Amor cruel

Capítulo 10/Cautivada

Mi mente se queda en blanco por unos breves segundos, incapaz de procesar lo que él acaba de decir. "He decidido que seas mía”

—Entiendo que estés acostumbrado a obtener todo lo que se te antoja, pero yo no soy un objeto —le respondo nerviosa—. No puedo ser tuya solo por tus caprichos.

Él me mira con esos ojos impenetrables, esos que parecen ver a través de mí, desnudando mis miedos y mis dudas.

—Por supuesto que no eres un objeto, si lo fueras, ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación, pero para tu desgracia caiste de forma inesperada en mis brazos y ahora no quiero, ni puedo dejarte ir —responde con una calma engañosa.

Sus palabras hacen que el nudo en mi estómago se contraiga. Mis emociones son como un torbellino. No voy a negar que una parte de mí me pide a gritos que acepte, pero hay otra, esa que llaman sensatez que me susurra advertencias, ahora comprendo que su apodo se lo ha ganado a pulso. Fenrir Drakov es un demonio, el diablo en persona, ese que seduce y atrapa entre sus filosas garras a mi pobre corazón vulnerable.

—Al menos dame una razón del porque me quieres viviendo contigo —le pido mientras siento que mis manos tiemblan e incluso respirar se me está volviendo complicado.

—¿Es tan difícil aceptar que solo pretendo cuidarte? —indaga dejando notar su desilución—. ¿Acaso no te estoy demostrando lo mucho que me importas?

Desvío la mirada, ya que soy incapaz de soportar la intensidad de sus palabras.

»Freya, fuiste tú quién irrumpió sin previo aviso en mi vida —continúa hablando—. Ahora tienes que hacerte cargo de las consecuencias. Lo que es mío, lo protejo con mi vida.

Ni siquiera estoy entendiendo de lo que habla. Ahora me quiere culpar a mi, no sé de qué cosas. En definitiva, este hombre es mi perdición.

—¿De qué hablas? Apenas y nos conocemos —digo intentando suavizar mis palabras, no quiero hacerlo enojar, no sé lo que él sería capaz de hacer.

—No importa, tú te quedarás a vivir conmigo —responde haciendo que el aire me falte.

—¿Vivir contigo? —indago incrédula de lo que he escuchado. Él asiente con seriedad—. ¿Cómo tu sirvienta? —cuestiono.

Él resopla.

—No, te quedarás a vivir como mi mujer.

Sus palabras me roban el aliento, mi corazón está latiendo fuertemente y el hueco en mi estómago se intensifica, dejándome completamente aturdida

Tomo el vaso con agua y bebo intentando calmar mis nervios.

—¿Es una broma verdad? —indago con dificultad.

—No soy un hombre que se anda por las ramas, Freya. Lo que te he dicho es verdad. Lo estuve pensando durante toda la noche y dada la situación, te quedarás a vivir conmigo.

—Así que lo decidiste en una noche —digo con sarcasmo—. Pensé que la época en dónde los hombres secuestraban a las mujeres por antojo se había acabado, pero al parecer estaba equivocada. Todo esto es una locura, tú estás loco, deberías internarte en un psiquiátrico.

Él me sonríe.

—Es lo más sensato que has dicho —responde dejándome helada.

¿Acaso está aceptando que es un sicópata?

—Ya basta de juegos. Agradezco las atenciones y la cena, todo estuvo delicioso, pero debo regresar a casa con mi madre, estoy segura que está preocupada y si no llego va a avisar a las autoridades que estoy desaparecida y tú podrías ir a la cárcel acusado de secuestro —digo camuflando mis palabras con amenazas.

Él ni siquiera se inmuta. Solo se dedica a beber más vino.

Me levanto con la intención de dejar el lugar, pero entonces sus palabras me detienen.

—Tu madre está de acuerdo con que vivamos juntos, es más, hasta aceptó mi generosidad esta mañana.

Me giro hacia él, sintiendo una punzada en mi corazón. ¿Acaso ella me vendió? No, mi madre es avariciosa, pero no me haría eso, ¿o sí?

—Respóndeme algo —pido en un susurro—. ¿Hace cuánto estoy aquí?

—Poco más de un día, estabas bastante débil y presentas un cuadro anémico —responde mientras me mira con cautela.

Tomo asiento nuevamente. Intentando procesar toda la información.

—¿Me mandaste a hacer estudios? —cuestiono.

—¿Hay algo que temes que sepa? —indaga ignorando mi pregunta.

Mis ojos se llenan de lágrimas, me siento vulnerable y dolida.

—No tienes derecho a entrometerte en mi vida, no necesito de la lastima de nadie, no seré tu obra de caridad para expiar tus pecados. Me iré ahora mismo.

—Tu problema es que te menosprecias, ¿tanto daño te hizo ese imbécil? —me dice con rabia—. ¿No puedes concebir la idea de que realmente estoy interesado en ti? ¿Por qué te niegas a aceptar lo que te ofrezco?

—Fenrir, soy una mujer sin estudios, pero no soy tonta. Un hombre como tú, no me tomará en serio, ya he tenido suficiente de decepciones, además, hay cosas de mi vida, que ni siquiera te podría explicar. No quiero ser juzgada y mucho menos lastimada.

—¿Lo dices por tu embarazo? —me cuestiona mirándome fijamente.




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