Amor cruel

Capítulo 5/ Intenciones ocultas

El sol de la mañana se filtra suavemente por las cortinas de mi ventana, dándole calidez a mi pequeño espacio. Me quedo observando el techo por unos breves segundos mientras los recuerdos de lo que soñé anoche invaden mis pensamientos.

Niego mientras sonrío, ese hombre se está adueñando incluso de mis sueños. El sueño se sintió real, como un recuerdo revivido, aún siento sus labios en los míos, y luego… No, ese no fué un sueño decente.

Dejo salir un suspiro y luego me levanto para ocuparme de mi aseo personal. Me limpio el rostro y luego recuerdo mi realidad, una en dónde mi futuro es incierto gracias a mi pasado doloroso e injusto. Es por esto último que me es difícil confiar en las buenas intenciones del señor Drakov, además, su actitud me deja mucho que pensar.

El olor a café recién hervido, me hace llegar a la cocina. Veo a mi madre con una taza humeante entre sus brazos. La saludo mientras me sirvo mi propia bebida. Gracias al trabajo que desempeñé ayer, tenemos comida para ahora, pero vivir del día a día, no es alentador. Sí o sí, debo encontrar algo estable.

Observo a mi madre, su mirada está fija en un punto indefinido de la pared, a un lado de ella, hay unos sobres blancos. Sé que está tan preocupada como yo.

—Esta mañana llegaron los recibos —dice finalmente, rompiendo el silencio con una voz apenas audible.

Su mirada se posa en mí, se nota la preocupación, verla así, me hace nuevamente sentirme culpable por lo que sucedió, sé muy bien que no es así, pero no puedo evitar pensar en que de alguna forma yo también fallé.

—Lo siento, mamá —susurro, incapaz de evitar que la culpa se cuele en mi voz—. Te prometo que buscaré una solución pronto.

Ella solo se limita a asentir con la cabeza. Tomo un sorbo de café, pero en mi boca se siente agrio, creo que hasta el paladar estoy perdiendo. Así que lo dejo de lado, incapaz de beberlo. A este ritmo, no tendré energías, todo lo que intento comer, mi estómago lo rechaza.

La perspicaz mirada de mi madre recae en mí. Sé que ella intuye algo, la veo con la intención de hablar, pero unos golpes en la puerta la hacen desvíar su atención.

—Debe ser otro cobrador —murmura, más para sí misma que para mí.

—Déjame ver quién es —le digo, pero ella ya está caminando hacia la puerta.

Me levanto de mi asiento y la sigo de cerca. Cuando mi madre abre la puerta, me quedo sorprendida al ver al mismo hombre que me abordó ayer en nombre del señor Drakov.

—Buenos días, señoras —saluda con una voz suave y educada—. Me envía mi jefe, el señor, Fenrir Drakov. Les he traído esto.

Hace un gesto, y allí, justo afuera de nuestra puerta, hay varias cajas llenas de alimentos y productos de limpieza. Una despensa completa como para un mes. Mi madre me mira con asombro y yo no sé qué decir.

—¿Su jefe? —pregunta mi madre, finalmente.

El hombre asiente.

—Sí, señora. Mi jefe es un hombre generoso, y le gustaría ofrecerles esta ayuda. Además, me pidió que le informe a su hija que la está esperando en su mansión.

La atención de mi madre recae en mí, siento que la sangre se me congela en las venas. Al parecer este hombre sabe más de mí, de lo que imaginé, pero la duda aquí es: ¿Por qué su interés en ayudarme? Apenas y nos conocemos, pero actúa como si realmente se preocupara por mí. ¿O acaso tiene un motivo oculto? Siento que este gesto más que ser bondadoso es para obligarme a verlo.

—¿Conoces al señor Drakov? —indaga mi madre.

—No, apenas y he intercambiado unas cuantas palabras con él —respondo con firmeza—. Señor, agradezco su amabilidad, pero dígale a su jefe que no estoy interesada, así que puede llevar de regreso esas cosas, no las necesitamos.

El hombre fija su atención en mi madre e ignora lo que le he dicho.

—Entiendo —responde ella con calma—. Sin embargo, las cosas ya están aquí y es descortés rechazar la generosidad del señor Drakov.

—Es usted muy inteligente —le dice el hombre—. Le ayudaré a entrar las cosas.

Tomo a mi madre del brazo y la llevo lejos para hablarle.

—Mamá, no sabemos lo que él pedirá a cambio —intento persuadirla—, nada en esta vida es gratis. Además, tú misma has dicho que ese hombre es bastante extraño, desde que llegó al pueblo, no hace apariciones en público y resulta que ahora hasta nos quiere ayudar. ¿No te parece extraño que hasta conozca nuestra situación financiera?

—Freya, no podemos anteponer nuestro orgullo, necesitamos esto y lo sabes perfectamente. Lo que él pida a cambio es lo de menos.

—¿Serías capaz de venderme a él? —indago.

—¿Es un hombre desagradable en apariencia? —me cuestiona.

—Eso no tiene nada que ver —le respondo—. Anoche incluso me siguió, ¿no te parece extraño? Podría ser un asesino serial, un sicópata.

—No te dejes llevar por las habladurías de la gente, bien dice el dicho: pueblo chico, infierno grande. Aquí lo que no saben se lo inventan. Si te siguió anoche es porque está interesado en ti, eres bella y no debes desaprovechar tu juventud.

Niego incrédula de lo que estoy escuchando. No voy a negar que él es un hombre que me atrajo desde el primer momento en que lo vi, pero es por lo mismo y por su tan inesperado interés en mí que me causa miedo. Además, estoy embarazada, un hombre rico y guapo, nunca tendría buenas intenciones con alguien como yo, más en mi estado.




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