"Para él, yo solo era un amor pasajero; para mí, él era el amor de mi vida."
El amor es un tema diferente para cada quien. Tal vez para Alicia era un cuento de hadas, donde pasabas el tiempo restante de vida con la persona que amas, te casas, tienes hijos, etc. Bueno, ese es el sueño de todas las chicas, pensaba ella. Pero, ¿el sueño de un chico es así?
Antes, Alicia tenía un complejo: pensaba que todos los hombres eran unos perros. Siempre te cambiaban por otra y sacaban excusas: "Es que necesito tiempo." Eso fue lo que escuchó que le decía el ex de Tiana. Tiana era una chica sumamente hermosa, inteligente, carismática y, aun así, estaba con un tipo como ese. Alicia se preguntaba todos los días cómo era posible. Ya era la sexta vez en el mes que terminaban, pero extrañamente Tiana se veía feliz con él. Alicia no lo entendería, al menos no en ese momento, pero quizás sí en el futuro.
Era un domingo. Al día siguiente sería lunes, totalmente agotador, hasta que le llegó un mensaje de Tiana: "¿Viste el nuevo servicio que colocaron en el instituto? ¿Huerta en el campo viejo?"
—Menuda mierda —murmuró Alicia al ver el mensaje.
"De seguro será un proyecto que tiene inicio pero nunca fin", escribió Alicia en su móvil, hasta que saltó de la cama al leer el siguiente mensaje: "Pero es que dan bonificación en todas las asignaturas por ir." No estaría mal, ya que a veces no le iba bien en sus exámenes de química. Con esa bonificación podría subir la materia y no tendría que preocuparse después. Alicia tomó un baño rápido y llamó a Tiana mientras sostenía su celular con la cabeza y el hombro. Llegó a un punto de desesperación al ver que no contestaba, hasta que escuchó un "¿Hola?" de Tiana.
—¿Dónde es? —preguntó Alicia mientras intentaba subirse los pantalones. —¿Qué cosa? —respondió Tiana. —El servicio que dijiste, la huerta esa —dijo Alicia, peinándose apresuradamente. —Ah, en el instituto, como te dije. Es a las 3:00 p. m.
—¡Pero si son las 2:50 p. m.! —pensó Alicia.
Colgó la llamada, tomó un bolso de mano y salió en marcha al instituto. ¿Cómo podría llegar temprano? Se sentó en la parada de buses a esperar uno, pero sabía muy bien que no llegaría a tiempo. Alicia no era alguien tan dedicada a la religión, pero en ese momento deseó que su ángel de la guarda la llevara al instituto. A lo lejos vio una moto que se estacionó en la parada de bus. El conductor se quitó el casco, y Alicia hizo un gesto de desagrado al ver quién era: Nick Castellanos. Él le sonrió mientras se acomodaba el cabello desordenado por el casco.
—A esta hora no pasan buses para las monjas —dijo Nick en tono de burla.
Alicia sintió que le hervía la sangre. Era un chiste rancio causado por un malentendido de hace dos años, así que no le tomó importancia. Sin embargo, sabía perfectamente que Nick no se iría sin obtener alguna respuesta o, al menos, un "hola". Ella reconocía que Nick no le caía bien, y solo se hablaban cuando él, de la nada, regresaba a ilusionar a la pobre Tiana.
—¿Necesitas un aventón? —preguntó Nick.
Alicia no quería sonar desesperada por la situación en la que se encontraba.
—Bueh, si tú deseas —respondió con desinterés.
—Sube —dijo Nick mientras hacía espacio—. ¿A dónde vas?
—Al instituto, para el servicio de huerta —dijo Alicia mientras se subía. Luego se arrepintió de dar tantos detalles—. Pásame un casco.
—¿Cuál casco? —dijo Nick, viendo que Alicia ya estaba arriba—. Sujétate y ya.
Alicia estaba a punto de responder cuando Nick encendió su moto y aceleró a toda velocidad. Ese viento frío le calaba hasta los huesos. Se imaginó un titular de noticias: "Jóvenes mueren en motocicleta por manejar a alta velocidad." Pero ese pensamiento no duró nada, ya que llegaron justo a tiempo. Alicia se bajó rápidamente de la moto, cada segundo en ella había sido como jugar con la muerte.
—Gracias, Nicky —dijo Alicia mientras subía las escaleras para dirigirse al instituto.
—De nada —dijo Nick mientras aceleraba y se iba.
Alicia entró y se dirigió al primer lugar que se le vino a la mente: el patio abandonado. En este, los instructores habían dejado decaer las hermosas estatuas que alguna vez había. El musgo consumió por completo la zona, incluso estaba tan descuidado que dos salones tuvieron que ser evacuados por la humedad. Alicia nunca lo había visto en persona. Aunque había llegado al instituto el año pasado, sus amigas le habían contado con fotos e historias cómo semejante hermosura de patio había sido descuidada.
Mientras observaba, alguien le tapó los ojos.
—¡Uepaa! ¿Quién soy? —dijo una voz masculina delgada.
—¿El más homosexual del instituto? —dijo Alicia en tono burlón.
—¡Hey! No digas eso —dijo el chico mientras quitaba sus manos del rostro de Alicia.
Era Liam, su mejor amigo. Un chico piel blanca, de ojos verdes y cabello ondulado, aunque sus ondas no estaban bien definidas. Se conocieron el año pasado, cuando Alicia ingresó al instituto, y desde entonces se volvieron inseparables. Siempre se les veía juntos, y los comentarios sobre su relación no faltaban: "¡Serían buena pareja!" o "¡Pensé que eran novios!"
Alicia detestaba esos comentarios, ya que cuando un chico se interesaba en ella, siempre preguntaban: "¿Pero no es novia de Liam?" En cambio, a Liam no le molestaban. De hecho, esos comentarios le servían para ocultar su orientación sexual, algo que temía revelar, especialmente a su madre. Sin embargo, Liam vivía con el miedo de que Alicia lo reemplazara por un novio.
—Amiguibyyy, no sabía que estarías en el mismo proyecto —dijo Alicia, alegre de verlo.
—Bueno, sabes que en mi casa siempre hay discusiones. Así que con esto estaré fuera de ella —dijo Liam con un tono tranquilo—. Además, me ayudarán los puntos en las materias en las que voy realmente mal.
—Oh, ya veo. Me parecía aburrido, pero ahora que te tengo a ti, será más emocionante —respondió Alicia.