Amor a la italiana

CAPÍTULO 01

—¡Benvenuto! —exclamó mi padre al entrar a su antigua casa. Así es estaba en Italia, después de tres años de la muerte de mi prometido, estaba en el pueblo en el que mis padres se conocieron, se enamoraron y  se casaron. 

Fue difícil para mí tomar esta decisión. Sobre todo después de la muerte de Franco. Pero cada día recordaba la promesa que le hice, de venir a Italia y convertirme en la mejor chef. 

—No entiendo como es que dejaron este lugar para irse a Estados Unidos. 

Desde que pisamos Italia, me enamoré del sitio y quedé encantada con el pequeño pueblito al que llegamos. Era tan pintoresco, las casas con flores en sus ventanales, enredaderas por los techos, las calles empedradas. 

—Tu madre quería conocer América, nuevos lugares y tener nuevas experiencias. Era su sueño. 

Bueno, no culpaba a mi madre, yo estaba en Italia para cumplir los míos. 

La casa de mis padres se ubicaba en un pequeño pueblo cerca de Roma, mi papá me consiguió trabajo en un restaurante de un amigo. Iniciaría como una de los chefs principales. 

—La casa necesita unos arreglos. —mencioné

—De eso ya me encargo yo, la dejaré como cuando nos casamos con tu madre. 

Mi padre era constructor, trabajó de esto en Italia y en Américo hizo lo mismo. 

—Tengo que conocer las rutas de los buses y sus horarios. 

—Puedo conseguirte un auto. 

—No papá, no insistas con lo mismo. 

Desde el accidente con Franco, no volví a subirme a ningún auto. Tomaba el metro, autobuses o incluso motocicletas, pero no un auto. 

—Entonces tengo un regalo para ti. 

Mi padre tapó mis ojos con sus manos y empezamos a caminar. 

—Papá, voy a caerme si me sigues llevando de esa manera. 

—Voy a quitarte las manos, pero no quiero que habrás los ojos. Me lo prometes. 

—Sí, papá. Te lo prometo. 

Sentí como mi padre quitó sus manos. Y seguí con los ojos cerrados, tal y como me lo pidió. Escuché unos ruidos extraños y quise abrir mis ojos, pero le había prometido a mi padre que no lo haría. 

—¿Estás lista? —preguntó mi padre. 

—Sí, papa. 

—A la cuenta de tres, puedes abrir tus ojos. 

—Uno, due e… tre

Abrí mis ojos y quedé asombrada. 

Mi padre estaba parado frente a mí con una bicicleta. 

—¿Qué significa eso? —pregunté

—Era de tu madre, a ella le encantaba pasear por la ciudad, pero sin el trajín del tráfico. Antes de venir, le pedí a un hermano de tu madre que la reparara. 

—¿Hermano? ¿Tengo tíos? 

—Tu madre tenía dos hermanos, ella era la hija menor de los tres. 

—¿Por qué nunca me contaron sobre la familia de mi mamá? 

—La relación de tu madre con su familia no era muy buena y después de que ella resultara embarazada sin estar casada, fue un golpe duro para toda su familia. Fue la comidilla de toda su familia: tías, primas, hermanos. Así que cuando tuvimos la oportunidad de irnos, tu madre no la desaprovechó. 

—Así que esa fue la verdadera razón por la que abandonaron Italia. 

—Fue un motivo, pero tu madre tenía mucho deseo de conocer América. Pro no es momento de recordar momentos tristes. Ya que el restaurante no está muy lejos, puedes irte en bicicleta.

—¡Eso será fantástico papá!

Me lancé a los brazos de mi padre y lo abracé con fuerza. Después, tomé la bicicleta y la  manejé dentro de la casa. Aún recordaba como se hacía. 

—Mañana voy a acompañarte para que conozcas el camino y presentarte a mi amigo. 

—Estoy muy emocionada, papá.

Fue por su apoyo que yo estaba aquí. Pasé meses en depresión y no quería saber nada y de nadie, pero él quien me impulso a terminar mi carrera, en venir a Italia e iniciar de nuevo. Además, se lo debía a mi novio. Al menos podría cumplir uno de nuestros sueños, convertirme en la mejor chef.

 

(...) 

 

Italia, en específico Roma, era una ciudad hermosa. 

Iba de camino hacia el restaurante del amigo de mi padre, iba en la bicicleta de mi madre y mi padre en su auto. 

Llegamos casi una hora después de salir de casa. Con el tiempo me acostumbraría y mejoraría mi tiempo. Además, me entretuve admirando el paisaje. 

“La Nonna” decía en un gran rótulo. 

Era un nombre curioso para un restaurante. 

—¡Benvenuto, a La Nonna! —exclamó mi padre al bajarse de su auto. Coloqué la bicicleta en una de las ventanas del restaurante, en estacionamientos ya había varios autos y apenas e iniciaba el día. Eso me ilusionaba muchísimo, ya que tenía muchas ganas de empezar a cocinar. 

El restaurante tenía una fachada de las construcciones del imperio romano con un toque moderno. 

Ingresé del brazo de mi padre. Si el restaurante era una obra de arte por fuera, por dentro era una maravilla. 

Estaba casi lleno, pocas mesas estaban vacías. 

—Mio amico «amigo mío» —exclamó mi padre, quien me soltó y camino hacia un hombre que se encontraba en la barra. 

—¡Flavio! —Este salió de su lugar y abrazó a mi padre— Mio amico. 

El hombre tenía el típico uniforme de un chef: Mandil, filipina y gorro. 

—Quiero presentarte a mi princesa. —Me señaló mi padre. Odiaba cuando me trataba como una niña. 

—Es idéntica a Gina. —mencionó, haciendo referencia a mi madre. El hombre se acercó y me abrazó—. Mucho gusto soy Guido, un viejo amigo de tu padre y tu nuevo jefe. 

—Hola señor Guido, es un placer conocerlo. 

—No, solo Guido por favor quita eso de Señor. —Asentí con una sonrisa. 

—Gracias por darle trabajo a mi hija Allegra —expresó mi padre. 

—No tienes nada que agradecer, es un honor para mí que la hija de la mejor cocinera de este restaurante ahora sea parte de mi equipo de trabajo. 

—¿Mi madre trabajó aquí? 

—Claro que sí, era una maravillosa chef, la mejor que este lugar ha tenido y espero que tú tengas las manos y el paladar mágico de tu madre. 



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En el texto hay: romance, drama, italiano

Editado: 13.08.2022

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