Amor Añejo

CAPITULO 1

Érase una vez mi vieja, mi vieja de cabellos grises y sonrisa pequeña, de melancólicas miradas y pacífico andar; mi vieja de caminos simples, de aspiraciones humildes, mi vieja, la de moral intachable y crianza venerable. Esa era mi vieja.

La primera vez que la vi me deslumbró, usaba un añejo saco tejido, seguramente, hecho a mano. Portaba con entereza una falda que cubría sus rodillas y un par de cómodas alpargatas, elegantemente discutía las condiciones de venta del ganado que llevaba a cuestas:

—Este boquinche tacaño, que me viene a decir a mí sobre el valor de mis vacas, yo las crie— se señalaba a sí misma. —Usted capitalino presumido no me va a decir a mí cuanto son dos más dos, yo sé cuanto es—hacía énfasis en las palabras “yo sé” de tal manera que te convencía de que realmente lo sabía.

En esa época ella tenía alrededor de catorce años. Yo acababa de cumplir 15, nunca me había interesado por ninguna mujer, no hasta que la vi a ella, me consumió por completo su presencia. Para mi fortuna era un pueblo pequeño y conseguir su información fue sencillo. Un par de preguntas alrededor y ya sabia absolutamente todo sobre ella, sus gustos, aficiones, su familia, costumbres, donde estudiaba, que quería ser cuando fuera mayor y qué tipo de hombre le atraía.

—Ninguno—.

—¿Qué?—pregunte expectante.

—Ninguno—reafirmo el joven compañero de clases, mientras encogía sus hombros. —Nadie sabe nada sobre eso, si le preguntan ella siempre dice que no le interesan, solo quiere estudiar, dice que quiere salir de aquí, que esto es un hoyo y que jamás se quedaría con un hombre de acá que no la deje volar—.

Mi mandíbula cayó inmediatamente, si esto era cierto mis posibilidades decaían considerablemente. Luego mire al flacucho muchacho.

—¿Cómo sabes todo eso?—.

—Aah, ella es amiga de mi hermana, siempre van en las tardes a mi casa para hacer las tareas, hablan mucho y muy fuerte—.

Ahora este muchacho flacucho era mi mejor oportunidad.

—Bien, de ahora en adelante, yo seré tu tutor, nos vemos mañana, pasaré a recogerte a la escuela y no olvides la paga—.

—¿Paga?—fue lo único que el muchacho alcanzo a decir antes de que me alejara.

Ahora tenía una entrada, debía pensar bien mis movimientos, ya que no tenía una referencia de sus gustos respecto a los hombres, pero si tenía una referencia respecto a sus gustos, tal vez si lo intentaba podría llegar a compartir algo con ella. Investigue un poco, aspiraba a ser una importante empresaria, una emprendedora ¿De qué?, ni ella misma lo sabía, así que conseguí unos cuantos libros sobre emprendimiento en la biblioteca municipal, los leí arduamente durante la noche, la mayoría de ellos hablaban de falacias poco aplicables para una persona del mundo real; de aquellas que no cuentan con la buena fortuna de su cuna para garantizarse un mejor futuro, de aquellas personas que dormían cómodas en una suave cama hasta altas horas de la mañana, yo tenía que levantarme a las tres de la mañana, arreglar a las vacas, limpiar los establos, arrear el ganado, recoger los huevos de las gallinas, traer el agua del río y preparar el desayuno. Yo, a diferencia de los ilustres letrados dotados de fortuna y buena posición, no podía aplicar los consejos falaces y poco útiles que estos libros bizarros proponían. Claro, también existían algunos pequeños detalles que podrían ser útiles, maneja mejor tu tiempo, ahorra e invierte, trabaja de forma eficiente, interesantes en teoría no tan fáciles de aplicar en la realidad.




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