Amor con aroma a café

INESPERADO ENCUENTRO

TOMÁS

-Papi-. -Si amor-. -¿Porqué usted no se volvió a casar después que mi mamí se fue al cielo?-. La pregunta me ha tomado por sorpresa, aún no aprendo que mi hija es una caja de sorpresasy una curiosa; me quedo unos segundos en silencio, debo pensar que voy a contestarle -¿Es porque aún no ha conocido a una mujer tan bella e inteligente como mi mami? - Si mi pequeña, es cierto, la única tan bella como su mami es usted-. Mi hija levanta la carita y me sonrie. Todas las noches acostumbramos conversar un rato después de la cena y nos acostamos en nuestras hamacas en el corredor de la casa; conversamos de la escuela y de mi día de trabajo; ella ahora que está por las mañana en la escuela, pide que la ponga al corriente de todo lo que hacemos en la finca; me divierte mucho como se preocupa por cada detalle, como de un caporal o administrador, pidiendo el informe del trabajo realizado durante su ausencia.

Ha llegado el día domingo, hoy es el cumpleaños de Julita y le hemos hecho un desayuno sorpresa. Mi pequeña Margarita ha insistido en que después debemos  ir a misa y dar gracias por un año más de vida de Julita, sin embargo, se le ha ocurrido que vayamos al lugar donde ella nació. Sin preocuparnos mucho por lo que ella podría pensar le dijimos hace un tiempo que ella habia nacido en Ataco, por lo que está completamente segura que tendremos que ir a la iglesia de Ataco. Yo tengo mis dudas al respecto, hay muchos recuerdos que he tratado de guardar en lo profundo de mi corazón y estar en ese lugar hará que vuelvan a surgir a mi cabeza. Sin embargo no puedo negarle ese deseo a mi pequeña hija.

Hemos llegado a la iglesia y cada paso que doy trae un nuevo recuerdo a mi mente, siento como que haya sido ayer cuando Rose y yo buscábamos cada pretexto para estar juntos y nos reuniamos a escondidas en cada lugar de este pueblo. Me molesto conmigo mismo, no puedo seguir atado a un sentimiento que no es, ni nunca fue correspondido, por lo que trato de enfocarme en el presente.

Una familia amiga nuestra se acerca a saludarnos, estamos a la puerta de la iglesia, Margarita tira de mi camisa. -Papi, compreme una minuta, papi-. Espérese hija, deme un minuto, estoy platicando-. -Papi, pero el vendedor se está yendo-. De repente Margarita se cruza la calle y se escucha que un vehículo frena de repente. Mi corazón se acelera y corro inmediatamente hacia Margarita. El conductor logró parar a tiempo, Margarita está muy asustada y empieza a llorar. Julita corre a abrazarla para tranquilizarla.  El conductor baja muy molesto del vehículo, cuando observo y no puedo imaginar la persona que viene directamente hacia mí; es evidente que él también está sorprendido; es el tio de Rose que aún no me ha reconocido. Cuando lo tengo a unos cuantos metros, ha logrado reconocerme. -Que hace esa cipota a media calle, ¿que no ve que ésta es vía pública?-. Me ignora completamente y se dirige a Julita, quien está muy asustada y no sabe que contestarle. La niña llora inconsolablemente y yo me pongo muy furioso y quiero acabar con ésto. - Disculpe señor, sé que debimos haberla cuidado mejor, pero no tiene que hablarle con tanta dureza-. -No hablo contigo, hablo con ella-. -Pues es conmigo con quien tiene que hablar, ella está a mi cargo-. -Pues si está a tu cargo, has mejor tu trabajo, después que fallecen, la culpa siempre es del conductor, no saben que los irresponsables que debieron cuidar de ellos no hicieron bien su trabajo-. -Suficiente, disculpe señor, pero  gracias al cielo no pasó nada peor, ahora, lo mejor es que nos vayamos-. -No deberían salir al pueblo todos ustedes, deberían quedarse metidos en el monte para que no cometan imprudencias, campesinos maleducados -. La sangre me hierve por todo el cuerpo y tomo al hombre de la camisa.- Papi, ya no papi, yo tuve la culpa, suéltalo por favor-. Escucho la dulce voz de mi hija suplicándome que lo suelte. El hombre se sorprende y ella añade -Señor, lamento mucho haberlo hecho, por favor perdóneme, no lo volveré a hacer nunca más-.  Mi hija levanta su hermoso rostro y él la observa totalmente sorprendido. Estoy conciente que está recordando la mirada de su sobrina en los ojos de mi pequeña y eso me provoca cierto temor.

Lo suelto de la camisa y tomo a mi hija y a Julita de los brazos; camino directamente hacia el vehículo, debo salir de aquí inmediatamente y no volver jamás.

 

 

 

 




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