Mi nombre es Pam, así solamente, no es diminutivo de ningun otro nombre.
Nunca he sido la chica mas popular, ni la que mejor se arregla, ni tiene al tipico novio capitan de algun equipo, absolutamente nada de eso, pero tenía algo que me hacía diferente, y es que era bruja, al menos lo intentaba, me parecía interesante todo acerca de hechizos, pero no ponía en práctica ninguno todavia, o eso creía yo. Estaba en mi ultimo año de secundaria, pronto me graduaría, iría a la universidad y seguiría siendo invisible como toda la vida, no contaba con que esos 9 meses de de estudio fuera absolutamente interesante, desde mi punto de vista todo era mejor sin personas encargadas de lastimar verbal e incluso fisicamente a los demas, como lo solía hacer Johana, la popular, la que se creía superior a todos, la mas guapa del colegio, algo que era cierto pero sin tanta exageración.
Uno de los principales motivos por el que quería graduarme rapido era ella, no la soportaba, ni a su estúpido clan de oxigenadas con poco cerebro y mucho tinte de cabello, necesitaba desaparecerlas del mapa por completo, a ellas y sus novios, cada vez comprendía mas el por qué eran parejas, creían que todo giraba alrededor de ellos.
El novio de Johana, era guapo, no lo niego, pero su egocentrismo hacía verlo de forma contraria, Steff era una de las mejores amigas de la oxigenada numero 1, solía decirles asi en primero de bachillerato, el galan de su novio tenía sus escasos momentos de inteligencia acompañado de un perfecto mechón de cabello que topaba sus cejas. Katiuska era la oxigenada numero 3, era menos agresiva estando sola pero al unirse al ejercito de Johana cambiaba, Luis era su amor de toda la vida, de él tengo poco que decir, es tonto pero conocía los momentos que no debía agreder a nadie verbalmente. Finalmente tenemos a Karla, una chica recién ingresada al colegio junto a su novio, fueron mis amigos, hasta que conocieron al clan popular, pero ellos continuaban siendo amables conmigo, sobretodo Karla o como yo le digo cariñosamente Karlita.
Cuando ingresamos al salón, mi primera clase era Literatura, con el maestro Lince, quien era muy bueno con sus charlas, las siguientes horas fueron todo acerca de la obra de Willian Shakespeare "Romeo y Julieta", una de mis favoritas del genero romance, todo de mí era 100% romántica, claro que nadie lo sabía.
Asignó parejas para interpretar una mini presentacion de la obra que estabamos estudiando, para mi agradable sorpresa, yo no tenía con quién realizar la interpretación, así que él se ofreció a ayudarme, acepté gustosa.
- Pam, quédate un momento por favor.
- Claro maestro.
- Bien, como la interpretacion es para dentro de dos semanas, el día de mañana tendré algo de tiempo disponible para ensayar contigo, si estás de acuerdo y crees poder?- me dijo sin quitar la mirada - me comprendiste porque noto que estás algo perdida? - qué vergüenza, habrá notado que me sonrojé? - eh claro que puedo maestro, donde lo veo? - dije timidamente.
- Mañana a las tres y media, te apuntaré mi dirección, es muy cerca de aquí así que no podrás perderte.
Me dió un papel perfectamente cuadrado, su letra era sinonimo de muchos, muchos años de caligrafía.
En mi camino a casa, y a pasos de tortuga, pensaba en el maestro Lince, era muy joven, quizás unos 24 años, su cabello era negro, su piel muy blanca, logicamente lo poco que pude observar al dejarse descubierto los brazos por la camisa que cargaba. Apresuré mis pasos, había olvidado que esa tarde iría Lizbeth a mi casa, nosotras sentíamos esa curiosidad de hacer hechizos, o aprender un poco mas sobre el tema, pero no nos atrevíamos a hacerlo, cuando terminamos de ver libros, platicabamos sobre nuestro día, lo mio tenía todo de típico, menos un maestro joven y apuesto. Anocheció y ella fue a su casa, no sin antes decirme que cambiara mi forma de vestir y peinar. Se preocupaba siempre por la imagen, pero no era parte de Johana y su club.
Me desperté temprano y revisé mis mensajes, como siempre, no había nada. Arreglé en una coleta mi cabello, me puse un vestido que me llegaba hasta las rodillas, un sueter color blanco, agarré mis libros y me encaminé a clases. Podía tomar un autobus, pero preferia caminar. Mientras lo hacía, Karlita y su novio Joseph, se acercaron a saludarme como siempre atentos conmigo desde que iniciaron en esta escuela. La primera clase del día matemáticas, no era de mi completo agrado, sin embargo era buena para eso. Seguía ingles y la maestra era nueva, hoy no tenía literatura, pero en los pasillos crucé con el profesor y éste se acercó a recordarme que hoy me esperaría en su casa a las tres y media, Cómo podría olvidar a un dios griego?.
Qué largas se me hacían las horas restantes de clases.
Eran las dos con treinta, me bañé, arreglé mi deslumbrador cabello (nótese el sarcasmo), me puse jeans, zapatos deportivos negros, tome mi libro y salí en dirección a la casa del maestro. Luego de veinte minutos estaba en la puerta tocando el timbre, él abrió, me senté en el sofá que parecía terciopelo de color verde, mientras él terminaba de preparar su almuerzo, repasaba mis partes con cautela.