Amor

UN RECUERDO MALO Y OTRO BUENO

El día del pasacalle llegó, por primera vez se iba a realizar de noche para brindar un espectáculo diferente al de todos los años, Marce, Jorge y yo estábamos re bellos en nuestros trajes típicos, todo el grupo se sentía nervioso y yo no dejaba de pensar en Kento, quería verlo y que me viera danzar, pero al parecer iba a ser imposible. Nos pusimos en posición, cuando nuestra música sonó comenzamos con el espectáculo, recorrimos seis calles hasta que llegamos al final de este, tanta fue la algarabía que el taco de mi zapato terminó despegado (felizmente cuando todo acabó), así que me dificultaba el caminar, fuimos llamados para tomarnos foto en grupo junto a las  estrellas invitadas que habían llegado (entre ellos 2 actrices y 1 cantante de moda) estábamos muy emocionados con la idea y empezamos a correr hacia donde nos dijeron que fuéramos, por el problema que tenía con mi zapato me perdí entre la multitud… empecé a  caminar tratando de encontrar a mis amigos pero no había señales de ellos, cuando al fin logro divisar donde se encontraban fui jalada hacía un lugar oscuro y empotrada bruscamente en la pared, al reaccionar…. ¡oh no! ¡Oh no! ¡Era uno de los hermanos Casinelli!

  • Que sorpresa me trajo la noche –sonríe el mayor de ellos, bajándose de una escalera – la nenita que se me escapó aquella vez – ríen los demás – tengo buena memoria pollita.

Estaba rodeada por los hermanos y tres sujetos más, al parecer el hermano mayor es el líder puesto los demás reaccionaban a cada gesto que él hacía.

  • Ahora… terminaré lo que dejamos pendiente…. – se me acerca mientras que, el que me tenía me soltó y empieza a besarme el cuello.
  • ¡No! No por favor, no me hagas daño – suplico.
  • ¿Daño? – se aleja de mí – no te haré… daño – vuelve acercase pegando su cuerpo al mío – hasta te va a gustar – los demás se ríen – tanto… que me pedirás más – lame mi cuello bajando su mano hasta llegar a mis piernas.
  • ¡No! No por favor, ¡no!  - grito casi llorando, mi cuerpo temblaba estaba sumamente aterrada.
  • No tiembles pollita – sube más su mano por mis piernas – te gustará… - dice muy cerca de mi boca – ya verás que hasta me pedirás más.

Mientras intento zafarme de él, aprovecho a darle un rodillazo en sus pelotas empujando al sujeto el cual se agachaba a sobarse por el dolor y salgo corriendo, siendo sujetada por los cabellos y arrastrada por sus cómplices a donde estaban ellos, lanzándome con fuerza en el suelo lastimándome las manos y rodillas, al estar en el suelo el mayor de los hermanos se me sube encima.

  • Por favor no me hagas nada… te lo suplico... no me hagas nada – decía entre llantos - ¡auxilio! ¡ayúdenme!
  • Nadie te ayudará pollita… cuando termine contigo, no dejaras de decir mi nombre – habla muy cerca de mi rostro el cual lo tenía ladeado por el miedo y asco – seguramente eres virgen…. ¡qué rico! -  Empieza a subirme la falda – voy a hacerte sangrar y gritar como nadie jamás lo hará - trata de bajarme las bragas mientras yo grito a todo pulmón rogando que alguien me escuche.
  • ¡Por favor no!, ¡no me hagas daño!, ¡te lo suplico! – gritaba y pataleaba con lágrimas en los ojos mientras él me sujetaba con fuerzas bajando poco a poco mis bragas.
  • ¡SUELTALA! – escucho una voz a lo lejos.
  • ¡Carlos, Es él… es el maldito que nos golpeó! – habla el menor de ellos dirigiéndose al líder y señalando a…
  • ¡KENTO! – grito desesperada con las lágrimas que empapaban mi rostro.
  • Con que tú eres el maldito… – se levanta dejándome en el suelo yo aprovecho a levantarme siendo tomada nuevamente por los cabellos por uno de ellos – que se atrevió a tocar a mis hermanos – se le acerca a paso lento – primero acabaremos contigo y después mis chicos y yo nos divertiremos contigo pollita – me guiña el ojo mandándome un beso volado.
  • Suéltenla… si quieren vivir – el rostro de Kento reflejaba rabia, su rostro era irreconocible.
  • ¿si queremos vivir? – se ríen - Quién te crees….

Antes de que terminara de hablar aquel sujeto, Kento suelta un puñetazo que lo hace sangrar y desestabilizarse, los demás se le van encima, pero él era más rápido tanto que repartía puños y patadas como si de dulces en fiesta de niño se tratara. Todos menos el líder, estaban en el suelo sin conocimiento, al verme herida Kento se disponía a acercarse, sacándose su casaca… cuando es golpeado en la espalda con una tabla, Carlos se reía al verlo con una rodilla en el piso al querer rematarlo, este se levanta  y lo golpea como si de saco de box se tratara, Carlos cae al suelo y Kento no dejaba de golpearlo.

  • ¡Kento! ¡suéltalo!  – digo jalándolo de su casaca - ¡lo vas a matar! ¡suéltalo!




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