Después de aquella escena en el baño, regresé al salón y me dirigí hacia la mesa en donde se encontraba Adriano.
Él seguía muy risueño con las chicas que los acompañaban.
—Hola Allegra, que bueno que ya estás aquí. Encontré un par de amigas. —señaló a las chicas a su lado.
Ambas se pusieron de pie y me saludaron con un beso en cada mejilla.
—Hola chicas, mucho gusto.
—Ellas me estaban contando su experiencia, el año pasado también participaron en el concurso.
—Así es, y al igual que ustedes venimos con la ilusión de ser ganadoras, pero es imposible ganarle al guapo de Stefano de Rossa, ha sido invicto desde hace cinco años y dudo que esté año, no se vaya con el premio, nadie puede ganarle.
—Bueno… tal esté años alguno de los nuevos chefs que estamos participando, le quitemos el invicto al señor De Rosa. —mencioné
Las chicas se miraron y empezaron a reírse.
—Eso mismo dijimos el año pasado y adivina quién ganó. Todos venimos con la misma ilusión. ¡Ah! Y el Señor De Rossa, no es tan señor, es un guapo soltero que le roba el aliento a mujeres e incluso a algunos hombres.
Entorné los ojos ante sus descripciones exageradas.
—¡Oye! No te preocupes, no importa si no ganamos en esta ocasión, tendremos una nueva oportunidad el próximo año. —Las palabras de Adriano me reconfortaron.
—Para asegurar su presencia el próximo año deberán al menos quedar en los primeros diez lugares, de lo contrario tendrán que pasar por el proceso de selección. —habló una de las chicas.
—Pues ya lo hicimos en una ocasión —intervino Adriano —fuimos escogidos entre cientos de chefs italianos, podríamos hacerlo otra vez. Pero gracias por la información, chicas haremos nuestro mayor esfuerzo y quedar en los primeros puestos.
—Pues les deseamos mucha suerte.
Las chicas se levantaron de la mesa y nos dejaron solos.
—Que sus comentarios no te intimiden, eres una gran chef y estoy segura que tendrás una gran participación.
—Gracias Adriano, la verdad que me siento un tanto nerviosa y no tienes idea de lo que me pasó en el baño, fue la cosa más extraña que he vivido estando en Roma, fui al baño y…
—Buenas noches a todos —mi relato fue interrumpido por una voz femenina proveniente de un micrófono —. Es un placer para mí dar la bienvenida a los mejores chefs de Italia.
Todos los presentes aplaudimos.
»Cada año la familia De Rossa, realiza esta competencia con el propósito de seleccionar a lo mejor de lo mejor de nuestro país, seleccionando a los chefs de los restaurantes que los comensales proponen. Así que su presencia aquí no es por suerte y mucho menos por casualidad, sino porque son los mejores y para inaugurar este evento, quiero invitar a nuestro último ganador Stefano de Rossa.
Stefano, ese nombre me sonaba. Estaba segura de haberlo escuchado en algún lugar. También me daba curiosidad el hecho de que se apellidara igual que los dueños del restaurante.
Aplaudimos para recibir al increíble, invicto Stefano de Rossa. Tenía curiosidad por conocerlo.
Tenía la mirada atenta hacia enfrente, cuando el famoso Stefano subió al escenario.
Mi mandíbula casi cae al suelo al ver al reconocido chef. Se trataba del depravado que encontré en el baño. En este instante recordé ¡Stefano! Así era como la mujer en el baño le llamaba.
El tipo era, guapo, no lo negaba ahora que lo veía de manera detenida, según todos los demás era el mejor chef de Italia, pero para mí solo se trataba de un depravado, narcisita, imbécil y libertino, sobre todo lo último.
Dio un par de guiños al público y escuché suspiros por algunas chicas y uno que otro hombre.
—Es un honor para mí estar de nuevo en este evento, no solo como representante de la familia De Rossa, sino como el invicto ganador durante cinco años consecutivos de la máxima competencia de cocina.
Este tipo al parecer tampoco conocía el significado de humildad.
—Ahora entiendo por qué es el ganador todos los años, es el hijo de los dueños —musité a Adriano —Este año volverá a ser el ganador.
—No creo que los jueces se presten para algo así, si es el ganador es porque debe ser muy bueno. Cocinar no se trata solo de una cara bonita o de ser el hijo de los dueños, es un arte y supongo que él lo hace muy bien.
Pues no sé si sus manos eran mágicas, pero para mí no tenía credibilidad, sobre todo después de lo que sucedió en el baño.
El tipo dio un discurso sobre la importancia de la competencia y dar nuestro mayor esfuerzo. Palabrería y solo palabrería, escuchar a este tipo solo me causaba enojo. Delante de todas las personas era el hombre correcto, respetuoso, pero en los baños se comportaba como un libertino sin valores.
Después de su discurso, cortó con unas tijeras la cinta de color rojo que simulaba la inauguración del evento.
Todos aplaudieron emocionados a excepción mía. Después del discurso de Stefano de Rossa, meseros empezaron a servir la comida.
—Esto está delicioso —dije al probar el primer bocado de la comida.
—No está nada mal, tuvieron que esforzarse para brindar un platillo que llenara las expectativas del paladar de todos nosotros.
Sirvieron botellas de vino en cada mesa, el cual también estaba exquisito. Miré hacia el resto de mesas, todos disfrutaban de la comida, platicaban y sonreían.
—No puedo creer que estemos aquí, rodeados de los mejores chefs del país. No pensé que tan pronto conocería a personas importantes. Desde pequeña mi ilusión fue convertirme en una gran cocinera como mi madre y estar en este lugar. Mi madre estaría orgullosa si me viera en estos momentos.
—Lo está, desde el cielo te ve con orgullo.
Después de la cena todos regresamos a nuestras habitaciones. Adriano me acompañó a la mía y decidimos salir al balcón para observar la noche y la ciudad.
Editado: 13.08.2022