Amor a la mexicana

JONATHAN.

Pensé que sería fácil.

Una chica de pueblo, endeudada hasta el cuello, firmando un contrato sin leer las letras pequeñas. Lo lógico era suponer que sería amable, obediente y algo mansa, pero me equivoqué.

Andrea tiene más carácter que una tormenta en el desierto, y una lengua tan filosa como su puntería con la chancla. No solo no se dejó domar, sino que se me subió al lomo y me obligó a ver el mundo al revés.

Grita, discute, se burla y me reta como si no le importara nada. Quizás por eso no puedo dejar de mirarla, porque cuando la subí a mi camioneta para que trabajara en mi rancho y así saldara las deudas de su familia, pensé que le estaba haciendo un favor.

Pero ahora no estoy tan seguro de quién le hizo el favor a quién.

Solo sé que su alma latina me envuelve con un poderoso hechizo que me tiene deseoso por sus besos.




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