Amor cruel

Capítulo 2/ Intentando reconstruir mi vida

Hace un mes que todo mi mundo cambió, con la traición de Sam, he tenido que sufrir habladurías y señalamientos, para las personas soy yo la mala mujer, la desagradecida por cancelar todo a última hora, incluso me han llamado una cualquiera de la vida alegre. Esto último lo dicen por ese día… no, no quiero recordar, tampoco pensar en ello, si lo hago, vuelvo a caer en ese hueco de dolor y desesperación.

Todas esas cosas me hacen pensar en si realmente tomé la mejor decisión o si es mi karma por no haberle dado una segunda oportunidad a Sam, ahora estoy manchada, él nunca me recibiría así.

Me limpio las lágrimas que ruedan por mis mejillas, me siento como un animal herido, sola y con el alma rota.

Me acerco al espejo y contemplo mi reflejo, mis ojos son de un café claro y brillante, pero ahora lucen apagados, mi cabello brilloso, ahora es una maraña enrollada en un moño, esta no soy yo, si sigo este camino la depresión me terminará matando.

Salgo de mi pequeña habitación y la mirada de reproche de mi madre es lo primero que percibo.

—Iré a buscar trabajo —le digo intentando no romper en llanto.

Ella resopla.

—En este mugroso pueblo, nadie ocupa una sirvienta, que sería para lo único que sirves —me dice en tono acusatorio—. Sí hubieras sido lista, nada de esto estaría pasando.

—No fué mi culpa que Sam me engañara —le respondo en un hilo de voz.

—Por supuesto que sí —responde arrugando su frente—. Debiste ser más atenta y cariñosa con él, un hombre siempre buscará afuera lo que no tiene en casa.

—No puedo creer que siendo mi madre, me digas estas cosas. —Me limpio las lágrimas mientras niego con amargura.

—Porque soy tu mamá es que te hago ver las cosas tal cuál son —me responde molesta—. Sam es un hombre responsable, tiene un trabajo estable, incluso nos ayudaba económicamente y eso que solo eras su novia. Desde que tu padre murió, él se ofreció a ayudar y nunca nos dejó desamparadas, dime, ¿qué hombre haría eso?, pero tenías que ser imprudente y echar a perder tu futuro.

—¿Qué quieres? ¿Que vaya y me arrastre para pedirle perdón? —indago con tristeza.

—Eso hubiera sido lo más sensato, pero ahora ya anda de novio con esa amiguita tuya.

—Voy a hacerme cargo de la situación, no te preocupes —le respondo.

Ella deja salir un suspiro, mi madre no es una mala persona, solo está desesperada por nuestra situación, además, veía a Sam como a un hijo y su agradecimiento nubla su juicio. Bien dicen que cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana, en mi caso aplica hasta con el amor de mi madre.

—Eso espero —dice pensativa—. Lo peor de todo es que si no pagamos pronto la hipoteca de la casa vamos a terminar en la calle, le pregunté a mi comadre por algún trabajo, pero la situación es difícil para todos. Bueno, no te vayas con el estómago vacío, come un pedazo de pan —ordena dejando salir un suspiro.

Me acerco a la alacena y mi corazón se oprime, ya no queda nada, solo unos pequeños trozos de pan viejo, ni siquiera café hay para hervir y no es que sea una holgazana, tengo días buscando empleo y no he podido encontrar. Lo peor y lo que mi madre aún no sabe es que al cancelar la boda, Sam me demandó para que le devuelva el dinero que ya había gastado, de lo contrario me mandará a la cárcel. No quiero mortificarla con eso.

Me llevo el trozo de pan a la boca y siento bastante asco, tanto que incluso siento que voy a vomitar. Mi madre me observa con ojos de águila, creo que ya llegó a sus oídos los chismes que dicen de mí, pero yo me obligo a tragarme la comida a pesar del malestar. Me sirvo un poco de agua, pero incluso eso me provoca una arqueada.

—¿Qué te sucede? —indaga mirándome fijamente.

—Nada, anoche no comí y creo que me indigesté —respondo sintiendo como mi corazón está latiendo fuertemente.

No, por favor, que no sea lo que estoy pensando. Solo eso me falta para que mi desgracia sea mayor.

—Últimamente no estás comiendo casi nada, has perdido peso y luces demacrada y ojerosa —dice mientras me evalúa minuciosamente—. Sí no tuviera la certeza que aún eres virgen, creería que estás embarazada. ¿Por qué nunca hiciste nada indebido con Sam, verdad?

Niego sin atreverme a verla a los ojos.

»Freya Olsen, no me vayas a estar mintiendo, si tú y ese muchacho tuvieron relaciones y estás embarazada, no me importa absolutamente nada, te obligaré a que te cases con él —dice en advertencia—. Él todavía está interesado en ti, el domingo que lo vi en la misa, me preguntó por ti, así que es mejor que hables con la verdad.

Trago saliva intentando calmar mis nervios. El ardor en mi pecho me hace aguantar la respiración, siento que en cualquier momento romperé a llorar.

—No, él y yo nunca hicimos nada de eso —respondo pesadamente—. Madre, se me hace tarde, iré a preguntarle a la señora Lucha si puede dejarme ayudar en su comedor, aunque sea solo a cambio de la comida.

—Esa vieja es avara y aprovechada —dice en tono despectivo.

—Lo sé, pero solo por ahora, ya no tenemos nada que comer y no podemos seguir así.

Ella deja salir un pequeño suspiro, pero no me responde, me levanto sintiendo su mirada evaluadora sobre mí, no sé si me creyó, pero no sabría cómo explicarle mi situación y además, aún no estoy segura si estoy o no embarazada.




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