Amor

JET LI

 

Tres días habían pasado de lo ocurrido, estábamos Marce, Jorge y yo conversando en la hora de receso sobre la presentación que tendríamos para fiestas patrias cuando Joaquín viene corriendo hacia nosotros y me pone en frente una mochila.

  • ¿y eso? – pongo cara de no entender.
  • ¿No la reconoces? – sonríe la tortuga.
  • Se parece a la mochila que me robaron – respondo sin creer lo que veía
  • ¿Solo se parece? – sonríe pícaramente.
  • No, acaso… es…
  • Sí, lo es  
  • ¡Joaquín! – grito emocionada y me lanzo a sus brazos – ¡es mi mochila! ¡no lo puedo creer! ¡gracias, mil gracias!
  • ¡Ábrelo! – tomo la mochila y le hago caso.
  • ¡Están mis lentes! Y ¡todas mis cosas! – grito emocionada - ¡gracias Juaco!
  • No, a mí no me des las gracias – mueve negativamente la cabeza.
  • ¿Qué? No entiendo.
  • Yo no fui quien la recuperó – se encoge de hombros.
  • ¿A no? Entonces ¿Quién?
  • Él – señala a Kento quien estaba de espaldas en el campo de futbol con el grupo de atletas.
  • ¿¡Kento!? – pregunta sorprendida Marce, él asiente.
  • Pero… ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? – pregunto cómo loca.
  • ¡Hey, hey, cálmate! Responderé todo ¿ok? – levantando las manos para calmarme.
  • Está bien, dime.
  • Ayer por la tarde íbamos caminando Kento y yo de regreso a casa, cuando vimos pasar a dos de los hermanos Cassinelli, le comente que ellos eran dos de los que te habían atacado y robado, ni bien los vio fue corriendo hacia ellos y les dio una paliza… que ni tiempo les dio de responder, fue una película de acción total, soltaba puñetazos, patadas voladoras y los malditos se retorcían de dolor y en ese momento fue cuando Jet Li les pregunto por tus cosas, ellos entre lamentos dijeron que las tenían en casa, fuimos con los Cassinelli hasta allá, Kento tenía a uno de ellos del cuello, al más gordo, mientras el otro traía tus cosas y les advirtió que si se volvían a meter contigo lo iban a lamentar, les juro que Jet Li era otra persona, hasta miedo me dio, parecía que los iba a matar.
  • ¿Es enserio lo que nos cuentas? –Marce lo mira incrédula mientras yo miro a Kento – porque para exagerado nadie te gana.
  • No estoy exagerando, les digo la puritita verdad.
  • Y porque no le entrego él la mochila a Camila.
  • ¡Ah! Eso no lo sé – se encoge de hombros.
  • Creo que es lo mínimo que un hermano mayor haría por su hermana ¿no? – sonríe Juaco – y más si sabes pelear como lo hace él – dice esto abriendo sus ojazos.

Joaquín no dejaban de hablar de lo bien que peleaba Kento y los chicos le hacían varias preguntas con respecto a lo sucedido ayer. Mientras tanto yo miraba desde lejos aquel chico que hacía inundar mi cabeza con muchas dudas acerca de su comportamiento, porque algunas veces se portaba tan frio y otras mentía por mí, me llevó cargada en su espalda, me cuidó cuando estuve enferma y al día siguiente volvía a ser alguien sin sentimiento alguno… y ahora ¿arriesga su integridad por devolverme mis cosas?

En la noche estaba en mi habitación dándome vueltas como león enjaulado preguntándome como debería agradecerle a Kento después de haberle dicho que no éramos nada, no sabía que decir ni que hacer así que dejé que mi corazón diga lo que quiere y salí en busca de él quien estaba en la sala y para darme valor fui a la cocina por un poco de agua…

  • ¿Kento? – me acerco lentamente al sofá donde estaba sentado leyendo.
  • ¿Si? – levanta su vista para verme.
  • ¿Podemos hablar?
  • Dime – deja su libro a un costado.
  • La verdad no sé cómo empezar -  me siento a su lado.
  • Qué te parece… desde el principio – sonríe mostrándome sus bellos hoyuelos.
  • ¿Está bien? Pero… puedes dejar de mirarme… porfa – digo sintiendo mi cara sonrojar.
  • Bien, lo haré – baja su cabeza.
  • Primero quería disculparme…
  • ¿Por qué? – levanta su cabeza y vuelve a mirarme.
  • Bueno… el otro día… te hable bien feo y…
  • Estabas sintiéndote mal, lo entiendo, - sonríe tiernamente - no es nada fácil pasar… por lo que tú pasaste aquella noche y yo… – cambia su cara como si contuviera la rabia. – en vez de consolarte te llené de preguntas, lo siento – baja su cabeza como reverencia.




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