Amor cruel

Capítulo 1/ Traición

Quiero darle una sorpresa a Sam, él es mi prometido, pronto nos vamos a casar, hace dos años que somos novios y han sido maravillosos, es un hombre amoroso, leal y sobre todo comprensivo. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Mi madre lo adora, él es quién nos ha ayudado económicamente desde la muerte de mi papá. Aún no he podido encontrar un trabajo y además, él se opone a esa idea, según sus propias palabras, desea que yo sea una mujer de hogar ya que él es suficiente para mantenerme. Aunque he deseado ser una mujer independiente, puedo olvidarme de eso por él.

Lo que más le gusta es mi comida, así que me esforcé mucho preparando uno de sus platillos favoritos.

Decidí venir unas horas antes de que él regrese de su trabajo para esperarlo con la mesa servida, también aprovecharé el tiempo para ordenar su apartamento. Él no hace nada por su cuenta, pero no lo culpo, trabaja mucho.

Introduzco la llave en la puerta y la abro. Al hacerlo escucho unos sonidos que provienen de su habitación. ¿Qué extraño? Con sumo cuidado dejo los recipientes con la comida sobre la mesa y me acerco. ¿Acaso son gemidos? Mi corazón está empezando a latir con fuerza, incluso siento que mi estómago se contrae. No, estoy imaginando cosas que no son. Me detengo justo frente a la habitación, la puerta está cerrada. Respiro profundo e intento tranquilizar mis nervios.

A lo mejor es algún amigo de él quién le pidió prestado el apartamento. Sam, aún está en el trabajo, es lo que me respondió hace unos diez minutos cuando le escribí. Es mejor que me vaya y regrese más tarde. Sí, eso haré, no voy a hacer una escena a quién sea que esté ahí adentro. Sería vergonzoso. Además, yo no dudo de la lealtad de mi prometido.

Aprieto mis manos entre ellas mismas, incluso estoy temblando, soy tan tonta, sé que Sam me ama como yo a él. Vuelvo a respirar profundo y luego me giro.

—Estuvo delicioso, pero ya debes irte. —Esa voz… mi cuerpo se calienta, incluso me siento mareada.

—Repitamos una vez más, la mojigata de tu noviecita aún debe estar cocinando. —Niego incrédula de lo que estoy escuchando, mis ojos se llenan de lágrimas—. Mientras ella sigue jugando a la cocinita, yo te sirvo el plato principal.

Mis lágrimas empiezan a rodar, mi primer impulso es salir corriendo, pero mis piernas están sembradas en el suelo. Quiero vomitar, el aire me está faltando. Vuelvo a negar, quizá estoy confundiendo la voz, me obligo a moverme. Tengo que verlo con mis propios ojos o no seré capaz de creer que él me está traicionando.

—Freya no es ninguna mojigata, a diferencia de ti es pura y casta, la muy condenada me ha hecho esperar por más de dos años sin darme nada, según ella es porque quiere llegar vírgen al altar.

Mis lágrimas empiezan a rodar. ¿A quién engaño? Es Sam.

Camino sintiendo como si mis piernas fueran de plomo. Tomo el pomo de la puerta, pero ni siquiera tengo el valor para abrirla.

—Es por lo único que pienso que te vas a casar con ella —le responde la chica—. Si ya te la hubieras comido, no estarías con ella, de lo contrario no sé qué le ves. Es tonta, simple, se viste como abuelita y ni siquiera se ve femenina, debajo de esos trapos viejos seguro que esconde un cuerpo soso y gordo. Te vas a arrepentir por escogerla a ella, ya verás.

Tiene razón, soy tonta por haber creído que él me ama y me es fiel.

—Estoy seguro que no está gorda, y si lo está la pongo a hacer ejercicio, además, tiene un rostro lindo y angelical, a mi familia le agrada, ella es el tipo de mujer que quiero para madre de mis hijos, se adapta a mis exigencias y es fácil de manejar, buena cocinera, sumisa, tierna, virgen y servicial, en una sola palabra, mi esposa ideal —le responde él.

Es un desgraciado al tacharme de esa forma, pero eso ya lo sabía, no es nuevo para mí, solo que por alguna extraña razón, ahora esas mismas palabras me resuenan con un significado diferente. Aún así, no sé qué hacer. ¿Darme la vuelta y fingir que no escuché nada? ¿Enfrentarlo y mandar todo por la borda? Nuestra boda está a escasos días, ya está todo listo, incluso tengo mi vestido y ya envié algunas invitaciones. No sé si pueda reunir el valor para enfrentarlo. Mejor me iré, tengo que pensar bien, mi madre nunca me perdonaría si lo dejo.

Me limpio las lágrimas, me siento miserable y herida.

Estoy a punto de girarme y salir corriendo de ahí cuando la puerta se abre. Sam aún está sin camisa, su piel luce brillante por el sudor y el olor a lo que acaba de suceder entre ellos dos me golpea como una cachetada de realidad, esa que estúpidamente me estaba negando a mí misma.

—Freya, déjame explicarte —dice mientras su rostro palidece—. No es lo que crees.

Mis ojos se cristalizan. Miro detrás de sus hombros, Delia parpadea en sorpresa, aún está desnuda.

Sonrío amargamente.

—Además, tenía que ser con mi mejor amiga —digo sintiendo como mi corazón se fragmenta en mil pedazos.

Sam cierra la puerta tras de sí y da un paso en mi dirección, por inercia retrocedo evitando el contacto físico, siento asco.

—Freya, esto no significa nada para mí, solo es sexo, sabes que a quién amo es a ti, amor, nos vamos a casar en unos días y todo será distinto —dice intentando tocarme—. Además, yo tengo mis necesidades como hombre, tú tienes la culpa por hacerme esperar hasta el matrimonio, un hombre es distinto a una mujer, y yo no podía vivir en abstinencia por dos malditos años.




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