Amor

TRISTE DESPEDIDA

Dos semanas después de mi cumpleaños y habiendo despedido a Jorge con muchas lágrimas, besos y abrazos, aunque no solo fuimos nosotras   ya que tenía su club de fans en la escuela, un viernes por la mañana fui llamada a la dirección de la escuela, en ella estaba mi madre. No recordaba haber hecho algo malo.

Buenos días señor director – dije entrando a la oficina – mamá ¿Qué haces aquí?

Me llamaron para hablar de ti, ¿Qué está pasando Camila? – me encojo de hombros.

No tengo idea, mamá. – tocan la puerta y al ver quien entraba quedé petrificada.

 ¿¡Kento!? – exclama mi madre – señor director ¿de qué se trata esto?

Bien señora paulina, al ser su hija menor de edad es mi deber comunicarle lo que está pasando. En esta escuela está terminantemente prohibido las relaciones amorosas entre el personal y el alumnado – al escuchar esas palabras sentía mi cuerpo desvanecerse, ¿acaso mi madre se estaba enterando sobre mi relación de esta manera?, no podía ser posible.

¿Relación amorosa? ¿Camila? ¿con algún profesor? – articulaba mi madre sin creer lo que ella misma decía.

No es con un profesor señora – prosigue el director – es con su hijo Kento – este se cruza de brazos.

¿Con Kento? No puede ser

 Aquí están las pruebas – extiende varias fotos donde estamos Kento y yo tomados de la mano o besándonos, algunas eran el día de mi cita de novela y otras saliendo de la escuela – usted comprenderá que uno de los dos debe de irse de la escuela ¿no? – al escuchar esto último no pude resistir mi cuerpo y caí viendo todo negro.

Cuando desperté me encontraba en mi cama, no llevaba el uniforme, me levanté y volví a marearme, me senté en el filo de la cama hasta sentirme con fuerzas para levantarme, al hacerlo salí a la sala, esperando que todo fuera un sueño.

¿Es verdad lo que dijo el director? – escucho preguntar a mi madre.

Sí, es verdad.

Hago mi aparición, no podía dejar a Kento solo en esto.

¿¡Camila!? – se acerca inmediatamente Kento - ¿te sientes mejor? – asiento.

En la sala estaba mi madre y el sr. Tanaka que tenía la mirada en el suelo, al mirarme sus ojos se clavan en mi collar abriendo sus pequeños ojos a más no poder.

Si es verdad, señora Paulina, Camila y yo tenemos una relación – me toma del brazo.

Pero… ustedes…

¡No pueden estar en una relación! – hablo serio el papá de Kento.

¿Por qué, sino somos hermanos?

Mi madre y señor Tanaka se oponían a lo nuestro, después de escuchar la negativa de ellos por más que le dijimos que íbamos en serio con lo nuestro, Kento salió con su papá. Ellos regresaron muy tarde, aquella noche no pude dormir, el estómago me dolía tanto que me dieron ganas de vomitar, fui al baño para evacuar mi estómago cuando jale la palanca y me seque la boca sentí caricias en mi espalda.

¿Te sientes bien? – lo abrace fuerte.

Ahora que te veo me siento mejor – me acompaño a mi habitación después de enjuagarme la boca.

Regresaron muy tarde – él asiente – no lo aceptaran ¿verdad? – digo mientras me siento en la cama.

Camila, - se sienta sobre sus piernas como todo japonés - vámonos lejos, - toma mi manos -  te prometo trabajar duro para que termines de estudiar y que tengas una buena vida. Pero vámonos – me abraza fuerte.

Kento, - me separo de su abrazo - intentemos hablar de nuevo con ellos.

No Camila, sino nos vamos… Camila, confía en mí, te lo ruego - vuelve a tomar mis manos.

¿Qué sucede Kento?

Por favor Camila, no preguntes por ahora, te prometo contarte todo, absolutamente todo… cuando estemos lejos de este lugar.

Kento… tengo miedo.

Yo también tengo miedo, pero más temo si te quedas aquí.

¿Si me quedo aquí?

Camila, mañana al medio día estaré esperando por ti en el viejo parque, lleva lo necesario ¿sí?

Esa noche fue la última noche que dormimos juntos, los últimos besos, los últimos abrazos, los últimos gestos de amor, fue el fin de la historia de Kento y Camila.

A la mañana siguiente me desperté temprano y no había nadie en casa al parecer mamá y su esposo fueron temprano a trabajar, pero ¿Dónde estaba Kento?  Fui a buscar a Marcela me sentía toda mareada, llegué al albergue.

¡Camila! – sale la gusano a mi encuentro.

Marce, no me siento bien.

Que síntomas tienes, quizás algo te cayó mal.

Le conté todo lo que había pasado, estábamos sola en el albergue los niños se habían ido a misa con las hermanas y Joaquín seguía durmiendo, me invitó a desayunar, pero volví a vomitar al hacer el ruido que no pude hacer en mi casa cuando evacué mi estómago, desperté a Juaco.




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