Amor bajo los cerezos

Capítulo 5: El rugido del bosque

El silencio del bosque parecía eterno mientras Renji y Akiko avanzaban con cautela. Las hojas crujían bajo sus pies, aunque intentaban ser lo más sigilosos posible. Renji caminaba al frente, siempre con la mano lista en el sable, mientras Akiko lo seguía, luchando contra el impulso de mirar atrás.

—Si seguimos este sendero, deberíamos llegar a un claro —susurró Akiko, apenas audible—. Allí podemos decidir nuestro próximo movimiento.

Renji asintió, aunque su atención estaba fija en cualquier sonido que pudiera revelar la presencia de los hombres de Kurogawa. El combate reciente lo había debilitado; su brazo herido empezaba a doler más de lo que esperaba, pero no podía permitirse el lujo de detenerse.

De repente, un estruendo retumbó en la lejanía, como un rugido bajo y profundo. Akiko se detuvo en seco, su respiración contenida.

—¿Qué fue eso? —preguntó, mirando a Renji.

Él frunció el ceño, con los sentidos alerta.

—No lo sé, pero no fue humano.

Antes de que pudieran reaccionar, otro sonido se unió al rugido: ramas rompiéndose y pasos pesados que se acercaban rápidamente. Renji giró hacia Akiko.

—¡Corre!

Ambos comenzaron a correr, adentrándose más en el bosque mientras los sonidos crecían en intensidad. Las sombras danzaban a su alrededor, y la luz de la luna apenas lograba atravesar el denso follaje. El ruido parecía venir de todas direcciones, envolviéndolos en una amenaza desconocida.

Finalmente, llegaron al claro que Akiko había mencionado. La luna iluminaba la pequeña abertura en el bosque, donde un antiguo santuario abandonado descansaba entre la vegetación. Las piedras estaban cubiertas de musgo, y una estatua de un dragón miraba con ojos vacíos hacia ellos.

—Aquí podemos descansar un momento —dijo Akiko, con la respiración entrecortada.

Renji negó con la cabeza, su mirada aún fija en los árboles.

—Algo se mueve en el bosque. No estamos solos.

Justo en ese momento, el rugido volvió a resonar, esta vez más cerca. De entre las sombras emergió un oso enorme, con su pelaje oscuro y los ojos brillando con una mezcla de furia y hambre. Renji instintivamente desenvainó su sable, colocándose frente a Akiko.

—¡No te acerques! —le ordenó, sin apartar la vista del animal.

El oso gruñó, levantándose sobre sus patas traseras, una torre de fuerza y peligro. Renji sabía que enfrentarlo sería un riesgo enorme, especialmente en su estado, pero no había otra opción.

—Renji, no puedes… —comenzó Akiko, pero su voz se cortó cuando el oso bajó de golpe, avanzando hacia ellos.

Renji se lanzó hacia adelante, moviéndose con precisión. Su sable cortó el aire, buscando mantener al animal a raya. El oso atacó con fuerza, y Renji apenas logró esquivar sus garras. La herida en su brazo se abrió un poco más, pero el guerrero no se detuvo.

—¡Akiko, aléjate! —gritó mientras bloqueaba otro golpe.

Ella, en lugar de correr, miró desesperadamente a su alrededor, buscando algo que pudiera ayudar. Sus ojos se detuvieron en una rama gruesa caída cerca del santuario. La tomó con ambas manos y corrió hacia Renji.

—¡Atrás! —gritó, golpeando el suelo frente al oso con la rama, intentando distraerlo.

El animal giró su atención hacia ella, rugiendo nuevamente. Renji aprovechó el momento para lanzar un golpe certero con su sable, hiriendo al oso en el costado. El animal retrocedió, gruñendo con dolor, y finalmente se dio la vuelta, desapareciendo entre los árboles.

Renji cayó de rodillas, agotado y jadeando. Akiko dejó caer la rama, corriendo hacia él.

—¿Estás bien? —preguntó, arrodillándose a su lado.

—Estoy bien —respondió Renji, aunque su respiración pesada y la sangre en su brazo decían lo contrario.

Akiko arrancó un pedazo de su propio kimono y comenzó a envolver la herida de Renji con cuidado.

—Eres un idiota valiente —dijo, su voz temblando ligeramente.

Renji la miró, con una leve sonrisa en los labios.

—Y tú eres una mujer demasiado valiente para tu propio bien.

Ambos rieron suavemente, a pesar del peligro que acababan de enfrentar. Sin embargo, la calma duró poco. A lo lejos, podían escuchar nuevamente las voces de los hombres de Kurogawa, esta vez más cerca.

—Tenemos que seguir —dijo Renji, poniéndose de pie con esfuerzo.

Akiko asintió, ayudándolo a caminar mientras se adentraban nuevamente en la oscuridad del bosque. Aunque habían sobrevivido al ataque del oso, sabían que el verdadero peligro aún los acechaba.

Al llegar nuevamente al santuario abandonado, ambos se dieron cuenta de que el lugar tenía una atmósfera única. En sus muros cubiertos de musgo, las piedras parecían vibrar con una energía antigua. Akiko, intrigada por una estructura en el fondo, caminó hacia un altar deteriorado.

—Renji, ven a ver esto —dijo con voz baja.

Renji se acercó con cautela. Lo que Akiko había encontrado era una inscripción casi borrada, pero aún legible. Las palabras hablaban de un guerrero legendario que había sellado un antiguo poder en el santuario, un poder que podría ser la clave para vencer a sus enemigos.

—Esto… esto habla de ti —dijo Akiko, sorprendida—. Parece que tu destino está vinculado a este lugar.

Renji se acercó al altar, tocando las piedras frías. Algo en su interior empezó a resonar con la inscripción, como si una conexión antigua despertara en él.

—Tal vez este santuario sea la clave para derrotar a Kurogawa —murmuró Renji, más para sí mismo que para Akiko.

Con renovada determinación, ambos sabían que su siguiente movimiento podría ser más grande de lo que imaginaban. El pasado de Renji y el santuario tenían respuestas que aún no entendían por completo, pero algo les decía que el futuro de su lucha estaba entrelazado con ese antiguo poder.



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En el texto hay: romance

Editado: 06.01.2025

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