ROSE
Han pasado 3 meses desde el diagnóstico de mi padre, hemos tratado de prologar su vida con medicamentos, tratamientos alternativos y muchos cuidados. Sin embargo cada vez se deteriora más; hace unos días nos dijo que ya queria descansar de todo ésto.
Hoy le ha dicho a mi madre que necesita que vaya a su habitación después de la cena, que no admite excusas; por lo que cumpliré su volutad, he estado muy preocupada durante todo el día por lo que quiere decirme, sé que será doloroso para ambos, pero también quiero que sepa que no le guardo rencor, que entiendo que todo lo hizo para protegerme.
-Padre, ¿puedo entrar?-. -Si hija, pero primero, dile a tu madre que venga, tengo que hablar con ambas-. - Mi corazón se agita, es un momento muy dificil para mí. -Mi madre y yo estamos sentadas cada uno a un lado de la cama de mi padre. -Rose, primero quiero que sepas que tu madre y yo te amamos mucho, que estamos muy orgullosos de tí-. Mis lagrimas están a punto de derramarse, pero me resisto, seré fuerte por él. -También que estoy seguro que administrarás muy bien mis negocios, cuidarás de tu madre, a quien te súplico que núnca la desampares-. Presiono con mis dedos su delgado brazo y asiento. -También quiero con toda mi alma pedirte perdón por todo el daño que te he provocado-. Mi madre lo interrumpe, hasta el momento ha estado callada. -Cariño, no te culpes tú solamente por todo, yo también soy responsable-. -Por favor amor, tu sabés que tu solamente me obedecias, por favor dejame que hable con Rose, ahora que aún puedo hacerlo-. Mi madre coloca sus manos sobre su rostro y da unos pequeños sollozos, ella también está tratando de ser fuerte, pero es muy dificil.
Nos quedamos unos segundos en silencio, él toma aire y continua, yo estoy confundida, pero trato de mantenerme serena y atenta. -Rose, quiero que sepas, que ésta es una cruz que he cargado durante estos 6 años, pero no queria hacerte más daño de lo que ya habia hecho, por lo que yo lo sufrí en soledad, en mi interior -. Mi cabeza empieza a trabajar a mil por hora y comienzo a asociarlo con lo sucedido en El Salvador. -Rose, perdóname hija, yo quise que tuvieras una vida diferente, un futuro mejor-. Ya no sé que pensar con lo que estoy escuchando, empiezo a respirar con dificultad; sé que escucharé algo que cambiará el rumbo de mi vida.
-Rose, tu hija no murió.- Las palabras sonaron como un eco en mi oido; instintivamente toco mi vientre. Mi padre continua a pesar de mi expresión de asombro. -Rosé, tu hija nació viva, pero pedí que la llevaran a un horfanato; hice muchas gestiones para que pareciera que habia muerto al nacer.
Me pongo de pie y empiezo a reir como una loca, repito en voz alta, -"mi hija está viva, tengo una hija viva, una hija". - Mi madre se acerca a mí y trata de tranquilizarme. - Madre, ¿sabes cuanto he sufrido pensando en que no pude ayudar a mi hija a nacer viva y que no pude conocer su carita?-. Poco a poco empiezo a tranquilizarme, mi padre me observa cabizbajo desde su cama, sabe que pronto empezaré a hacer muchas preguntas.
-Perdóname Rose, perdóname-. Miro a mis padres y empiezan a formularse preguntas en mi cabeza; ellos me vieron sufrir muchos años, sin embargo nadie hizo nada para aliviar mi dolor, siento de repente tanto rencor. Me alejo de la habitación en silencio, necesito espacio, soledad, distancia...necesito ordenar mis ideas, necesito gritar de frustración, pero también de alegria. Mis padres me ven alejarme y no hacen nada para detenerme, saben que es lo mejor.
Me he refugiado en mi habitación, durante toda la noche he meditado, he llorado, he reido. He expresado los sentimientos que en muchos años estuvieron dormidos. La luz entra por las cortinas de mi habitación y aún estoy vestida con la ropa del día anterior, para mí las horas no han transcurrido, yo he estado en una especie de viaje al pasado, he rememorado los últimos 7 años de mi vida.
Editado: 13.03.2019