Amor Bajo Llave

Capítulo 1:¡El es mi marido!

 

Estaba en una de las fiestas más lujosas de toda la ciudad, donde la élite hacía gala de sus bienes y de su supuesta "superioridad" social y económica. 

La música sonaba al compás del paso de la aguja del reloj y los invitados no dejaban pasar la más mínima oportunidad para hablar y presumir todos sus logros, sobre todo los de índole monetario.  Estábamos en una fiesta benéfica, al menos eso decían las tarjetas de invitación y los anfitriones, pero la verdad era otra y muy distinta. Estábamos en una fiesta donde las madres querían casar a sus hijas, las viudas otro prospecto de matrimonio y los hombres otras oportunidades de negocio y de conquista.

 

Estaba hastiada del sistema social del cual formaba parte, donde las normas rígidas y estrictas en demasía te asfixiaban tanto al punto de ni siquiera lograr filtrar aire por tus pulmones.

 

Me enfoqué en el lugar donde estaba, todo exudaba la más pura riqueza y opulencia, lo que provocó una sonrisa irónica en mis labios, ya que la fiesta era para recaudar fondos para los niños con cáncer, pero solo con vender la milésima parte de todo lo que decoraba la hermosa mansión donde estábamos, se obtendría un aporte grandioso.

Todo en la casa estaba exquisitamente decorado y todos los invitados estaban elegantemente vestidos. Si, tanto la opulencia como la elegancia primaban en dicha fiesta

 

Por donde quiera que se mirara había algo exótico y llamativo que captaba tu atención, pero pese toda la fastuosidad y elegancia que reinaba y llamaba imperativamente la atención de todos, yo solo pude dirigir y concentrar mi mirada en una persona. Su elegancia y su aura personal eran envidiables, sus ojos eran un imán para todas las féminas y el timbre de su voz podía enloquecer a cualquiera, tenía 30 años y tenía una altura envidiable, su fortuna atraía a muchas cazafortunas, sus ojos color café, tenían una mirada impenetrable en la cual era imposible no perderse.

 

Estaba tan cerca y tan distante a la vez, nunca podría ser observada por él como yo lo hacía en… secreto. Lo amaba como nunca pensé amar alguien, pero mi amor era el doble de un imposible elevado cúbicamente, multiplicado por la velocidad de la luz, mis esperanzas eran más que nulas, pero eso no impedía que con el paso de cada milisegundo mi amor por él se elevara vertiginosamente. Y si piensan que hablo de un vecino, de uno de los socios de mi padre o alguien con quien sencillamente no mantenía ningún contacto, estan equivocados. Hablo de mi esposo, el hombre que roba todos mis suspiros, pero que ni siquiera tiene tiempo para pronunciar mi nombre completo.

 

Desde que lo conocí se había adueñado por completo de mi corazón e ingenuamente había esperado que, tras nuestro matrimonio, llegara albergar mis mismos sentimientos, pero solo fue eso, un deseo incumplido, un anhelo insatisfecho.

Seguí observando cómo se movían sus labios y como hablaba con los demás y como se movía con seguridad, como un león en su selva o un pez en su pecera, ojalá algún día no muy lejano, me dedicara la misma atención que estaba dedicando a sus interlocutores.

Estaba muy concentrada en mi faena de observación, cuando se acercó la señora Ortiz y su hija. Ambas eran pertenecientes a una de las familias más adineradas del país, la señora Ortiz era viuda desde hace cinco años y su hija rondaba los 20 años y estaba más que ansiosa por contraer matrimonio, si supiera, en nuestro círculo social el matrimonio solo era una negociación y no una muestra de afecto público.

Cuando ambas estuvieron frente mí, curvaron sus labios en una gentil sonrisa, y me saludaron. Después, la señora Ortiz fue la‹‹ primera en entablar la conversación.

—¿Y dime querida para cuando le darás un heredero al imperio Renou?

‹‹Para cuando a usted no le importa, debería comprarse un saco de prudencia y rociarse un perfume de la marca "debo meterme en mis propios asuntos"››

Esas eran justas las palabras que quería decirle, pero en vez de eso le ofrecí una cordial sonrisa, una más falsa que la falsedad misma o un castillo de aire, antes de decirle.

—¡Mi esposo y yo aún no hemos decidido traer un niño a este mundo!, y acto seguido las deje y me dirigí hacia otro lugar, no creía ser capaz de soportar más preguntas "delicadas".

 

Seguí merodeando en la fiesta, las personas que estaban las había conocido desde mi adolescencia, pero eran desconocidos totales. Ardía de deseos de que la fiesta finalizará, pese al tiempo, no me acostumbraba a lo mismo, fiestas interminables llenas de frivolidades mientras mi esposo me dejaba a un lado y se enfrascaba en sus asuntos de negocios.

 

Mi alma clamaba por su atención y todo mi ser anhelaba tan solo una mirada suya. En algún punto mi aburrimiento parecía a punto de explotar, pero fue justo en ese momento cuando vi entrar a una señora que parecía más vieja que la bisabuela de Matusalén, acompañada de otra que parecía su madre. El silencio reinó a su llegada y todos esperábamos con ansias saber que pasaría y sobre todo porque estaban ahí. Por unos breves segundos el silencio que ya reinaba se intensificó cuando ambas señoras se observaron entre sí, mientras una le decía a la otra:




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