Amor con aroma a café

DEJAR IR....

ROSE

Encuentro a mi pequeña recostada sobre el sofá, en sus manitas sostiene una medalla. -¿Que miras mi pequeña? Me observa con sus largas pestañas. -Mi medalla mami-. Grande fue la sorpresa cuando observo la cadena de oro que regalé a Tomás años atrás, en el cuello de mi hija. Ella la observa con nostalgia. -Dice Julita que mi papi me la colocó cuando nací, desde ese día, nunca me la he quitado, mi papi me contó que era suya y que usted se la regaló cuando eran novios-. Me quedo en silencio, meditando sobre lo que acabo de escuchar y siento una enorme opresión en el pecho. -Así es hija, yo se la obsequié a tu papi hace unos años, me alegro mucho que tú la uses-. Mi hija recuesta su cabeza sobre pecho y se queda en completo silencio - Díme Margarita, ¿no estás feliz de haber conocido a tu familia?-. Después de unos segundos y con voz débil contesta a mi pregunta. -Si mami,  estoy contenta de haberlos conocido-. -Entonces mi ángel, díme ¿porqué estás tan triste?-. -No lo estoy mami, solo quiero ver a mi papi y a Julita-. Sé que no es la razón y teme hacerme sentir mal y decirme la verdad. -Amor, mañana regresaremos a casa y podrás ver a Julita y a tu papi, ellos te estarán esperando muy contentos-. Ella suspira y mi corazón se desgarra; no puedo imaginar el sufrimiento de mi hija si la alejo de las personas que tanto ama. Tengo unas enormes ganas de llorar, pero debo mantenerme fuerte ante mi pequeña bebé. 

El resto de la tarde, hemos paseado por el pueblo, visitado la iglesia y comido sabrosos platillos. Margarita está un poco mas tranquila, pero no puede evitar su incomodidad al lado de John. Él insistió en acompañarnos y no podía negarme a llevarlo con nosotros. 

Por la noche, la niña insistió en dormir en mi cama, disfruto el calor de su cuerpecito a mi lado, la abrazo con ternura y no puedo creer este momento que estoy viviendo; a pesar de la incertidumbre que siento en el corazón. Me quedo un largo rato despierta, observando a mi hija dormir, de repente ella se despierta. -Mami, ¿no nos iremos de aquí verdad?- acaricio su cabello. -¿A que te refieres mi amor?- -Mami, no nos iremos de aquí, del pueblo, de casa de mi papi, no nos alejaremos de mi abuelo,  Julita, de los peones, de mis compañeros de la escuela, de mi papi que tanto amo...-. -Amor, duerme, mañana platicamos de eso de acuerdo- . Ella se encuentra ahora mas inquieta y no sé como lograr que se tranquilice. - Margarita, yo no te haría nunca daño, no sufras porfavor, quisiera que conocieras mi casa en Estados Unidos, es hermosa y hay muchas cosas que pueden gustarte-. Margarita está a punto de llorar. -Mírame hija, te voy a prometer algo-. Ella me observa atenta. -Nunca, nunca, te obligaré a hacer algo que tú no quieras hacer, ¿de acuerdo?-. En su rostro se empieza a dibujar una tímida sonrisa, observo que su respiración se tranquiliza poco a poco. -Ahora duerme mi ángel, mañana podemos continuar platicando-. Me besa con alegría y se recuesta nuevamente en la cama.

Espero que Margarita se duerma nuevamente, sigilosamente me levanto de la cama y llego hasta la habitación de mi madre. Ella no duerme, está sentada observando por la ventana. -¿Que pasa hija?-. Me cobijo en sus brazos y lloro como una niña, ella acaricia mi cabello hasta que logro tranquilizarme, pacientemente espera hasta que me sienta lista para contarle lo que me sucede.

Mi madre me anima, indicando que poco a poco las cosas mejorarán, que la niña entenderá que su vida en Estados Unidos le dará muchas más oportunidades de las que podría tener aquí, que vivirá muy contenta con nosotros y que podrá visitar a su papá cuando ella quiera. Deseo con todo mi corazón creer que las cosas serán de esta manera. La felicidad de mi hija es primero, aunque tenga que sacrificar mi propia felicidad, no permitiré que mi hija sea desdichada.

Después de un largo rato, regreso a mi habitación, el cansancio me permite dormir enseguida. A la mañana siguiente, nos reunimos todos en la mesa, conversamos amenamente ante la mirada de Margarita, que observa todo a su alrededor. Luego nos vamos de compras, mi hija elige obsequios para todas las personas que viven en la finca; admiro el cariño con el que elige cada obsequio según los gustos de cada uno. -Y tú, ¿no eligirás nada para tí?-. -Bien mami, pero mi papi dice: la familia es primero; por eso elegí obsequios para ellos y luego elegiré para mí-. Mi hija me sorprende cada día más y cada vez me convenzo que Tomás ha hecho un estupendo trabajo en la  educación de Margarita.

Por la tarde, tomamos el camino de regreso para la finca, Margarita sonríe alegremente y no deja de cantar una canción infantil, que después de escucharla durante todo el camino, ya la he aprendido: - abuelito dime tú, lo que dice el viento en su canción, abuelito dime tú, porque llovió, porque nevó....-.

Hemos llegado a la finca y tenemos público esperando que Margarita descienda del vehículo, su abuelo, Julita, los peones y Tomás están en la entrada del jardín. Ella corre y abraza a cada uno. La alegría se siente en el aire, y a pesar de esta tristeza que no he podido evitar, durante todo el trayecto de regreso, observar esta escena me contagia de energía, ver a mi hija feliz es el mejor regalo para cualquier sacrificio que tenga que hacer.




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