Amor con amor....se paga (#1 Serie Refranes)

CAPÍTULO 2

Seis meses después, como cada fin de año, el orfanato emprendía la difícil campaña de buscar familias que quisieran adoptar un niño. Eran campañas humillantes porque exponían a los niños como si fueran mascotas en busca de nuevos dueños. Aprovechaban el espíritu navideño, con sus bienaventuranzas, para fomentar las adopciones que cada vez eran más escasas.

Ese año, al parecer, hubo una buena acogida y varias familias tomaron la decisión de acoger dentro de sus hogares a un pequeño y hacerlos parte de sus vidas. Varios tuvieron suerte. Entre ellos, Claudio, María Paz, Adrián, Ema y Gaspar.

Quizás, uno de los que más suerte tuvo fue este último, principalmente gracias a su apariencia. Su color de cabello dorado y sus ojos, azules como el mar, lo hacían ver como si fuera el verdadero hijo de la familia que lo había adoptado. Se notaba de lejos que su situación económica era pudiente, aunque no millonarios. Su forma de vestir, de caminar, de hablar ……  todo era reflejo de un medio de vida un tanto opulento, muy lejano de la realidad de todos los niños en ese lugar …... bueno …... de casi todos.

Gaspar estaba feliz porque pese a que eran personas adineradas, se les percibía humildes de alma, con un trato cariñoso y afable. El matrimonio ya tenía un niño, adoptado igual que él y al parecer unos cuántos años mayor que Gaspar, quien en vez de estar enojado por la decisión de sus padres de adoptar a otro miembro para su pequeña familia, estaba feliz de poder tener un hermanito con quien jugar.

Sin duda tuvo suerte. Aunque esa felicidad no fue completa para él. Tenía la esperanza de que su dulce Magda también hubiese sido adoptada, pero ese no fue el caso. Magda seguiría allí, en ese horrendo lugar y tal como la conocía, seguiría allí velando por aquellos que no podrían defenderse, dejando a un lado cualquier plan de fuga.

- No sabes cuánto me alegro Gaspar de que por fin tengas una familia. – Le decía Magda con una alegría que le brotaba con toda la sinceridad que la caracterizaba. – Sé que serás muy feliz. Debes portarte bien y ser obediente a tus nuevos papás. No hagas enojar a tu hermano mayor y cumple bien tu papel de hijo. Pero por sobre todas las cosas, nunca olvides quién eres ni de dónde vienes. No permitas que el orgullo domine tu alma aunque tengas miles de razones para sentirlo. Ama con todo tu corazón a quienes sean dignos de tu amor y no albergues jamás odio en él por nada ni por nadie. Haz el bien a todos y verás que eso te hará feliz.

- No quiero dejarte, Magda. – Le decía Gaspar en medio de lágrimas, sabiendo que solo le quedaban unos pocos minutos para estar junto a ella – Te extrañaré demasiado.

- Yo también te extrañaré mi pequeño diablillo. ¿Te cuento un secreto? – Gaspar asintió. – Siempre fuiste mi pequeño favorito. Es una lástima que tengamos que separarnos, pero al menos es por una buena razón. Ya verás que con el tiempo te olvidarás de mí y la pena que ahora sientes será parte del pasado. – Le dijo Magda con los ojos llenos de lágrimas retenidas. No quería que Gaspar percibiera su dolor. En verdad sentía una conexión con ese niño. Cuando le dijo que era su favorito, no mintió. En verdad su alma se había apegado a la de ese pequeño y rogaba porque tuviera una buena vida lejos del orfanato y de las horribles experiencias que allí vivió.

- Nunca me olvidaré de ti, Magda. Nunca. Te prometo que cuando sea grande te buscaré y te pediré que te cases conmigo. De esa forma estaremos juntos para siempre. ¿Me prometes que dirás que sí? – Le preguntó Gaspar con su alma llena de ilusión.

- ¡Pequeño! …... ¿no eres muy joven para pensar en matrimonio? – Magda sintió por un momento latir más rápido su corazón. - Cuando seas grande, si es que nos volvemos a encontrar algún día, prometo pensar seriamente en tu propuesta. – Le respondió Magda llena de ternura ante el muchachito que derramaba su corazón ante ella.

- No te fallaré, Magda. Solo espérame ¿sí? – Le pidió Gaspar y Magda asintió mientras el pequeño iba siendo arrastrado suavemente de la mano de la que ahora sería su nueva mamá. A lo lejos, miró hacia atrás una última vez y levantó su manito para despedirse de su primer amor.

 

***********************

 

Un año pasó desde la última vez que vio a Gaspar. No había tenido noticias de él nunca más, aunque siempre estaba la figura de él patente en su memoria.

Magda ya tenía 13 y aún no había sido adoptada por nadie. A pesar de que la edad para estar en ese orfanato se había cumplido, no estaba triste por dejarlo. Se enfrentaba a un nuevo desafío. Tendría que adaptarse a su nuevo hogar temporal, ahora en compañía de jóvenes más adultos, pero no estaba sola. Para su buena fortuna, junto a ella también estaba Ada. Ambas harían lo posible por encajar con el resto ya que no querían ser víctimas de bullying otra vez.

 

Afortunadamente para Ada, tan solo un par de meses después, una amorosa familia la adoptó. Con el corazón hecho trizas, Magda tuvo que decir adiós nuevamente a alguien que era importante para ella. Era lo mejor que pudo haberle pasado a su amiga, pero aquello implicaba que quedaría sola y esta vez, sin ninguno de los pequeños que le hiciera compañía. De hecho ella era una de las menores en aquel centro juvenil y no estaba resultando bien eso de encajar con el resto como ella hubiese querido. Se había transformado en una niña solitaria. En ese lugar parecía que no era requerida su protección. Al parecer todos sabían defenderse bastante bien.



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En el texto hay: drama, amor, promesa

Editado: 08.01.2021

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