El murmullo de las voces afuera crecía, cada vez más cerca. Renji permanecía inmóvil, observando desde la rendija de la ventana. Los hombres de Kurogawa avanzaban, inspeccionando cada casa con lámparas de aceite en mano.
—No tenemos mucho tiempo —dijo Renji, con el ceño fruncido.
—¿Qué hacemos? —preguntó Akiko, con la voz baja pero firme.
Renji apretó los dientes, su mente calculando. Salir a enfrentarlos sería un suicidio. Huir también ponía en peligro a la aldea, pero quedarse solo retrasaría lo inevitable.
—Saldré por la parte trasera —dijo finalmente—. Los guiaré lejos de aquí.
—No —respondió Akiko de inmediato, colocándose frente a él—. No puedes hacerlo solo. No en tu estado.
Renji la miró, sorprendido por su determinación.
—Esto no es tu lucha, Akiko-san.
—Desde el momento en que cruzaste la puerta de esta casa, lo es —respondió con firmeza—. Conozco un camino por el bosque que podría darnos ventaja. Puedo guiarte.
—Esto es una locura —interrumpió Haruto, mirando a ambos con incredulidad—. No tenemos idea de cuántos son ni de lo que están dispuestos a hacer.
—Lo sabemos bien —respondió Renji, volviendo su mirada hacia Akiko—. Pero tienes razón. Si hay un camino que podamos usar para ganar tiempo, tomémoslo.
Haruto negó con la cabeza, pero no discutió más. En el fondo sabía que nada convencería a Akiko de quedarse atrás.
Renji ajustó su sable, mientras Akiko recogía una linterna pequeña que iluminaba solo lo suficiente para moverse sin ser vistos.
—Sígueme —susurró ella, abriendo la puerta trasera con cuidado.
El aire nocturno estaba frío, y las sombras de los cerezos bailaban bajo la luz de la luna. Renji y Akiko se deslizaron por el sendero detrás de la casa, sus pasos amortiguados por la hierba húmeda. Haruto se quedó dentro, apagando todas las lámparas para dar la impresión de que la casa estaba vacía.
El bosque estaba cerca, oscuro y denso, pero Akiko conocía bien el camino. Mientras avanzaban, podía oír los gritos de los hombres acercándose a la casa.
—¡Busquen por todos lados! —gritó uno de ellos—. El ronin debe estar aquí.
Renji miró hacia atrás, sus sentidos en alerta.
—Son cinco —dijo en un susurro—. Dos se han quedado cerca de la casa, los otros tres están avanzando en nuestra dirección.
Akiko respiró hondo y señaló hacia adelante.
—Hay un arroyo a unos metros. Si cruzamos rápido, el sonido del agua puede cubrir nuestros pasos.
Renji asintió y ambos aceleraron el paso, el suelo cubierto de hojas crujía suavemente bajo sus pies. El arroyo apareció frente a ellos, brillando bajo la luz de la luna. Akiko lo cruzó primero, sus sandalias chapoteando en el agua helada, seguida de Renji, que mantenía el sable listo por si eran descubiertos.
Cuando llegaron al otro lado, ambos se detuvieron para escuchar. Los hombres seguían detrás, pero sus pasos parecían vacilantes, como si hubieran perdido el rastro.
—Funcionó —murmuró Akiko, aliviada.
Renji la miró, impresionado por su rapidez de pensamiento, pero no tuvieron tiempo de celebrar. De repente, un crujido de ramas los hizo girar al mismo tiempo.
De entre las sombras apareció uno de los hombres de Kurogawa, con una espada desenvainada. Su rostro mostraba una mezcla de sorpresa y satisfacción al encontrarlos.
—Así que aquí estás, ronin —dijo con una sonrisa siniestra—. Kurogawa-sama estará complacido cuando lleve tu cabeza.
Renji se colocó frente a Akiko en un movimiento instintivo, levantando su sable.
—Vuelve con Kurogawa y dile que tendrá que esperar un poco más para eso.
El hombre rió, confiado, y se lanzó al ataque. La espada de Renji brilló bajo la luz de la luna mientras bloqueaba el primer golpe con un movimiento fluido. A pesar de su herida, sus reflejos eran rápidos, y su habilidad superaba la del enemigo.
Akiko retrocedió, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba la lucha. Renji era una tormenta de acero, sus movimientos precisos y mortales. En cuestión de segundos, el hombre de Kurogawa cayó al suelo, derrotado.
Renji respiró hondo, limpiando la hoja de su sable antes de volver a enfundarlo.
—Tenemos que seguir —dijo, girándose hacia Akiko—. Los otros no tardarán en darse cuenta de que falta uno de los suyos.
Ella asintió, aunque el miedo seguía presente en sus ojos. Sin embargo, había algo más: admiración. En ese momento, Akiko entendió que Renji no era solo un hombre marcado por su pasado, sino alguien dispuesto a luchar hasta el final, no solo por su vida, sino por algo más grande.
Mientras avanzaban más profundamente en el bosque, el silencio de la noche los envolvió nuevamente, pero ambos sabían que la verdadera batalla estaba lejos de terminar.
Voy a realizar una breve interacción con usted mis lectores:
El capítulo 4 ha terminado, pero la historia apenas comienza a tomar forma. ¡Ahora queremos escuchar tus ideas para el siguiente desarrollo! Ayúdanos a decidir lo que ocurrirá en el bosque.
¿Qué debería pasar a continuación?
1. ¿Renji y Akiko logran perder a los hombres de Kurogawa en la oscuridad, pero se enfrentan a un nuevo peligro natural, como una tormenta o un animal salvaje?
2. ¿Uno de los hombres de Kurogawa descubre algo inesperado sobre Renji, algo que podría cambiar el curso de la historia?
3. ¿Renji y Akiko son atrapados, pero alguien inesperado interviene para ayudarlos en el último momento?
¡Déjame tu elección en los comentarios y ayúdame a decidir qué rumbo tomare esta emocionante historia! ¡Tu participación es clave!