—También estoy contenta por la felicitación de la señorita. 

—Tú no tienes idea de lo que significa una recomendación de Claude, es la hermana de la primera dama, una mujer difícil de complacer, pero tú lo lograste, eso solo mejora la categoría del restaurante. No me equivoque en elegirte. Eres la mejor. 

Me sentía halagada por las palabras de Bruno, muy pocas personas sabían reconocer mi trabajo y esfuerzo. 

—Yo soy la estoy agradecida contigo, esto que me está pasado es gracias a ti. 

Desde que conocí a Bruno, la suerte llegó a mi vida. 

—No me hagas sonrojar, porque tu hermana se pondrá celosa si se entera de que su hermana me estás diciendo piropos. 

Por segundos olvidé de que era el novio de mi hermana, ese era su gran defecto. 

—Si mi hermana se entera, me mata—. Y eso no era broma.

—Por cierto, tendré una cita con tu hermana, por favor no la regañes si llega tarde a la casa. 

—Descuida, mi hermana está ya bastante grandecita. 

De esta relación me preocupaba más Bruno que mi hermana. 

Bruno se despidió con un beso en mi mejilla. A los pocos minutos ya todo estaba vacío, solo quedábamos Paula y yo. 

—La señorita Claude, es un comensal difícil de convencer, pocos platillos le llegan a gustar. Es por eso que todos estaban admirados, de verdad le gustó el postre. Muchos rumores indican que ella solo acepta venir si el señor Bastian la invita, sus familias están muy interesados en que ellos formen un vínculo y que si es posible lleguen a casarse. 

—Te parece si cambiamos de tema. 

En realidad no me interesaba la vida del señor Grinch Dampierre. 

—¿Tienes novio? —preguntó de pronto 

—¡Que alegre! Ojalá la traigas algún día al restaurante.

Mientras charlábamos con Paula escuchamos ruidos provenientes de la puerta, ambas supusimos de que ya está el guardia, así que caminamos deprisa, pero nos equivocamos. 

—Señor Dampierre… ¿Qué… hace aquí? —preguntó Paula. 

—Necesito a Bruno, llámenlo. —ordenó. 

—Él no está. —respondí. 

—Tú —señaló a Paula—. Tráeme vino. 

—Si señor. —Paula salió corriendo por el vino que Bastian le pidió. 

—De vez en cuando debería de tratar de pedir las cosas con un por favor y gracias. —Odiaba las personas imponentes, mal educadas, que se creían tener el poder y tratar a las personas con menosprecio. 

—Señorita Fournier, cuando necesite de un consejo con gusto, se lo pediré. 

Paula llegó con una copa de vino y se la entrego. 

—Aquí tiene señor. 

—¿Una copa? Tráigame la botella completa. 

Este hombre nunca se mantenía de buen humor. 

Paula corrió y fue por la botella completa. Se tomó la copa y después inició con la botella. Algo lo inquietaba, por eso envía de esa manera. Le hice gestos a Paula para salir del lugar y dejarlo solo.

—Esperemos al guardia afuera —le indiqué. Caminamos hasta llegar a la parte de afuera del restaurante, justo en donde se encontraba la carretera. 

—Pienso que el señor no está de buen humor. —mencionó Paula.

—Es muy evidente. —respondí.

—No entiendo por qué las mujeres le llaman amoureux, el señor Dampierre tiene un mal carácter.

Me reí en mi interior porque esa palabra significaba: amante. Tal vez en la cama el tipo era un buen amante, pero su carácter era tan frío como el polo norte. 

»Mi novio vendrá por mí ¿Quiere que la llevemos a su casa? —preguntó Paula. 

—Justo estoy pidiendo un Uber, no te preocupes. 

—Entonces yo se lo pago, es lo mínimo que puedo hacer después de que me acompañara en esta noche. 

—Está bien. 

Justo en ese momento el guardia llegó, Paula le entregó las llaves y quedamos en espera de su novio y el Uber que había solicitado. 

El novio de Paula llegó en su auto en cinco minutos. Ella me dio el dinero para el pago drl Uber. Miré mi teléfono, mi transporte estaba por llegar.

 —Señorita Fournier, ¿la dejaron sola? —Lo que temía sucedió, el Grinch de Dampierre estaba a mi lado. 

—Es preferible estar sola, que mal acompañada. —respondí. Sin siquiera mirarlo, continuaba viendo al frente. 

—¿Por qué siempre a la defensiva? Creo que su novio no está cumpliendo con su deber y la está dejando insatisfecha. Debería buscar a una persona que si cumpla sus requerimientos. 

—No necesito de sus consejos, señor Dampierre. Cuando los necesite con gusto se los pediré. 

Escuché una pequeña risa. 

—Mi auto está ahí, puedo llevarte a donde quieras. —indicó. 

—No gracias. Justo mi transporte está aquí. 

En ese instante un vehículo se estacionó cerca de nosotros, llegó justo a tiempo para irme. Caminé en su dirección. Pero antes de poder abrir la puerta. Dos tipos con pasamontañas y armas salieron del auto. 




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