Amor Bajo Locura

Capítulo 2 ¡La más horrible pesadilla!

No”, esa corta y significativa palabra había vuelto a escapar de mis labios y esta vez con más ahínco, como si con ello pudiera eliminar por completo mi dolorosa realidad y eso tan…inaceptable que había acabado de escuchar. Como si con ese “no”, pudiera hacer de cuenta que aquello no había sucedido o como si pudiera dar marcha atrás en el tiempo e impedir que aquello tan terrible e imposible de aceptar sucediera.

 

 “No”, mi mente y mi corazón aún continuaban repitiéndolo con fuerza en un intento vilmente desesperado por no aceptar la realidad, mi pobre ser quería desesperadamente empezar a creerlo, pero no podía, no cuanto era más que claro lo que había escuchado con mis oídos y lo que veía y presenciaba con mis ojos, las lágrimas, el dolor agudo y tan patente que atentamente veía en los ojos de la señora Casandra no dejaba lugar a dudas.

 En un punto exacto mi mente empezó…a aceptar aquella absurda y cruel realidad, provocando que todo mi cuerpo se estremeciera y que mi pobre alma colapsara de tanto dolor, de pronto ya nada tenía sentido, ya no podía ni creía ser capaz de entender nada y menos aquello.

De pronto me sentí ajena a todo lo que estaba sucediendo, a todas las palabras y gestos que en mi presencia se estaban realizando. Me había convertido en una testigo ocular ausente de toda la escena que se estaba teniendo lugar a mi alrededor, de esta forma sin entender nada vi como la señora Casandra seguía moviendo sus labios mientras mis padres hacían todo lo posible por frenar sus palabras.

Ojalá todo se tratara de una pesadilla, de la más tenebrosa y salvajemente oscura de toda mi vida, pero todo era real…dolorosamente real, mi alma quería negarlo a toda costa, ¡trabajaba frenéticamente en ello! pero mi mente no le daba tregua y al parecer no le permitiría lograrlo, irónicamente estaba en la lucha más atroz de toda mi vida, una donde se disputaban con ferocidad mi mente y corazón, pero ya estaba cansada, sin fuerzas, vencida y mortalmente herida.

Sencillamente, ya no podía más, por ello y sin darme cuenta mi cuerpo había dado a parar estrepitosamente al suelo, vi como los que antes habían estado en lo de seguro había sido una muy acalorada discusión cesar su faena abruptamente para acercarse hacia mí, se veían visiblemente preocupados e impactados por lo que veían ante sí, eso fue lo último que vi antes de que la más profunda oscuridad se apoderara de mí y perdiera la consciencia por completo, había sido demasiado para mi pobre ser, no solo mi mente había colapsado mi cuerpo también acababa de hacerlo.

 

Al día siguiente

 

 Me había levantado con el peso de la verdad más dolorosa taladrándome la espalda, con aquello tan inaceptable clavándome espinas junto a las agujas más afiladas a mi tierno corazón, necesitaba verlo, presenciarlo con mis propios ojos y corroborar que efectivamente todo aquello no era un invento o la pesadilla más horrorosa que había padecido en toda mi existencia. Con esa firme determinación me asee y me prepare para salir, ya era hora de que lo viera a la cara, de que le gritara todo aquello que había provocado en mi muy herido corazón.

Mis padres intentaron detenerme, pero la determinación ya se había apoderado frenéticamente de mí, así que hice de oídos sordos y corrí con aquello que sabía terminaría rompiéndome el alma por completo, pero de lo cual ya no quería escapar.

 

Media hora después ya había llegado a mi destino, al lugar donde lo vería, donde por fin vaciaría mi ama por completo, donde trataría de explicarle a mi corazón que aquello tan doloroso inexorablemente formaba parte de la realidad y que tendría que forzarme de alguna forma a vivir el infierno que a partir de ahora llamaría vida.

 

Cuando por fin estuve enfrente de él vocifere, llore, y le grite como nunca antes lo había hecho, como con desespero necesitaba hacerlo

 —¿Dime por qué? ¿Por qué me dejaste? ¿Por qué me dejaste plantada frente a todos en la iglesia? ¿Por qué? ¡DIME!, ¿Acaso dejaste…de amarme?, si me dejaste de amar debiste de decírmelo de una forma diferente a la que lo hiciste N-A-DA-JUSTIFICA LO QUE ME HICISTE, dije esto último entre sollozos pues en dolor en vez de disminuir se había intensificado gravemente en mi corazón.

 

 Espere en vano obtener alguna respuesta, poder escuchar algo que me aliviara o me inyectara una dosis de paz por minúscula que fuera, pero solo escuche el sonido del viento frío y de la voz de la soledad cruel e ingrata que impregnaba todo el lugar. Esperé su respuesta, anhelé poder escucharla, pero todo fue en vano, y mi mente se empeñaba en decirme que era más que imposible.

 Nunca más tendría el privilegio de escuchar su dulce voz, ni ser embriagaba por el tono angelical del mismo, nunca podría escuchar aquella explicación que tanto anhelaba de sus labios, mi mente tendría que conformarse con el sabor amargo de saber que lo último que había pronunciado era ese “no” que lo había cambiado todo. 

Seguí ahí parada en frente de él mientras el viento frío azotaba con frenesí mi cuerpo y sin piedad alguna mi corazón, fue justo ahí cuando la verdad innata se apoderó de mi mente y el desconsuelo profundo agito vertiginosamente mi corazón al saber que nunca más podría verlo de una forma distinta de la que lo hacía ahora: allí solitario, y enterrado… en aquella fría tumba. 

 

Mis preguntas nunca tendrían respuestas, él no podía regresar de la muerte para dármelas, ni para hacer absolutamente nada más. Ahí detenidamente enfrente de aquella tumba cubierta de flores que ahora sería su casa, comprendí aquello que ingenuamente me había negado aceptar: él se había ido de mi vida definitivamente, para siempre y ya no existía manera alguna de que pudiera alguna vez regresar.

 Me giré de espaldas y me subí sobre mi auto para continuar con la tortura inmensa que ahora era mi vida, ¡era verdad, lo había visto con mis propios ojos!




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.