Amor cruel

Capítulo 4/ Cruda realidad

El frío y oscuro manto de la noche ha caído en mi pequeño pueblo, los ladridos de los perros y el canto de los grillos son los únicos que me acompañan.

Dejo salir un pequeño suspiro mientras me froto los brazos para darme calor a mí misma. No sé porque razón, no puedo apartar de mis pensamientos la imagen de Fenrir Drakov, hay algo en él que me resulta familiar.

Niego, seguramente es solo por la impresión que me llevé de él, es la primera vez que lo veo. Continúo mi camino sintiendo una pesadez en todo mi cuerpo. De pronto tengo el presentimiento de que alguien me está observando. Me detengo y miro a mi alrededor, las luces de los faroles parpadean sutilmente creando sombras sobre las paredes de las viejas casas. Retomo mi camino con esa sensación que me pesa. Por el rabillo del ojo veo la sombra de alguien, sabía que no eran mis delirios.

—¿Quién está ahí? —me atrevo a exclamar, no soy valiente, pero finjo serlo.

Pasado un par de segundos y con el silencio como respuesta, continúo recorriendo la desolada vereda.

Llego hasta un punto en dónde no hay casas ni árboles para que alguien se pueda ocultar. Me giro nuevamente y entonces veo la silueta de un hombre que está a un par de metros detrás de mí, él se oculta en las sombras de la noche, pero aún así se nota que es alguien alto, el viento sopla en mi dirección y desde aquí puedo oler su loción, una mezcla amaderada y especiada. Me debato entre la idea de enfrentarlo o salir corriendo, lo último es lo más sensato, pero opto por lo primero.

»Deje de seguirme, le advierto que soy una chica fuerte que sabe cuidarse, además, dinero no tengo por si su intención es robar —le grito.

Él tipo da un paso en mi dirección y yo retrocedo. Por los cielos, soy una tonta. ¿Y si es un asesino serial?

El tipo avanza unos pasos más, mi corazón está latiendo fuertemente, aquí es donde debo correr, pero la curiosidad me mantiene con los pies pegados al suelo. Ahora ya está a unos escasos cuatro metros de mí, pero a carencia de luz artificial, apenas y se distingue su rostro, intento alumbrarlo con la linterna de mi celular.

—Niña tonta —lo escucho decir y esa voz… estrecho mis ojos y alzo mi celular, cuando la luz ilumina su rostro, lo veo a él—. Es tarde, termina de llegar a tu casa. —Esa frase suena a una orden—. Es peligroso que andes a estas horas de la noche.

—¿Señor Drakov? —digo con asombro.

Él me observa fríamente.

—¿Qué esperas? Haz lo que te digo —vuelve a ordenar, pero esta vez su tono de voz es más autoritario.

—¿Me está siguiendo? —cuestiono lo obvio.

—Eres imprudente, solo a ti se te ocurre transitar estos caminos solitarios —dice ignorando mi pregunta

Lo veo avanzar hasta quedar a escasos pasos de mí, su mirada me recorre de pies a cabeza.

«¿Acaso se preocupa por mí?», pienso, pero luego descarto esa idea, apenas y me conoce.

—¿Qué hace aquí? —lo vuelvo a cuestionar.

—Haces muchas preguntas. ¿Acaso no tienes miedo? —indaga alzando una ceja—. Alguien podría intentar aprovecharse de ti—. Su aspecto despreocupado y esa mirada mordaz, hacen que mi corazón empiece a latir rápidamente.

Este hombre es bastante extraño, me muerdo los labios y en cuanto caigo en cuenta que solo somos él y yo, retrocedo mientras maldigo, todas las leyendas que se han inventado de él se repiten como un cassette en mi mente y luego sus últimas palabras. ¿Y si en realidad es un vampiro que sale a cazar de noche? He visto películas, incluso poseen la habilidad de hipnotizar a sus víctimas y hacerlas tener intimidad mientras les chupan la sangre. Si me lo imagino con él, hasta suena tentador. Niego, el cansancio me está haciendo pensar disparates, pero… ¿Por qué me sigue?, no quiero averiguarlo, así que doy media vuelta y hago lo que me ordenó.

Gracias al cielo mi casa ya está cerca y en término de unos dos minutos llego. Me vuelvo a girar para ver si me siguió, pero al parecer no lo hizo. Me apresuro a abrir la puerta y solo cuando estoy dentro, dejo salir el aire que sin darme cuenta estaba conteniendo. Ese hombre es peligrosamente guapo y extraño. Dejo ir los pensamientos y enciendo la luz de la sala.

—Hola, mamá, ya llegué —digo en voz baja, sabiendo que probablemente ya esté en su habitación.

No hay respuesta, lo que significa que ya se retiró a dormir. Ordeno la comida que he traído y luego me dirijo al baño, sintiendo un nudo creciente en el estómago que no tiene nada que ver con lo sucedido recientemente.

Cierro la puerta detrás de mí, debo aprovechar que ella está dormida. Con mis manos temblorosas saco la prueba de embarazo del bolsillo de mi chaqueta. Por dentro intuyo la respuesta, pero necesito tener una prueba, porque hay una parte de mí que desea fervientemente que solo sea un mal presentimiento y una sugestión creada por mi cerebro cuando supe que ya no era vírgen.

Me siento en el borde de la taza de baño, respiro hondo y finalmente, después de lo que parecen siglos por los nervios, hago la prueba. Los minutos que pasan mientras espero el resultado son los más largos de mi vida. Me siento mareada, con una mezcla de miedo y esperanza. La mente se me llena de imágenes del pasado y del futuro, cada una más aterradora que la anterior.




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