Amor

¡INVITACIÓN!

Al día siguiente desperté con una sonrisa como el gato de Alicia, me estiro para sacarme la flojera y ¡oh sorpresa! En mi mesa de noche encuentro una grulla de papel con una nota que decía: “En Japón tenemos la creencia de que, si llegamos a hacer mil grullas de papel, podemos pedir y obtener un deseo, adivina cual será el mío… mi deseo será ser tuyo en esta y en todas mis vidas, ¿cuál será el tuyo? Buenos días MOB.”, al terminar de leer aquella nota no pude evitar sonreír aún más, quien iba a decir que el japonesito presumido tenía su lado cursi y adorable, pero que significa MOB.

Empecé mi rutina desayunando unos panes con mantequilla y mermelada de fresa y un refresco de pera,  limpie la casa  y continué leyendo “Yo también...la amo”, los demás no estaban supongo que habrán ido a la tienda del sr. Tanaka, extrañaba mucho a Kento,  no sacaba de mi cabeza todas la palabras que me dijo y el consuelo que hallé en él, pero el recordar como golpeó aquel tipo mi cuerpo se estremeció, el ver en sus ojos el descontrol… me inundó el temor, como puede una persona ser tan bestia y a la vez tan lindo… acaso… en verdad Kento ¿sufría de problemas de personalidad? ¿Debería confiar en él? ¡¿Que estoy hablando?! ¡Claro que debería confiar en él! Solo se descontroló por la rabia de ver lo que estaban a punto de hacerme…. ¡soy una tonta!, el sonido del llamado a la puerta me sacó estrepitosamente de mis pensamientos.

  • ¡Hola Caracol!
  • ¡Tortuga! ¡Gusano! ¿Qué milagro? – doy pase para que entren.
  • Es que te extrañábamos… – sonríe falsamente Joaquín – ok, no.
  • ¿Qué planes tienes para el resto de las vacas? – pregunta Marcela sentándose en el sofá.
  • ¿Planes? Pues… pensaba en volver a entrenar, hace mucho que no lo hacemos, como se debe.
  • ¡Ay no! Volver a entrenar… ¡no, que flojera!
  • Mmm, tienes razón, hace mucho que ustedes no entrenan – habla Juaco desde la cocina quien estaba sirviendo refresco.
  • Es que con eso del pasacalle… no tuvimos tiempo – me siento a lado de la gusano.
  • Pues te tenemos una invitación – se acerca Joaquín alcanzándonos un vaso de refresco.
  • ¿Qué invitación? ¡Hablen! Que me impaciento.
  • ¿Recuerdas que el albergue de Abancay realiza cada dos años un campamento para los niños? –  asiento – bueno, Pasado mañana, nos iremos con los chicos del albergue y ¿adivina qué?
  • ¿Qué? No me digas… ¡puedo ir! – la gusano asiente - ¡sí! ¡qué emoción! ¡Siempre quise ir a un campamento! – estaba súper contenta dando aplausos como foca, pero la sonrisa y los ánimos se me borraron – pero… dejaré de ver a…
  • ¿Kento? – pregunta Marce y yo asiento – descuida él también irá – abro mis ojos como plato.
  • ¿¡Es en serio!? ¿Él también puede ir?
  • Si, este año requieren de más voluntarios para estar con los niños y yo ya los anoté a los dos – responde Joaquín.
  • Pero… no sabemos si Kento quiera ir.
  • Relájate, ya le pregunté temprano, me lo encontré al salir a comprar el pan – me guiña el ojo Marce.
  • ¿Un campamento? ¿junto a Kento? Suena divertido – no había mejor idea de pasar las vacaciones, iba a estar junto a mi japonés bello.
  • Sí, lo es – responde Marce con una sonrisa de oreja a oreja – recuerdas que hace dos años atrás fui a ese campamento – asiento – fue la mejor experiencia de mi vida, ya verás que nos divertiremos, además… nuestro trabajo de estar con los chicos es de medio día, lo que quiere decir… que la tarde y noche…. ¡es nuestras!, Lo que me da penita – hace puchero – es que el papacito de Jorge no vendrá con nosotros… con eso de que viajará a Lima para ver los de sus papeles de viaje al extranjero.
  • Pues sí, que penita ¿no? - dice Joaquín poniendo su cara de falsa tristeza.

Kento se me adelanto en pedirle permiso a mamá para el Campamento así que esa noche empacamos lo necesario para dicho acontecimiento, estábamos emocionados con la idea de estar lejos de nuestros padres y sin esconder lo que sentíamos, íbamos a poder pasear de la mano sin miedo y besarnos sin el temor de que nos vean obviamente debíamos de cuidarnos en no ser descubiertos por las religiosas y estar lejos de los niños, pero aun así nos sentíamos libres.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.