Amor bajo los cerezos

Capítulo 8: Bajo el filo del destino

El sonido de los pasos apresurados de los hombres de Kurogawa resonaba en la distancia, cada vez más cercano. Renji, Akiko y Tetsuya se movían rápidamente entre los árboles, su respiración entrecortada por el esfuerzo. El medallón, ahora escondido bajo el kimono de Renji, parecía irradiar una energía que lo empujaba a continuar, a pesar del dolor en su brazo herido.

—No podremos seguir huyendo por mucho tiempo —dijo Tetsuya, deteniéndose un momento para escuchar los ruidos detrás de ellos—. Nos están rodeando.

—¿Qué sugieres? —preguntó Renji, jadeando, mientras Akiko lo ayudaba a mantenerse de pie.

—Un enfrentamiento directo sería un suicidio —respondió Tetsuya, mirando a su alrededor con atención—. Pero hay un paso estrecho cerca de aquí, un antiguo sendero que lleva a un puente colgante. Si logramos cruzarlo, podríamos ganar algo de tiempo.

—Entonces no hay más opción —dijo Renji, ajustando el agarre de su sable.

El paso estrecho

El grupo llegó al sendero que Tetsuya mencionó, un camino flanqueado por acantilados que parecía haberse desmoronado con el tiempo. A lo lejos, el puente colgante se balanceaba precariamente con el viento, sus cuerdas desgastadas y tablas podridas.

—¿Estamos seguros de que esto es una buena idea? —preguntó Akiko, mirando el puente con preocupación.

—No tenemos otra salida —respondió Tetsuya mientras comenzaba a cruzar con cuidado—. Pero hay que hacerlo rápido.

Renji asintió, dejando que Akiko cruzara detrás de Tetsuya mientras él se quedaba al final, vigilando el camino. Los hombres de Kurogawa no tardaron en aparecer al otro lado del sendero, sus figuras iluminadas por las antorchas que portaban.

—¡Deténganlos! ¡No deben escapar! —gritó uno de los líderes, señalándolos con su espada.

Renji se giró hacia Tetsuya y Akiko, que ya estaban casi al otro lado del puente.

—¡Vayan! Yo los cubriré.

—¡Renji, no! —exclamó Akiko, deteniéndose en seco.

—No hay tiempo para discutir —replicó Renji con firmeza—. ¡Cruza!

Akiko vaciló, pero la mirada de Renji no dejaba lugar a dudas. Con el corazón apretado, siguió avanzando junto a Tetsuya, mientras Renji se preparaba para enfrentarse a los primeros hombres de Kurogawa que llegaban al paso estrecho.

El enfrentamiento

Renji desenvainó su sable, plantándose firmemente en el sendero. Los hombres de Kurogawa avanzaron con fiereza, confiados en su superioridad numérica.

El primer hombre atacó, pero Renji lo esquivó con rapidez, lanzando un contraataque que lo dejó fuera de combate. El segundo llegó poco después, pero Renji, a pesar del dolor en su brazo, demostró una habilidad que superaba a la de sus enemigos.

Sin embargo, sabía que no podría sostener la pelea por mucho tiempo. Cada movimiento era más lento que el anterior, y su herida comenzaba a cobrarle factura.

—¡Renji, rápido! —gritó Akiko desde el otro lado del puente.

Renji retrocedió, manteniendo a raya a los hombres de Kurogawa mientras comenzaba a cruzar el puente. Pero antes de que pudiera llegar a la mitad, uno de los enemigos lanzó un cuchillo que cortó una de las cuerdas principales del puente.

El impacto fue inmediato. El puente se inclinó peligrosamente, y Renji apenas logró sujetarse de una de las tablas. Akiko gritó su nombre, corriendo hacia él mientras Tetsuya intentaba detenerla.

—¡No! ¡Es demasiado peligroso! —dijo Tetsuya, pero Akiko no lo escuchó.

Con un esfuerzo tremendo, Akiko se agachó y tomó la mano de Renji justo cuando el puente comenzaba a ceder.

—No voy a dejarte caer —dijo con determinación, aferrándose a él con todas sus fuerzas.

—Akiko… —murmuró Renji, sintiendo el calor de su mano mientras luchaba por sostenerse.

En ese momento, un sonido estridente atravesó el aire. Una flecha, disparada desde la distancia, impactó en el suelo cerca de los hombres de Kurogawa. Todos se giraron, buscando el origen del ataque.

Desde la sombra de los árboles, una figura encapuchada apareció, armada con un arco y flechas. Sin decir una palabra, comenzó a disparar con precisión, obligando a los hombres de Kurogawa a retroceder.

—¿Quién…? —preguntó Akiko, mirando a la figura con asombro.

El encapuchado bajó el arco y se acercó al puente, ayudando a Renji a subir. Una vez que estuvieron a salvo, se quitó la capucha, revelando un rostro joven y decidido.

—Soy Sora, una enemiga de Kurogawa —dijo, mirando a Renji con intensidad—. Y creo que tienen algo que me pertenece.

Renji, todavía recuperándose, frunció el ceño.

—¿El medallón?

Sora asintió.

—Ese objeto no solo es la clave para tu victoria. También es la llave para liberar a mi pueblo del yugo de Kurogawa. Si me ayudas, puedo garantizar que lleguen al santuario antes de que sea demasiado tarde.

Renji, Akiko y Tetsuya intercambiaron miradas. Aunque las dudas eran muchas, sabían que el tiempo no estaba de su lado.

—Si estamos en el mismo bando, entonces ven con nosotros —dijo Renji finalmente, extendiendo la mano hacia Sora.

Ella asintió, y juntos comenzaron a avanzar nuevamente, dejando atrás a los hombres de Kurogawa mientras el eco de su derrota resonaba en el bosque.



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En el texto hay: romance

Editado: 06.01.2025

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